Conflicto Israel-Palestina
Una tregua «permanente» en Gaza
A las siete de la tarde de ayer entró en vigor el alto el fuego indefinido entre Israel, Hamás y el resto de las facciones armadas palestinas en la Franja, en función de la fórmula diplomática presentada por Egipto.
A las siete de la tarde de ayer entró en vigor el alto el fuego indefinido entre Israel, Hamás y el resto de las facciones armadas palestinas en la Franja, en función de la fórmula diplomática presentada por Egipto. De acuerdo a lo pactado, representantes de ambas partes volverán dentro de un mes a El Cairo a negociar una solución al conflicto permanente. Siete semanas después de que Israel iniciase el operativo militar contra Hamás, a raíz del continuo disparo de cohetes desde la franja de Gaza hacia poblaciones civiles en territorio israelí, anoche se dio luz verde a una nueva etapa. Sería arriesgado vaticinar que este alto el fuego es, en efecto, el que pondrá fin a la guerra, muy especialmente teniendo en cuenta que ya hubo otros cinco, que en algún momento fueron violados por Hamás. Lo novedoso de este acuerdo es que se trata de la primera vez que se anuncia una tregua por tiempo indefinido sin que el regreso a las conversaciones de Egipto sea inmediato.
En Gaza, Hamás presentó la situación como un claro triunfo y realizó todo un despliegue de celebraciones en las calles, con disparos al aire y el símbolo de victoria en la mano de su gente. Tampoco faltaron gritos de «Ala hu Akbar» (Dios es grande). «Hemos demostrado que el Ejército supuestamente invencible no lo es, y hemos disuadido a Irsael», gritaba el portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri. En Israel no faltó polémica acerca de las condiciones pactadas, aunque la posición oficial fue rotunda: «Hamás no ha conseguido lo que quería y no tuvo más remedio que aceptar el alto el fuego sin recibir respuesta a ninguna de sus exigencias». Esto, además del gran desafío de reconstruir todas las zonas afectadas en Gaza, es lo que Israel considera que ha sido el resultado de esta guerra impuesta por Hamás a costa de su propia población.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abas, aseguró que la tarea más urgente ahora es reconstruir Gaza. En una rueda de prensa ofrecida en Ramala, Abas agradeció a Qatar y al secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el papel desempeñado durante las negociaciones indirectas en El Cairo para lograr un alto el fuego permanente con Israel. De hecho, EE UU fue el primer país en mostrar su apoyo a este acuerdo. «Esperamos que este alto el fuego sea duradero y sostenible, que ponga fin a los ataques con misiles y morteros», dijo Jen Psaki, portavoz del Departamento de Estado. Más allá de las versiones y análisis oficiales de ambas partes, sobre el pacto al que se ha llegado, en el sur de Israel, LA RAZÓN fue testigo de una profunda sensación de escepticismo. Nadie aquí se apresuraba a augurar que el alto el fuego fuera definitivo y la sensación bastante generalizada era de que tarde o temprano se producirá un nuevo enfrentamiento. «Hace mucho tiempo que no me creo nada de Hamás» , dice Jaim Jelin, alcalde del consejo regional Eshkol, la zona más afectada por los cohetes. En el transcurso de la jornada de ayer, cayeron en cinco kibutz de Eshkol, 114 misiles y morteros. «¿Realmente piensa el Gobierno que podemos volver a nuestra rutina?», se preguntaba retóricamente Jelin. «Pues no, en absoluto. No nos creemos nada». Esta sensación de incredulidad se vio reforzada anoche por el hecho de que 20 minutos después de entrar en vigor la tregua, en diferentes partes del sur continuaban sonando alarmas, lo que indicaba que varios cohetes seguían siendo disparados hacia territorio israelí. «Ahora también nos tiran Katiushas, y eso congela el corazón de miedo porque no hay alerta», comentó ayer a este diario una residente de la localidad de Sdei Avraham, a unos 4,5 kilómetros de Gaza. Al igual que los morteros, dada la baja altura a la que vuelan, ese tipo de cohetes no son registrados por el sistema de advertencia. En esta localidad, el punto central de atención era la casa de Marcelo y Paulina Tregerman, cuyo nieto Daniel, de 4 años, murió el viernes por una esquirla de mortero que impactó en su casa. Los padres de Daniel, Gila y Doron respetan la semana de duelo tradicional en el judaísmo, la «shiva», en la casa de los abuelos paternos, dado que en el kibutz Najal Oz en el que vivían y donde murió su hijo el riesgo es demasiado grande.
«Tenemos que seguir adelante, por nuestros cuatro hijos y nietos», asegura el abuelo Marcelo a LA RAZÓN. Según él, «la mayor parte de los civiles palestinos quieren la paz, igual que nosotros, pero los terroristas de Hamas que los dominan no dejan de traer la desgracia a las dos partes».
La dinámica de guerra fue ayer dura, con más de 160 cohetes y morteros lanzados desde Gaza hacia Israel, y más de 40 ataques aéreos israelíes contra blancos de Hamás. Los palestinos informaron de que tuvieron aproximadamente una decena de muertos. Del lado israelí, un civil murió en un kibutz y otros siete resultaron heridos, dos de ellos de gravedad, al impactar dos morteros en el poblado.
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