Grecia

Obama presiona a Merkel para que ceda ante Tsipras

Si Grecia sigue en la eurozona es por dos motivos: la estabilidad de la moneda única y la posición geoestratégica del país. El primer ministro heleno, Alexis Tsipras, lo sabe y juega con esa baza. Sobre todo con el peso geopolítico –el «Grexit» asusta, de momento, a la población–. También es consciente de esa importancia el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Ambos líderes escenificaron ayer el último capítulo de ese tablero de ajedrez. El presidente norteamericano empezó su jornada con una conversación telefónica con la canciller alemana, Angela Merkel y después con Tsipras. A la canciller le pidió flexibilidad para aliviar la deuda de Grecia y al líder de Syriza le pidió que presentase una lista de reformas. Tsipras le comunicó, a su vez, la oferta que iba a realizar a los socios (la petición de un tercer rescate incluyendo una reestructuración de la deuda). El contacto se produjo antes de la reunión del «premier» griego con Merkel, y Hollande. Una muestra del interés de EE UU en resolver la crisis de la eurozona y el interés de Atenas en que Obama medie en el asunto. Según explicó el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest: «las conversaciones reflejaron lo que ya expresé el día anterior: que todas las partes reconocen que hay un interés mutuo y colectivo de que Grecia permanezca en la zona euro, pero la única forma es que todas las partes acuerden un paquete que ponga a Grecia en el camino hacia la sostenibilidad» financiera. El portavoz reconoció que el proceso «es complicado», pero dijo que EE UU seguirá «alentando a todas las partes a participar de forma constructiva en las conversaciones». Tanto Obama como su secretario del Tesoro, Jack Lew, buscan que se alcance un acuerdo que incluya reformas estructurales por parte de Atenas y una discusión sobre el alivio de la deuda griega. Es en este punto en el que EE UU ha chocado con los europeos, especialmente Alemania, que se opone a una reestructuración de la deuda.

Además de en Obama, la presión de Tsipras hacia los socios europeos se basa en sus relaciones con Rusia y China. Justo el día que tomó posesión, el primer ministro heleno amenazó con vetar las sanciones de la UE a Rusia. Más tarde, Vladimir Putin ofreció a Grecia la entrada en el futuro banco de los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica–, un proyecto con el objetivo de hacer sombra al FMI. Tsipras calificó la invitación como una «grata sorpresa». La simpatía entre varios ministros griegos con el Kremlin son más que notables, como así han demostrado con sus sucesivas visitas. Para Moscú, Grecia es clave para la viabilidad del gasoducto Turkish Strem, una alternativa a la tubería que debía pasar por Ucrania, y que ahora atravesará Turquía, Grecia, Macedonia y Serbia, hasta el centro de Europa. Asimismo, Tsipras tampoco ha disimulado su amistad con China. Un ejemplo: la venta del Puerto del Pireo a la compañía china Cosco, pese a las promesas de paralizar todas las privatizaciones. Ésa fue la primera que se concedió. El 19 de febrero, apenas un día antes de la firma de la extensión del rescate, Tsipras celebró por todo lo alto y sonriente la llegada de la 18º flota china al Puerto del Pireo, «puerta de entrada» para China en Europa, como definió el Gobierno del gigante asiático.

La política exterior del Gobierno izquierdista y las relaciones diplomáticas de Tsipras suponen un desafío hacia los líderes europeos, que se remueven en su silla ante esas exhibiciones. Aunque el primer ministro heleno siempre ha subrayado que quiere encontrar «una solución dentro de la eurozona», esa declaración de intenciones parece no bastar para mantener a flote la paciencia del resto de países del continente.