Sahel

Los yihadistas hunden la Navidad en Mali y en Burkina Faso

Cuatro ataques repartidos entre ambos países en los días 24 y 25 han provocado la muerte de más de 56 militares

Malí.- El Ejército de Malí asegura haber repelido un atentado terrorista contra un campamento militar
Helicóptero del ejército maliense.Europa Press

La guerra no descansó en Navidad. Los chantajes, las masacres, los ataques a quienes defienden su patria contra los agentes del mal, la propaganda y el terrorismo no libraron solo por ser festivo. Es por eso por lo que las jornadas del 24 y del 25 de diciembre se han caracterizado en Mali y Burkina Faso por una oleada de ataques contra posiciones de las fuerzas armadas de ambos países. El yihadismo operativo en el Sahel busca así cerrar un 2023 donde los niveles de violencia y los ataques continúan creciendo respecto a los años anteriores, dificultando en la medida de lo posible la ofensiva lanzada por Ibrahim Traoré (Burkina Faso) contra el yihadismo y la campaña dirigida contra el independentismo de Azawad que inició Assimi Goita (Mali) este verano.

El 24 de diciembre, un convoy de suministros del ejército burkinés que se dirigía hacia la localidad de Boungou, al sudeste del país, cayó en una emboscada a manos de un grupo de hombres armados que han sido identificados como yihadistas. Al menos 46 militares burkineses habrían sido asesinados durante el ataque.

El mismo domingo, el grupo terrorista conocido como JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) reivindicó en un comunicado dos ataques contra posiciones del ejército burkinés en los alrededores de Ouahigouya (noroeste) y Dori (noreste). El 24 de diciembre se registraron así tres ataques llevados a cabo por los yihadistas en tres zonas distanciadas de la geografía burkinesa, muy próximas a sus respectivas fronteras con Mali, Níger y Benín, y continuando de esta forma el incremento de los ataques que lleva dándose desde verano en zonas próximas a las líneas de frontera. La estrategia yihadista, además de procurar la desestabilización de las naciones africanas, pasa por dificultar en la medida de lo posible (e incluso impedir del todo, en algunas carreteras) el transporte de mercancías a través de las fronteras.

Igual de grave es la situación en Mali, donde elementos del JNIM atacaron el campamento militar de Mourdiah, en la región de Koulikoro, consiguiendo hacerse con él tras ahuyentar a las fuerzas malienses. Aunque el asalto tuvo lugar este lunes por la mañana, el campamento de Mourdiah ya fue atacado por los yihadistas y con idénticos resultados el 30 de noviembre. Se ignora el número de bajas en este último ataque. Horas después de lo sucedido, la Fuerza Aérea maliense bombardeó con acierto las posiciones de los yihadistas, obligándoles a abandonar nuevamente el campamento de Mourdiah para su posterior recuperación por parte del ejército.

El 20 de diciembre también se registró una acometida del JNIM contra el campamento de Dinangourou, al sureste de Mali, con al menos 10 militares asesinados y terminando el asalto con la huida de los militares malienses y las consiguientes grabaciones difundidas por los yihadistas, en donde mostraban el botín adquirido (uniformes, munición, gasolina, morteros, vehículos). Según fuentes oficiales, dichos yihadistas habrían huido de los alrededores de Djibo (Burkina Faso) tras ser derrotados por las fuerzas burkinesas en el marco de su ofensiva en curso, para acceder de esta manera al territorio maliense y sembrar allí sus semillas de terror. El campamento de Dinangourou se trataría de su primer objetivo con un valor estratégico. Pese a que la recién creada Alianza de los Estados del Sahel (AES), compuesta por Mali, Burkina Faso y Níger, pretende la colaboración de las naciones asociadas en la lucha antiterrorista, la porosidad de las fronteras en la región sirve a los yihadistas para trasladarse de un país a otro sin apenas resistencia.

