Internacional

Veinte años en el trono de Mohamed VI, el modernizador

El rey de Marruecos cumple veinte años en el trono y ha logrado transformar el país magrebí, dinamizar la economía y mejorar los derechos de las mujeres. El principal reto del reino alauí es avanzar en las reformas estructurales para combatir las tensiones sociales.

El rey Mohamed VI de Marruecos
El rey Mohamed VI de Marruecoslarazon

El rey de Marruecos cumple veinte años en el trono y ha logrado transformar el país magrebí, dinamizar la economía y mejorar los derechos de las mujeres. El principal reto
del reino alauí es avanzar en las reformas estructurales para combatir las tensiones sociales.

Poco después de que el rey de Marruecos Mohamed VI ascendiera al trono en el verano de 1999, un año que ya había vivido otro relevo generacional con la coronación de Abdalá II en Jordania, el joven monarca de 36 años emprendió una gira de diez días por el norte del país a modo de presentación. Con el pelo corto y sin afeitar, y a bordo de un Cadillac blanco como su traje, la Prensa recuerda al flamante soberano siendo recibido por cientos de miles de súbditos, que tenían grandes expectativas en su promesa de crear un Marruecos moderno.

Veinte años después de su entronización, en su discurso a la nación emitido anoche, el monarca subrayó que en este tiempo «hemos logrado avances innegables en la promoción de los derechos y las libertades y en la consolidación de una práctica democrática sólida». Sin embargo, Mohamed VI no rehuyó la autocrítica y reconoció, al mismo tiempo, que estos logra quedan lejos de satisfacer las demandas de los marroquíes. «Aunque importante, el desarrollo de infraestructura y las reformas institucionales no son suficientes por sí mismas», explica.

Y es que su reinado ha transformado profundamente el país magrebí. Cuando el monarca marroquí heredó la corona tras la muerte de su padre, Hasan II, recibió con ella un país de 28 millones de habitantes y un largo historial represivo y de abusos de derechos humanos, considerables dificultades económicas, altas tasas de desempleo y pobreza, y una fuerte desigualdad entre el mundo urbano y el rural.

Sus primeros pasos al frente de Marruecos incluyeron algunas medidas esperanzadoras, como la de destituir a quien había sido durante años mano derecha y ministro del Interior de su padre, abrir la puerta al retorno de algunos de los exiliados políticos más prominentes del país, o investigar, aunque tímidamente, los años de plomo sufridos bajo Hasan II.

Siguiendo esa misma estela, durante el reinado de Mohamed VI se han producido algunas mejoras notables en materia social, con un fuerte incremento de la escolarización y una reducción pronunciada de las tasas de pobreza. En 2004, el reino accedió a reformar su derecho familiar tras la presión de centenares de miles de mujeres, que ganaron el derecho al divorcio, su tutela, la custodia infantil o elevar la edad mínima de matrimonio a 18 años. Pero el prudente espíritu aperturista del monarca se vio entorpecido tras una serie de atentados perpetrados en Casablanca en 2003, los peores que recuerda el país, se desató una nueva lucha antiterrorista criticada por grupos de derechos humanos y considera el pretexto para frenar las promesas del rey de instaurar «un nuevo concepto de autoridad».

A nivel económico, Marruecos ha experimentado en los últimos veinte años un gran salto de su producto interior bruto, que ha subido de los 41.000 millones de dólares a los 118.000. A la vez, el país ha llevado a cabo un formidable desarrollado de infraestructuras, y, según el Banco Mundial (BM), figura entre los mejores posicionados de la región para hacer negocios. En este sentido, el monarca subrayaba anoche que “hemos dado un salto cuántico en el desarrollo de infraestructura, ya sea en la construcción de carreteras, el ferrocarril de alta velocidad, los principales puertos, las instalaciones de energía renovable o el desarrollo urbano y la modernización”.

A pesar de ello, el desarrollo experimentado en Marruecos ha tenido un fuerte carácter desigual, tanto a nivel geográfico, con un interior del país relegado a un cierto olvido, como social, con unas cifras aún elevadas de pobreza y desempleo, y una pobre red de servicios y protección social en áreas como la sanidad, la educación y las pensiones. Unas sombras que Mohamed VI no obvió en su discurso de anoche. «Lo que socava este resultado positivo es que los efectos del progreso y los logros alcanzados, lamentablemente, no se han sentido en todos los segmentos de la sociedad marroquí», aseguró.

Por motivos como estos, miles de marroquíes protagonizaron en 2011 un gran levantamiento popular que exigía libertad, dignidad y justicia social, en un momento en el que toda la región se tambaleaba. Saliendo al paso de las protestas, Mohamed VI tomó medidas para aplacar los ánimos populares, incluyendo una reforma constitucional y unas nuevas elecciones. A la larga, aquella batería de reformas no solo se demostró insuficiente, sino también una gran oportunidad perdida para el monarca para introducir reformas estructurales.

Hoy, un 49% de los marroquíes desea que se produzcan rápidos cambios políticos, y por debajo de los 30 años, un 70% desea emigrar, según el último estudio del Barómetro Árabe. Consciente de estas demandas sociales, Mohamed VI prometió una reforma del modelo de desarrollo que permita a Marruecos formar parte del grupo de países desarrollados. De ahí que hiciera una llamamiento “al Gobierno para que comience a trabajar en planes sectoriales importantes e integrados de próxima generación, que constituirán la columna vertebral del nuevo modelo de desarrollo”.