Refugiados
Varados en el corazón de Roma
LA RAZÓN visita el Centro Baobab, que acoge a menores africanos no acompañados. Las ONG creen que hay 2.400 perdidos en todo el territorio italiano después de que Francia cerrara sus fronteras
LA RAZÓN visita el Centro Baobab, que acoge a menores africanos no acompañados. Las ONG creen que hay 2.400 perdidos en todo el territorio italiano después de que Francia cerrara sus fronteras.
Medio centenar de chavales se disputan un asiento a la sombra para ver la televisión. Empieza el partido y ninguno de ellos se mueve. Ni la hora del almuerzo, ni las charlas con los mediadores culturales los hacen tan obedientes como un Mundial. Poco importa que jueguen dos selecciones de las que apenas han oído hablar. Es verano y poco hay mejor que el fútbol para unir a un grupo de niños y adolescentes de unas 20 nacionalidades con dificultad para comunicarse entre ellos. Quienes no asisten como espectadores se entretienen dando patadas a un balón.
De entre ellos sale del grupo Mikiale. Camina sin levantar la cabeza, lo acaban de eliminar del juego y no parece muy integrado entre sus compañeros. El chico tiene 14 años, es introvertido, pero también uno de los pocos que saben hablar inglés. Cuenta que lleva dos años en Italia y que está esperando a que le amplíen un permiso de residencia temporal. Se lo entregaron a la espera de procesar una solicitud de asilo que aún está en fase de estudio.
«Mi camino fue Eritrea-Etiopía-Sudán y Libia. Allí pague 450 euros y me embarcaron hasta llegar a Italia», narra. Era el año 2016, historias como ésta se podrían contar por decenas de miles. No se trata de ninguna hipérbole, aquel año llegaron a Italia 181.000 personas. Y precisando, 25.846 menores no acompañados como él. «Mi familia sigue en Eritrea, realmente mi intención es llegar a Holanda, donde me han dicho que hay trabajo», prosigue.
Centros de acogida
A Mikiale debieron informarle mal o tiene noticias demasiado atrasadas. Cuando él llegó a Italia, la mayoría de los muchachos ingresaban en centros de acogida en Sicilia, tan repletos que a nadie parecía importarle que los niños se escaparan. A Dawitt, de 16 años, le extraña casi que le pregunten: «Sí, claro, cogí un autobús y llegué hasta Roma». El destino era la estación ferroviaria de Tiburtina, donde está este campamento. Desde aquí tomaban un tren hasta Milán y proseguían su camino por el resto de Europa. Sin embargo, Francia cerró sus fronteras y provocó un colapso que dejó a miles de personas varadas.
Fue entonces cuando se creó el Centro Baobab, un edificio ocupado –a unos pocos metros de la estación de Tiburtina– dedicado a prestarles una atención primaria a quienes venían de paso por la capital italiana. Los voluntarios que lo gestionan les daban ropa o comida y el espacio se convirtió en referencia, por lo que distintas organizaciones venían a ofrecerles asistencia sanitaria, legal o un techo más acogedor en el que hospedarse. Los desalojaron en varias ocasiones, hasta que se desplazaron a la parte posterior de una antigua fábrica abandonada, donde hoy siguen acogiendo a unas 300 personas.
Voluntarios españoles
«Los menores actualmente son unos 25 ó 30, todos eritreos», afirma el fundador del Centro Baobab, Andrea Costa, que apenas tiene tiempo para pararse un segundo, mientras intenta coordinar el reparto de tareas en el campamento. Entre los voluntarios, estas semanas se encuentran españoles como Sara o Rafael, que integran la ONG No Name Kitchen. Por las tardes, mediadores de la organización Intersos se llevan a los menores a un centro cerrado para pasar la noche; mientras que Save the Children los acoge durante el día en otro refugio temporal.
El proyecto de Save The Children se llama Civico Zero y lleva en marcha casi una década. Entonces se dedicaba a recoger a menores, en su mayoría egipcios, que se concentraban en los alrededores de la estación de trenes de Termini, donde las mafias les obligaban a prostituirse o trapichear con drogas. «Hoy la situación ha cambiado, la mayoría proceden del Cuerno de África», señala Ilaria Olivieri, coordinadora de Civico Zero.
En este centro pueden realizar talleres o recibir apoyo psicológico, ya que según Olivieri «gran parte de ellos tienen signos visibles de tortura en el cuerpo». En muchos casos, las chicas también han sido víctimas de abusos sexuales. Aquí albergan a 360 menores no acompañados, de los 2.400 que Save the Children estima que se encuentran perdidos por el territorio italiano.
En la época de mayor afluencia de desembarcos, esta cifra llegó a superar los 6.000. No había entonces registros oficiales y nadie sabe tampoco qué fue de estos 3.600 de diferencia. Lo que sí lamenta la ONG es que el fracaso de la reubicación en otros países haya impedido la reagrupación familiar de estos niños, cuyos padres se encuentran en muchas ocasiones en otros Estados europeos. Una situación que será todavía más complicada tras el acuerdo de la UE.
En línea con la reducción del flujo migratorio en general, este año han llegado a Italia 2.593 menores. Mientras que unos 18.300 se encuentran en centros de acogida de este país. Mikiale pasó poco tiempo por uno de ellos. Insiste en que está en Roma de paso para llegar a Holanda y que algún día lo conseguirá.
✕
Accede a tu cuenta para comentar