Uno de los problemas que trae el saqueo de uniformes y vehículos militares por parte de los yihadistas juega un importante papel en la campaña de desinformación que afecta al Sahel. Cada vez son más habituales las masacres en Burkina Faso y en Mali a manos de “hombres uniformados”, sin que se pueda aclarar, en parte debido al hermetismo de los gobiernos de sendos países, si los asesinos de civiles fueron militares propiamente dichos o yihadistas disfrazados como tal. Esto consigue poner en duda las actuaciones de las juntas militares (que, objetivamente hablando, han asesinado a centenares de civiles en los últimos años y meses en localidades como Moura o Karma) y facilita el apoyo de la población civil en favor de los yihadistas, pese a que también participan en esta dinámica de masacres cada vez más habitual en la región.

Pero los intereses de los yihadistas no se aplican únicamente al ámbito religioso. También existe un interés económico detrás de los ataques y que se aplica a algunas de sus últimas actuaciones. Es de sobra conocido el papel de los diferentes grupos armados del Sahel en el tráfico de drogas y tabaco, pero también en la extracción de materias primas y en el robo de recursos del Estado.

El factor oro

El convoy burkinés asaltado durante el 24 de diciembre se dirigía a Boungou, donde una importante mina de oro ha sido objeto de múltiples ataques yihadistas desde 2017. La virulencia de uno de estos ataques, que tuvo lugar en 2019 y que concluyó con la muerte de 39 empleados, obligó a cerrar temporalmente el sitio. La mina pertenecía entonces a la minera canadiense SEMAFO Gold, que posteriormente la vendió a la empresa marfileña Endeavour, aunque hace escasos meses fue adquirida por el conglomerado empresarial de Simon Tiemtoré, el tercer comprador de la mina en tres años. Los continuos ataques de los yihadistas, así y como el elevado coste de transporte de mercancías y de personal a la mina de Boungou, dificultan el proceso de extracción y perjudican directamente la economía burkinesa.

Algo similar sucede con el área de Nara, en donde se encuentra situado el campamento militar de Mourdiah (atacado el 30/11 y el 25/12). Aquí se ubica la conocida “bolsa de Nara”, que incluye las regiones de Koulikoro y de Mopti en Mali, pero también zonas del sureste de Mauritania, y que estudios realizados en 2007 especificaron que podía albergar más de 4.800 millones de barriles de petróleo. A pesar del enorme potencial de sus reservas, la inestabilidad en el país ha impedido que se realicen los trabajos pertinentes para su extracción. La Katiba Macina (uno de los grupos yihadistas más mortíferos del Sahel), junto con el JNIM, han hostigado la zona sin descanso en los últimos años, pese a los reiterados esfuerzos de los sucesivos gobiernos malienses para expulsar a los yihadistas.

Cabe a destacar que existe una explicación de por qué los ataques en Mali suelen concluir desde verano con la huida de las tropas malienses, mientras los burkineses sostienen el terreno o incluso consiguen avances en determinados puntos del frente. Las FAMA (Fuerzas Armadas de Mali) y sus socios del Grupo Wagner, ahora renombrado como Africa Corps, llevan desde este mes de agosto centrando sus esfuerzos en el norte del país y en la guerra contra los separatistas de Azawad, dejando desprotegidos y peor dotados los puestos militares al sur del Níger. No es casualidad que la totalidad de los ataques del JNIM en Mali desde este verano se hayan cometido en dirección a Bamako, bien alejados de los territorios de Azawad.

Burkina Faso, por el contrario, se encuentra inmersa en una guerra abierta contra el yihadismo dirigida por el capitán Ibrahim Traoré, que destina la totalidad de sus esfuerzos a expulsar a los radicales islámicos del país. Esto se traduce en un incremento en el balance de victorias. Recientemente consiguió liberarse la región que rodea la ciudad de Djibo, tras casi dos años de presencia yihadista. Mientras Traoré indicó, en su discurso con motivo del aniversario de la independencia de Burkina Faso, que la campaña contra el yihadismo “aumentará” en los próximos meses.