Casa Real

Y que reine muchos más

La Razón
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Este próximo jueves 21 de abril, la reina Isabel II cumple 90 años, un hito más en la vida de una soberana que el año pasado se convirtió en la monarca que más tiempo ha reinado en la milenaria monarquía británica. Isabel II ascendió al trono en 1952 con 25 años, tan sólo siete después del final de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual la familia real decidió permanecer en Londres a pesar de los bombardeos nazis sobre la ciudad, una decisión admirada por el pueblo británico. El entonces primer ministro, el gran Sir Winston Churchill, fue luego el primero de los 13 primeros ministros que han gobernado el país a lo largo de su reinado. Hoy en día, casi 64 años después de su ascenso al trono, el 90% de la población británica no ha conocido a otro monarca que no sea Isabel II.

En estos 63 años, Reino Unido ha cambiado enormemente, de ser una nación destruida por las bombas y el corazón del Imperio Británico en los años 50, a la nación moderna y diversa que es hoy. El Imperio se ha transformado en la Commonwealth, una comunidad de naciones cuyos vínculos son ahora más fuertes que nunca.

En el transcurso de estos años, la reina ha sido fuente de continuidad y estabilidad, personificando el espíritu y los valores del pueblo británico, y perfeccionando los lazos que unen a los países de la Commonwealth. No es sorprendente, por tanto, que en un sondeo realizado el año pasado apareciera como la mujer más admirada en el Reino Unido y una de las cinco más admiradas en el resto del mundo. Su Majestad no da entrevistas ni tampoco da discursos aparte del que hace todos los años en nombre de su gobierno durante la inauguración estatal del Parlamento. Pero es algo con lo que el pueblo británico está cómodo, y además admira su compromiso inagotable con sus obligaciones de servicio público. La institución de la monarquía es ahora incluso más popular que a lo largo de toda su historia. Por otra parte, es comprensible que la reina, a sus 90 años, delegue cada vez más algunas de sus obligaciones públicas en sus hijos y nietos, como hemos visto esta semana durante la visita a India y Bután de los duques de Cambridge. Pero la reina continúa tan comprometida con su papel como hasta ahora. Su Majestad, por supuesto, tiene un vínculo muy especial con España. Tanto ella como su esposo, el duque de Edimburgo, y sus altezas reales don Juan Carlos I y doña Sofía, son todos tataranietos de la reina Victoria, una relación de parentesco que refleja los lazos tan estrechos entre nuestros dos grandes países. Son innumerables las personas que he conocido aquí en estos dos años y medio y que guardan gratos recuerdos tanto de la visita de Estado de la reina Isabel II como de la de los anteriores reyes de España al Reino Unido. Espero que algún día podamos volver a organizar la visita de los actuales reyes, don Felipe y doña Letizia, que tuvo que cancelarse a principios de año. El jueves que viene, Isabel II estará trabajando, como siempre, asumiendo la amplia gama de deberes constitucionales y de representación que le corresponden, tal y como ha venido haciendo todos los días a lo largo de estas seis décadas. He tenido el honor de conocer personalmente a la reina. He comprobado de primera mano su inteligencia y su amplio conocimiento sobre asuntos nacionales e internacionales, y, cómo no, su notorio sentido del humor. Como su embajador en España, no puedo concebir un honor mayor que el de servirles a ella y al país del que me siento tan orgulloso.