Terrorismo

Los yihadistas del Sahel amenazan con bloquear los accesos a Mali, Níger y Burkina Faso

La localización de los ataques registrados desde verano, sumado a la inestabilidad reinante en los tres países, muestran un repunte en la actividad terrorista

Malí.- La misión de la ONU en Malí denuncia dos ataques contra sus convoyes en retirada en el norte del país
La misión de la ONU en Malí denuncia dos ataques contra sus convoyes en retirada en el norte del país.Europa Press

Actualización en la situación del terrorismo en el Sahel este mes de octubre.

La retirada de Francia de Mali, Burkina Faso y Níger ha borrado del mapa al Ejército mejor preparado y más efectivo que trabajaba en la lucha antiterrorista en el Sahel. El actual repliegue de la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali) que concluirá antes del nuevo año facilita los abusos contra la población civil ejercidos por los grupos armados e incentiva la inestabilidad en las zonas que ocupaban previamente los cascos azules.

Los crímenes perpetrados por los ejércitos de Mali y Burkina Faso empujan a diario a las comunidades peul a situarse del lado de los yihadistas, aumentando el número de combatientes que ofrecen sus vidas. La ruptura entre los golpistas y la Unión Europea ha reducido a mínimos la colaboración con Europa en materia de adiestramiento y asesoría militar, empeorando así las capacidades de sus ejércitos. El G-5 Sahel es historia.

La actual ofensiva de Bamako contra los independentistas de Azawad estira al máximo las capacidades de las Fuerzas Armadas de Mali (FAMA), dando manga ancha a los yihadistas para incrementar sus ataques sin necesidad de sufrir las consecuencias. En Níger, el golpe de Estado ocurrido durante el pasado mes de julio ha debilitado la cohesión social después de que Rhissa Ag Boula, comandante tuareg y líder del recién formado Consejo de la Resistencia por la República (CRR), haya hecho un llamamiento colectivo a la comunidad tuareg para oponerse a la nueva junta militar.

El coronel de las fuerzas especiales Assimi Goita (Mali), el capitán de artillería Ibrahim Traoré (Burkina Faso) y el general de la Guardia Republicana Abdourahamane Tchiani (Níger) son los nuevos líderes que han ejecutado un volantazo en las políticas de defensa de sus respectivas naciones, expulsando a las fuerzas de la ONU y Francia a cambio de un partenariado con Rusia, en el caso de Mali, o reduciéndose la capacidad de combate a la de sus propios ejércitos. Manchados por un ímpetu panafricano y nacionalista, los militares han embotado los oídos de sus ciudadanos con soflamas patrióticas que sufren un serio revolcón en el momento en que se enfrentan a la realidad del terreno.

Tres países bajo amenaza de bloqueo

El deterioro de la situación ha alcanzado nuevos niveles desde verano. Los grupos EIGS (Estado Islámico del Gran Sáhara) y JNIM (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes), con sus respectivas filiales, firmaron en el mes de septiembre una tregua que les permita centrar sus esfuerzos en castigar a los Gobiernos de las naciones citadas, dejando a un lado, al menos por el momento, sus diferencias.

Los ataques en Mali se han centrado esencialmente en el centro del país, con especial mención a la región de Mopti, como lleva sucediendo desde 2022, y en los alrededores de la histórica ciudad de Tombuctú. En lo que respecta a Tombuctú, la localidad lleva asediada por los yihadistas desde este mes de agosto por tierra, agua y aire. Dos ataques en el mes de septiembre contra embarcaciones civiles que navegaban el río Níger han vuelto el río intransitable. Los bombardeos de mortero ocasionales contra el aeropuerto de Tombuctú han obligado a cancelar los vuelos comerciales. Y los yihadistas han bloqueado las rutas terrestres que llegan desde Mauritania y Argelia, aunque recientemente suavizaron el cerco con el fin de permitir el paso de alimentos y combustible para uso civil.

Igualmente, diversos ataques contra las carreteras R23 y N16, ambas fundamentales para acceder a Tombuctú desde la capital del país, Bamako, suponen un importante obstáculo para el transporte terrestre de las FAMA que procuran dirigirse al norte. La N15, que lleva desde la localidad de Mopti hasta el noroeste de Burkina Faso, también ha sido objetivo de múltiples ataques en los últimos meses, con el agravante que esto significa a la hora de facilitar la colaboración militar entre ambas naciones. La carretera es, según confirma la periodista Èlia Borràs, establecida en Burkina Faso, “intransitable desde hace tres meses”.

