Elecciones en Alemania
Una canciller con pies de barro
A diez días de las elecciones federales, crece el nerviosismo en la Konrad-Adenauer-Haus, la sede de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en Berlín. Y es que el partido de Angela Merkel comienza a arrepentirse de haber centrado la campaña electoral en un solo eje: la popularidad de la canciller.
Los sondeos, que siguen dando una amplia ventaja de catorce puntos sobre los socialdemócratas, son paradójicamente el mayor talón de aquiles de la CDU. La dirección democristiana teme que la aburrida campaña haga confiarse a sus votantes, seguros de que la reelección de Merkel para un tercer mandato está cantada. La propia canciller huye de todo triunfalismo y no se cansa de repetir que el «resultado electoral será muy, muy ajustado». «Aquellos que creen que la elección ya está ganada puede que al despertar tras las elecciones les resulte doloroso», advierte la líder democristiana.
Durante sus trece años como presidenta del partido, Merkel ha demostrado que lo suyo es manejar los hilos del poder para derribar a los posibles rivales que le podían hacer sombra y centrar la CDU para captar nuevos votantes, pero lo suyo no es hacer campaña ni ganar elecciones. En 2005, cuando compitió por primera vez por la Cancillería, estuvo a punto de ser derrotada por el ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, que, a diferencia de ella, se crece en la contienda electoral. Entonces, la CDU tuvo que conformarse con un 35,2% de los votos –siete puntos menos que lo anticipado por los sondeos– y pactar una incómoda Gran Coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD). Por su parte, en las federales de 2009, los democristianos cosecharon el peor resultado desde la Segunda Guerra Mundial, un 33,8%.
Tampoco su popularidad del 57% ha impedido que la oposición rojiverde haya arrebatado a la coalición democristiana liberal la mayoría en el Bundesrat (Senado) tras ganar todas los comicios regionales celebrados durante esta legislatura.
De ahí que Merkel haga bien en no fiarse del 39% de intención de voto que otorga el instituto Forsa a su partido y el 6% que concede al Partido Liberal (FDP), con el que está empeñando en reeditar el «más exitoso Gobierno de Alemana desde la reunificación».
El mismo sondeo muestra la reciente recuperación que experimenta el SPD tras el cara a cara televisivo que enfrentó a Merkel y Peer Steinbruck el 1 de septiembre. Sin embargo, sus aliados en un eventual Gobierno, Los Verdes, obtienen el 9%, el peor resultado desde 2009. En cambio, Die Linke (La Izquierda), una alianza de ex comunistas y antiguos socialdemócratas descontentos con las reformas de Schröder, repuntan con un 10%. La suma de votos entre los partidos de la oposición alcanza el 44%, apenas un punto menos que el 45% de la CDU/CSU y el FDP. Sin embargo, Steinbrück ya ha advertido de que «no habrá un tripartito» ni un Gobierno rojiverde en minoría con apoyo parlamentario de La Izquierda, a los que tacha de «sectarios» que dañarían «la reputación de Alemania» en el extranjero.
No se muestra tan convencido el secretario general de la CDU, Hermann Gröhe, que no pierde la oportunidad de atemorizar a los electores con este frente de izquierdas. «Quien vota a Steinbrück, se puede despertar con un Gobierno de Gabriel [presidente del SPD], Trittin [candidato verde] y Sara Wagenknecht [aspirante de La Izquierda]».
Sin embargo, los alemanes, alérgicos a todo signo de inestabilidad, prefieren la reedición de la Gran Coalición. Un 27% se decanta por esta opción, frente a un 20% que prefiere un Gobierno rojiverde y un 15% la coalición actual.
El hecho de que los sondeos detecten que entre el 20 y el 40% de los 62 millones de alemanes con derecho a voto no hayan decidido aún a quién van a votar el 22 de septiembre aumenta si cabe la incertidumbre electoral.
Consciente de que la mejor campaña es la que no existe, la canciller ha huido del enfrentamiento con su rival socialdemócrata, al que evita incluso nombrar en sus actos públicos. Su tono presidencial, por encima del bien y del mal y pasando de puntillas por los temas más controvertidos (Siria, la crisis del euro o el ciberespionaje) le han granjeado las críticas de la oposición y de la Prensa. El semanario «Der Spiegel» lamenta que «ningún otro canciller ha reunido tanto poder como Merkel en ocho años, pero ella no utiliza su influencia y en la campaña evita toda discusión sobre el futuro». «Su plataforma es simple: Merkel», resume la revista. En este sentido, Schröder ha acusado a su antigua rival de pasividad. «Pero qué ha estado haciendo ésta [Merkel] desde hace ocho años sentada en la silla de canciller. ¡Desde que yo aprobé la Agenda 2010, no se ha hecho nada en este país», aseguró en un apasionado mitin en Hanóver.
Merkel también explota el sentimiento que comparten muchos alemanes de que los cuatro últimos años han sido buenos, así pues ¿por qué cambiar? Más vale dejar las cosas como están, en manos de alguien que representa estabilidad, seguridad y continuidad.
Elecciones más abiertas tras el repunte de Steinbrück
Tras remontar dos puntos en los sondeos, el candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück, ha puesto el acelerador a su errática campaña y ha aumentado sus críticas contra Angela Merkel, a la que acusa de robar al SPD su programa político. «Merkel ha robado nuestra idea de limitar el aumento de los precios de alquiler». «Pero entonces llegó la prueba de fuego en el Parlamento y la canciller votó en contra de los límites», indicó. «Tenéis que mirar lo que dice y compararlo con lo que hace», ha exclamado el candidato en un acto electoral con jóvenes. Fiel a su filosofía de decir lo que piensa pese a las críticas que pueda suscitar, Steinbrück posa para el suplemento del diario «Süddeutsche Zeitung» mostrando el provocativo gesto del dedo del corazón alzado, que en Alemania se llama «dedo pestilente».
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