Política

Kiev

Yanukóvich promete reformar el Gobierno y las leyes que causaron la protesta

La Razón
La RazónLa Razón

Ha tardado varios días, pero la chispa de los opositores en la capital, Kiev, ha prendido en otras ciudades ucranianas, principalmente de la mitad occidental, de mayoría europeísta y nacionalista, abriendo así nuevos frentes y extendiendo la lucha contra el Gobierno de Victor Yanukovich a las provincias. Tras tímidos movimientos el jueves, ayer se registraron ya importantes disturbios en casi una decena de ciudades.

Si los cinco opositores muertos el miércoles espolearon los ánimos, el jueves fueron la noticias de los abusos policiales a los detenidos las que sirvieron de acicate a los manifestantes, que cada vez con más fuerza exigen, ya no sólo la derogación de la llamada «ley antiprotestas», motivo inicial de esta segunda ola de manifestaciones, sino la caída del Gobierno de Yanukovich. En Lviv, una de las principales ciudades de la mitad occidental, cercana a la frontera con Polonia, un grupo de unos 2.000 manifestantes entró en la sede de la delegación del Gobierno y obligó a su delegado a firmar una carta de renuncia.

En Rovno, los opositores construyeron una barricada a la entrada de la sede del Gobierno regional. También se registraron disturbios en las ciudades de Jmelnitski, Ternopol, Cherkassi, Poltava, Ivano-Frankovsk y Zhitomir.

Esta explosión de ira obligó al presidente Yanukovich a abrir ayer la puerta a cambios en su equipo y modificaciones en la polémica «ley antiprotestas», que se abordarían en una sesión parlamentaria convocada para el próximo martes: «Reestructuraremos el Gobierno para buscar una composición profesional óptima. Nuestros expertos afinarán estos asuntos [en referencia a la nueva ley] y junto con la oposición llegaremos a soluciones de compromiso. Votaremos esos cambios para dejar atrás estas cuestiones». Además, prometió una amnistía para todos los manifestantes que no hayan cometido delitos graves. Yanukovich aseguró también que hará «todo lo que pueda» para «detener el conflicto» y «frenar la violencia». Sin embargo, advirtió de que no dudará en utilizar «todos los métodos legales» para contener los enfrentamientos si la crisis no se resuelve de una forma «amistosa».

El problema es que a estas alturas las declaraciones de Yanukovich generan a todo el país escepticismo, pues mientras en sus intervenciones públicas utiliza un tono conciliador (no así su primer ministro Azarov), en las reuniones a puerta cerrada con la oposición para buscar una salida negociada no se mueve un centímetro de su postura. Una estrategia para ganar tiempo y confiar en que se enfríen las protestas.

De eso mismo se quejó ayer Vitaly Klitschko, líder del partido UDAR y uno de los interlocutores en la negociación: «Horas de conversación se han gastado para nada. No tiene sentido sentarse en una mesa de negociaciones en la que alguien ya ha decidido decepcionarte. Sinceramente, deseo que no haya más derramamiento de sangre. Yo sobreviviré, pero temo que haya muertos».

Ayer llegó a Kiev el comisario europeo de Ampliación, Stefan Füle, y la semana que viene lo hará Catherine Ashton, jefa de la diplomacia comunitaria, con la intención de reunirse con el Gobierno y la oposición para intentar mediar en la crisis. Mientras llegaban las noticias de disturbios en las provincias occidentales, en Kiev, el epicentro de la batalla, ayer volvió a reinar una tensa calma. Lo único en lo que el Gobierno y los líderes de la oposición se han puesto de acuerdo en dos días de negociación es en la voluntad de mantener la tregua en la calles de Kiev mientras duren las conversaciones.

El «alto el fuego» divide a los manifestantes, algunos de los cuales lanzaron gritos de «mentirosos» a los políticos opositores cuando se acercaron el jueves por la noche a la plaza Maidan a dar cuentas de sus conversaciones con Yanukovich. Pese a la reticencia de sectores radicales, el alto el fuego se está cumpliendo en la capital, horas que los opositores aprovechan para rearmarse y construir barricadas con sacos de arena y neumáticos. Los militantes de Spilna Sprava (Causa Común) tomaron el colindante Ministerio de Agricultura para refugiarse de las gélidas temperaturas, de dos dígitos bajo cero.