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Inmigración

Trump doblega a México en la crisis migratoria

El Gobierno de López Obrador militariza la frontera y acepta que Washington le devuelva a todos los solicitantes de asilo que llegen a EE UU. La amenaza de imponer aranceles al vecino del sur le otorga una victoria a la Casa Blanca.

Control en la frontera. Una fila de migrantes centroamericanos que entraron de forma ilegal a Estados Unidos, detenidos en Arizona
Control en la frontera. Una fila de migrantes centroamericanos que entraron de forma ilegal a Estados Unidos, detenidos en Arizonalarazon

El Gobierno de López Obrador militariza la frontera y acepta que Washington le devuelva a todos los solicitantes de asilo que llegen a EE UU. La amenaza de imponer aranceles al vecino del sur le otorga una victoria a la Casa Blanca.

Al fin hubo entendimiento, o una nueva victoria de Donald Trump. A penas dos días antes de la fecha límite, el presidente de Estados Unidos anunció que no aplicará los aranceles del 5% a los productos mexicanos a partir de este lunes. La noche del viernes Trump tuiteó que la nación latinoamericana se había comprometido a «tomar fuertes medidas para detener el flujo de migración a través de México a nuestra Frontera Sur». Quedaba así desactivada la mayor crisis entre vecinos desde que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia hace seis meses.

La alegría estaba más que justificada. No tanto porque las medidas alcancen a ser algo más que brindis al sol o porque realmente sea posible revertir la avalancha humana que sale casi todas las semanas desde Guatemala, sino porque ningún otro presidente, al menos no en las últimas décadas, había logrado imponer de tal forma su agenda a un gobierno del país vecino. Sin duda que las tarifas perjudicarían de forma brutal a las empresas estadounidenses y también canadienses, dada la casi irrompible cadena comercial entre los tres países, pero la evidencia de que Trump estaba dispuesto a dañar a las empresas y consumidores de su país sin duda condicionó todo, informa Julio Valdeón.

La amenaza de gravar todos los productos mexicanos que entren en Estados Unidos se suspendía indefinidamente y todos respiraban aliviados. Las alarmas habían saltado una semana antes con el incendiario mensaje desde la Casa Blanca. Si México no hacía algo para detener a los migrantes Trump impondría tasas inmediatas que se irían incrementando hasta el 25% en octubre. Nadie excepto Trump parecía ver con buenos ojos los aranceles para resolver este problema, pero hicieron falta tres intensas jornadas de negociaciones en Washington para que las delegaciones de ambos países alcanzaran un acuerdo, que significa una nueva concesión de México.

El Secretario de Relaciones Exteriores de López Obrador, Marcelo Ebrard, que pasó toda la semana al frente de las conversaciones en el Departamento de Estado estadounidense, anunció el pacto poco después que Trump. En rueda de prensa afirmó que Washington «expandirá inmediatamente la implementación» de un programa que devuelve hacia México a los solicitantes de asilo que cruzan la frontera sur de Estados Unidos mientras se emite una resolución sobre sus argumentos.

Es una gran concesión y parece el punto clave del acuerdo ya que un día antes México había ofrecido endurecer el acceso de migrantes desplegando 6.000 elementos de la Guardia Nacional principalmente a la frontera con Guatemala. Esta oferta no fue suficiente por sí misma, pero también ha sido incorporada al documento.

México ya había hecho una gran concesión cuando accedió a recibir en su territorio a algunos migrantes centroamericanos mientras esperan la resolución de sus peticiones de asilo en Estados Unidos. Desde que el 29 de enero entró en vigor esta medida, calificada de cesión histórica en aquel momento, 10.393 aspirantes a refugiados aguardan en suelo mexicano según datos oficiales. A partir de ahora se espera que sean muchos más. En la actualidad más de 100.000 migrantes están cruzando la frontera estadounidense cada mes, aunque es cierto que no todos solicitan estatus de refugiados y pueden permanecer un año hasta presentar cualquier documento.

Además de desplegar la Guardia Nacional y recibir a los solicitantes de asilo, México aceptó también tomar «medidas sin precedentes para incrementar la vigilancia con el fin de reducir la migración irregular» así como «registrar y controlar las entradas en la frontera». Queda por ver en qué se traducen estas palabras para una administración que comenzó su mandato con una idea de política migratoria radicalmente distinta, basada en el libre tránsito y el respeto a los derechos humanos. A día de hoy la política de puertas abiertas parece haber quedado atrás. El ministro Ebrard señaló desde Washington que la situación migratoria no podía «seguir igual».

Según la declaración conjunta, publicada por el Departamento de Estado, México «también emprenderá acciones decisivas para desmantelar a las organizaciones de contrabando de personas, así como sus redes financieras ilícitas y de transporte». En este sentido, este jueves, antes de que se firmara el acuerdo, fueron detenidos en México dos activistas defensores de los migrantes: Irineo Mujica y Cristóbal Sánchez, de la organización Pueblo Sin Fronteras, impulsora de las caravanas que cruzaron el país desde el pasado mes de octubre. Ambos fueron acusados de tráfico de personas.

El último punto del acuerdo es el más favorable para México, que trata de liderar un proyecto de desarrollo para su región sur y Centroamérica con el objetivo de evitar la huida de población hacia el norte por la violencia extrema y la falta de oportunidades económicas. El plan había quedado en entredicho tras el estallido de la crisis, pero Estados Unidos ha decidido sumarse a la iniciativa, aunque aún no se han aportado cifras de inversión. Este sábado, unas horas después de que se anunciara el acuerdo, Trump agradeció al presidente López Obrador y a su ministro de Exteriores a través de Twitter «por trabajar tanto y tan duro para alcanzar el acuerdo migratorio» y trató de apuntarse la primera victoria interna anunciando que México había accedido «a empezar a comprar de inmediato grandes cantidades de productos agrícolas de nuestros fantásticos y patriotas granjeros».

Por el momento no se conoce en qué consistirá esta operación ni qué aumento supondrá en las importaciones agrícolas de México, de por sí muy numerosas, pero la desaparición de la amenaza arancelaria es una buena noticia para dos economías que están muy conectadas.

México se convirtió este año en el primer socio comercial de su vecino por delante de China y vende a Estados Unidos el 80% de sus exportaciones totales. México es mucho más dependiente pero las cadenas de producción están conectadas y los efectos de las tasas se notarían a los dos lados de la frontera. Queda superada así una crisis que, según varios analistas consultados, tiene mucho que ver con la política interna de Estados Unidos, que en 2020 afronta año electoral. Las carreras internas ya han comenzado y Trump necesita apuntarse victorias sobre todo en el tema migratorio, que fue uno de sus principales caballos de batalla en la campaña de 2016.