Catástrofe

Turquía detiene a 12 empresarios que construyeron casas inseguras en zonas del terremoto

Crece el malestar de la población turca cuando se superan los 33.000 fallecidos en el desastre

Una mujer llora la muerte de un familia en un cementerio de Adiyaman, Turquía
Una mujer llora la muerte de un familia en un cementerio de Adiyaman, TurquíaEpaAgencia EFE

Mientras el contador de víctimas por el terremoto que sacudió Turquía y Siria no para de crecer, el duelo está dejando lugar a la rabia por la negligente gestión de las autoridades. Al cierre de esta edición ya se contabilizaron más de 33.000 muertos entre ambos países, aunque la ONU avisó de que las víctimas podrían llegar a duplicarse en los próximos días. En el sur del territorio turco crece la indignación contra la tardía respuesta del gobierno. La lenta llegada de equipos de emergencia, así como la escasez de agua, comida, electricidad o refugio para los afectados, evidenciaron una deficiente política de prevención, en una región históricamente afectada por seísmos de gran magnitud. Para muchos, se trata de una deliberada discriminación, motivada por intereses políticos o religiosos.

Desde Adiyaman, muy cerca de la frontera con Siria, Elif Busra permanecía junto a los escombros de un edificio, donde presuntamente siguen enterrados sus tíos, probablemente muertos. Los cadáveres de sus dos primos ya fueron localizados. «Durante tres días, esperamos recibir ayuda. Nadie llegó. Había tan pocos equipos de rescate, que solo intervenían donde sabían con certeza que había alguien vivo», contó a la agencia AP. No muy lejos, Abdullah Tas contó que lleva durmiendo en un coche, ubicado junto al edificio derruido donde quedaron enterrados su hijo, nuera y cuatro nietos. Se quejó de que las fuerzas de rescate tardaron cuatro días en llegar. En Antakya, decenas de personas observaban de cerca las operaciones de los servicios de emergencia. Se estima que unas 1.000 personas permanecían en el interior de un edificio de 12 plantas cuando sucumbió, y que cientos de cuerpos siguen desaparecidos.

«Es una atrocidad», se lamentó Bediha Kanmaz, cuyo nieto murió en dicho derrumbe. Todavía espera encontrar a su madre: «abrimos bolsas de cadáveres para comprobar si son los nuestros. Incluso revisamos los que han quedado rotos en pedazos». La veterana lugareña acusó a los rescatistas de no hacer lo suficiente por encontrar a gente viva. En su opinión, el hecho de pertenecer a la minoría musulmana aleví –una escisión alejada del Islam sunita o chiita- les relegó a una condición menos prioritaria. Históricamente, los alevíes no votaron al presidente Recep Tayyip Erdogan.

A la deficiente preparación se sumaron acusaciones de negligencia en la construcción de edificios en las provincias más afectadas. Según la BBC, la Policía turca ha arrestado a 12 empresarios de la construcción, y se esperan más detenciones. Fuerzas opositoras denuncian que se trata de una maniobra de Erdogan para desviar la atención, pero durante años expertos avisaron que las nuevas construcciones en la zona eran inseguras, principalmente por la extendida corrupción. Las autoridades habrían favorecido las regulaciones para las obras, lo que supuso la expansión de infraestructuras en áreas de elevado riesgo sísmico. Un magnate inmobiliario fue detenido en el aeropuerto de Estambul cuando trataba de escapar del país. Se le acusa de haber construido un edificio de 250 apartamentos que colapsó. «Si pudiera, lo agarraría por el cuello y le estrangularía», declaró un familiar de las múltiples víctimas.

«Este tipo de cosas siempre ocurren, es parte del destino», se justificó Erdogan. Acorde al presidente turco, unos 13 millones de personas han sufrido distintos grados de afectaciones por la catástrofe natural.

Por si no bastara, equipos de rescate internacionales anunciaron el sábado el cese temporal de las operaciones por la creciente inseguridad. «Hay crecientes agresiones entre facciones turcas. Las opciones de salvar vidas dejan de ser viables dados los riesgos de seguridad», comentó el coronel austríaco Pierre Kugelweis. Alemania, Austria o Israel detuvieron las labores de brigadas de rescatistas, pero finalmente retomaron la tarea tras ser protegidos por las fuerzas de seguridad turcas. Las autoridades detuvieron al menos a 48 personas involucradas en robos o estafas. En redes sociales circulan videos de vecinos o policías dando palizas a saqueadores. «Si hay algo de vital importancia, llévatelo. Pero esto ni funciona», se lamentó un vendedor de teléfonos ante unos ladrones.

Ante el creciente criticismo, Erdogan sigue catalogando de «mentiras» algunas de las críticas, aunque sí reconoció ciertos errores. Por ejemplo, los frustrados esfuerzos de rescate en la provincia de Hatay, donde la destrucción total del aeropuerto y las malas condiciones de las carreteras impidieron la llegada de refuerzos.