Venezuela

Un punto de inflexión en Venezuela

La Razón
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Nadie sabe cómo será Venezuela después del 1 de septiembre, pero será diferente. La más gigantesca manifestación en la historia del país tiene lugar al momento de escribir esta nota: centenares de miles recorren la ciudad en la jornada denominada «Gran Toma de Caracas».

La oposición ha hecho todas las gestiones para la realización de un referéndum revocatorio del mandato presidencial en 2016, y el Gobierno ha hecho todo lo posible por impedirlo. De hacerse en 2016 habría que convocar elecciones presidenciales en 30 días; de hacerse a partir de enero de 2017, el período presidencial de seis años (del cual habrían transcurrido cuatro para enero de 2017) lo culminaría el vicepresidente designado por Nicolás Maduro. La previsión constitucional establece que si el presidente sale de su cargo en los dos últimos años de su Gobierno no hay nuevas elecciones. Por eso es tan importante para la oposición democrática que el referéndum tenga lugar en 2016.

El referendo es una de las opciones constitucionales para cesar el mandato presidencial y por allí se ha decantado la oposición. A comienzos de 2016 han estado en consideración otras vías. Éstas son la Asamblea Constituyente como expresión del poder originario del pueblo; la enmienda constitucional, para acortar el período presidencial; la acusación a Maduro por abandono del cargo al no cumplir sus deberes o por poseer doble nacionalidad, lo cual está expresamente prohibido por la Constitución para el ejercicio del cargo de presidente. También está la exigencia de su renuncia.

En todo caso, hay un movimiento nacional que exige un cambio de Gobierno inmediato, lo cual incluye a sectores del chavismo que se han desmarcado progresivamente del heredero de Chávez.

La respuesta del régimen de Maduro ha sido la de alentar un falso diálogo encabezado por los ex presidentes Zapatero, Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), con coreografía de Unasur y del ex presidente colombiano Ernesto Samper. Diálogo que ha sido una maniobra para desmovilizar y distraer a la oposición venezolana. El otro instrumento que ha empleado Maduro es la represión militar, policial y judicial. Toda demostración de protesta, de las que se producen decenas diariamente, es reprimida sin contemplaciones, y muchos de los líderes opositores son llevados a juicios amañados.

Con motivo de la convocatoria hecha por las fuerzas democráticas para el 1 de septiembre, el Gobierno se ha inventado un golpe de Estado para justificar la represión. Nadie cree en la existencia de un golpe como el que Chávez intentó en 1992, pero lo cierto es que en todos los sectores hay un inmenso descontento que ha mandado a Maduro al sótano en las encuestas. Ese descontento incluye a los militares más profesionales y apegados a los valores de su institución, por lo cual es previsible que en momentos límite no se presten a reprimir manifestaciones o, al menos, haya intentos de desconocer órdenes ilegales que los comprometan con violaciones de los derechos humanos en escala masiva.

Este enfrentamiento es impulsado por una catástrofe social sin precedentes. En Venezuela hay hambre y desnutrición, en el marco de una situación de crimen callejero desatado. La oposición está también en una encrucijada en sus diversas variantes y tiene que dilucidar cómo encamina la desbordante energía que reclama un cambio, no sólo de gobierno sino de régimen. Si a pesar de que no se logre el referéndum en 2016 aceptará como mal menor su aplazamiento al próximo año o si, ante esa perspectiva, convocará a que esa inmensa energía social se transforme en un movimiento para exigir la renuncia de Maduro antes del fin de este año. Estas incógnitas se despejarán pronto.