La única ruta disponible entre Mali y Burkina Faso obliga ahora a descender por la RN10 desde Sikasso (Mali) hacia Bobo-Dioulasso (Burkina Faso), antes de subir de vuelta al norte. Implica largos tiempos de desplazamiento con el consecuente gasto en combustible, a sabiendas de que Mali vive desde comienzos de año una profunda crisis energética, pero también aumentando el riesgo que acompaña a las distancias.

La nación que más ataques yihadistas ha sufrido recientemente es Burkina Faso. Las vías de acceso a Ghana y Togo empeoran por cada semana que transcurre, debido a los ataques esporádicos registrados en el norte de ambos países; los militares desplegados en el norte del país y los alrededores de Kaya (centro-norte) han sufrido al menos seis atentados y emboscadas desde este mes de agosto. A esto habría que sumarle la difícil circulación de vehículos por el eje Mopti-Ouahigouya y el eje Kongoussi-Sabcé que recorre la RN22. Este mismo domingo sucedió además un ataque próximo a la N9 que conecta Bobo-Dioulasso con la frontera maliense, atribuido al JNIM.

Si los accesos de Mali a Burkina Faso se encuentran actualmente restringidos a unas pocas rutas, algo similar ocurre con los accesos que llevan de Burkina Faso a Níger.

La N6, que recorre desde Uagadugú (capital de Burkina) hasta Niamey (capital de Níger) por el este, puede atravesarse en el momento actual, pese a que un número creciente de ataques enmarcan sus laterales dejándolos cada vez más expuestos. La N3, que conecta ambas capitales por el norte, ha sido objeto junto con sus alrededores de al menos cinco ataques en los dos últimos meses. Atravesar la N3 es ahora un deporte de riesgo, y el paso de mercancías o de vehículos militares es imposible la mayoría de los días. El aislamiento terrestre de Burkina Faso respecto a sus vecinos por norte, sur, este y oeste comienza a ser un hecho.

Níger tampoco escapa de este bloqueo terrorista. Si bien todavía puede accederse a Niamey por la ya citada N6 que llega desde Burkina Faso (pese a la creciente amenaza y las dificultades que entraña esta ruta), la vía principal que conecta la capital Nigerina con Mali, la RN1, y sus alrededores, han sufrido desde el mes de julio al menos siete ataques terroristas. Resulta relevante conocer que los esfuerzos del los yihadistas se han centrado desde verano en esta zona. Si antes del golpe de Estado podían registrarse ataques en el norte de Níger y en su frontera con Nigeria, hace meses que se reducen al área citada.

El único ataque que no ha ocurrido en la RN1 fue una dolorosa escabechina ocurrida el 2 de octubre en la localidad de Tabatol y que acabó con la vida de más de 100 soldados nigerinos. Sin embargo, la localidad de Tabatol se encuentra próxima a la frontera con Mali, reafirmándose así que los ataques se están centrando en impedir la conexión entre ambos países.

Acceder desde Mali hasta Burkina Faso es cada vez más complicado. Lo mismo ocurre entre Burkina Faso y Níger, Mali y Níger, y a la inversa en cada una de ellas. Son países enteros asediados por el terrorismo que impide el paso de civiles y de mercancías, y que además dificulta una necesaria colaboración militar. Aunque los objetivos mencionados ya llevaban siendo víctimas de ataques desde hace años (es de sobra conocida la situación en la zona conocida como “las tres fronteras”), la novedad en este caso sería la simetría de los ataques efectuados por filiales de Al Qaeda y de ISIS que incomunican a las tres naciones al mismo tiempo y por diferentes rutas, más allá de las tres fronteras, adivinándose una estrategia clara por parte de los yihadistas.

También despierta las alarmas el reducido espacio de tiempo que transcurre entre un ataque y otro: esto pone de manifiesto las carencias de las juntas militares para hacer frente a la amenaza terrorista de manera efectiva y en tiempo real. A la vez que deja claro que los terroristas, cada vez mejor organizados como respuesta a la creciente desorganización de los Estados afectados, han aumentado su capacidad de acción y saben aprovechar su momento.