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La Asamblea de China otorga el poder perpetuo a Xi Jingping

Elimina el límite de mandatos y le da plenos poderes para convertir al país en la gran potencia mundial

Xi Jinping en el pleno de la Asamblea Nacional Popular/Reuters
Xi Jinping en el pleno de la Asamblea Nacional Popular/Reuterslarazon

Elimina el límite de mandatos y le da plenos poderes para convertir al país en la gran potencia mundial.

Como era de esperar, la Asamblea Nacional Popular (ANP) –el Legislativo chino– aprobó ayer con una mayoría abrumadora la reforma de la Carta Magna que elimina el límite de dos mandatos para el presidente del país, Xi Jinping, dejándole vía libre para permanecer en el poder de manera indefinida. Con esta decisión se pone fin a 36 años de liderazgo colectivo en los que la Constitución del país ha velado por evitar la concentración de poder en una sola persona y, de esa manera, no repetir los errores de otros líderes que en tiempos pasados llevaron a la población a pasar grandes penurias.

«La enmienda hace que la Constitución se ajuste a los tiempos al incorporar nuevos logros, experiencias y requisitos del partido y el desarrollo del país, ya que el socialismo con características chinas ha entrado en una nueva era», aseguró Li Shuzhong, vicepresidente de la Universidad China de Ciencias Políticas y Derecho, al diario estatal «Global Times». Su forma de entender la reforma encaja con la versión oficial del Partido Comunista Chino (PCCh), que también justifica la medida arguyendo que se debían igualar las reglas de permanencia para los tres puestos que ostenta Xi, el de jefe de Estado, secretario general del PCCh y presidente del Comité Militar Central.

Muchos de sus defensores insisten en que Xi necesita tiempo para emprender las reformas económicas y de otro calado que persiguen convertir a la segunda economía del planeta en una superpotencia a nivel mundial en diversas áreas. Sin embargo, esa justificación no es compartida por otros analistas y expertos que consideran que más allá de ajustarse a los nuevos tiempos, ha sido Xi quien, valiéndose de los medios de comunicación y de su campaña contra la corrupción –que ha procesado a 1,5 millones de funcionarios–, ha generado un culto a su personalidad que le ha ayudado a lograr su objetivo personal de permanencia en el poder.

Ayer, cuando Xi se levantó de su asiento para depositar su voto, los casi 3.000 diputados del Gran Palacio del Pueblo de Pekín le brindaron un sonoro aplauso. Veinte minutos después, todos habían depositado sus papeletas y, al cuarto de hora, ya se conocía el resultado de una votación medida al milímetro y sin sorpresas. Con 2.958 votos a favor, dos en contra, tres abstenciones y uno inválido, se eliminaba la norma impuesta en 1982 por Deng Xiaoping que impedía gobernar durante más de una década y, con un nuevo aplauso, los presentes rendían pleitesía al líder chino más poderoso desde los tiempos de Mao Zedong.

La actual Constitución china, que entró en vigor en 1982, había sido enmendada por última vez en 2004. La reforma aprobada ayer venía acompañada de 21 enmiendas que buscan reforzar el papel fundamental del PCCh en el país y del «núcleo» de Xi Jinping. Entre ellos, la creación de una Comisión Nacional de Supervisión, que quedará por encima de los tribunales y la Fiscalía y vigilará a funcionarios y cuadros del partido bajo el mando de Xi, o la inclusión del pensamiento político de Xi sobre el «socialismo con características chinas en una nueva era».

Con todas estas medidas, que empoderan aún más a un líder que está por encima de todo, China pasó ayer de ser una dictadura con límites de mandato a una personalista con Xi a la cabeza. Pese a no haber especificado cuánto tiempo piensa quedarse al mando del país, Xi deberá probar su éxito en los próximos años con sus reformas y cumplir con el «sueño chino» o, de lo contrario, fracasará en su intento por erigirse como el nuevo Mao, quien a lo largo de su liderazgo con sus desmanes personalistas causó decenas de millones de muertos, unos temores que inevitablemente sobrevuelan el mandato de Xi.