Elecciones en Francia

Criatura de Rothschild

El intelectual Attali es quien ha conducido a Macron a lo más alto. de la esfera política francesa y quien le introdujo con 30 años en la elitista banca unas semanas antes de la quiebra de Lehman Brothers.

Emmanuel Macron
Emmanuel Macronlarazon

El intelectual Attali es quien ha conducido a Macron a lo más alto

de la esfera política francesa y quien le introdujo con 30 años en la elitista banca unas semanas antes de la quiebra de Lehman Brothers.

Corría el verano de 2014 y Hollande ya pasaba penurias en un quinquenio que todavía le iba a deparar el zarpazo del terrorismo más sangriento de la historia de Francia. El presidente se disponía a remodelar gobierno con cambios de calado y por primera vez sonaba el nombre de Emmanuel Macron. Los medios de comunicación buscaban referencias del que sonaba como nuevo titular para Economía y Jacques Attali, uno de los intelectuales más influyentes del país, soltaba con contundencia en el «primetime» de televisión: «Tiene el talento suficiente como para un día llegar a la presidencia del país». Quizás Attali no supiese que su profecía tenía el cronómetro puesto en marcha, o probablemente sí, ya que este economista, ensayista, dramaturgo, musicólogo y hombre de confianza de casi todos los presidentes de Francia, es el mentor en la sombra de Macron.

Fue él quien lo llevó hasta lo más alto de la esfera política francesa, al introducirlo en el selecto grupo de la Comisión para la liberación del crecimiento francés, más conocida como la «Comisión Attali», instancia que nació para aconsejar sobre las estrategias de la economía francesa durante la Presidencia de Sarkozy. Attali fue el nexo entre Macron y el presidente Hollande, que enseguida quedó engatusado por el joven banquero de la Rothschild, a quien fichó para preparar su programa económico para la campaña que lo llevó al Elíseo en 2012. Attali y Macron comparten universo humanista y ciertos principios básicos de pragmatismo ideológico (Attali ha colaborado con gobiernos de signo opuesto) y de individualismo registrados en la vasta bibliografía producida por este gurú de las élites francesas. «No tengo gustos lujosos ni grandes necesidades, pero aprecio mucho mi independencia», decía Macron en 2014 para justificar su paso por la Rothschild cuando el ala izquierdista del Partido Socialista criticaba su nombramiento como ministro. Dosis de pragmatismo, individualismo y humanismo a partes iguales para entender la esencia de Macron, pilares del pensamiento de Attali. De tal palo, tal pupilo. Ambos se conocieron después de que el actual candidato al Elíseo terminara sus estudios en la prestigiosa Escuela Nacional de la Administración (ENA) y diera sus primeros pasos como inspector de finanzas. Es también Attali quien apadrina su entrada en la banca Rothschild recomendado a aquel joven de 30 años a François Henrot, mano derecha de David de Rothschild. Corre el final del verano de 2008, tan sólo un par de semanas antes de la quiebra de Lehman Brothers y de que el mundo cambiara para siempre. Por entonces ya se gana el elegante apodo de «Mozart de las Finazas» y enseguida escala posiciones. Primero analista, más tarde director y finalmente socio de la banca. Es en esos años cuando traba amistad con grandes patrones como el de Nestlé, Peter Brabeck, quien le encarga la compra de una filial de Pfizer, una operación valorada en 9.000 millones de euros. Todo en dos años de continuos ascensos. Henrot, quien lo reclutó para la Rothschild, declaraba hace poco para la revista L’Obs: «Tiene esa rararísima mezcla en alguien tan joven de rapidez intelectual, potencia trabajadora, seguridad y carisma. Habría sido uno de los mejores de banqueros de Europa si se hubiese quedado en el oficio». ¿Por qué entonces el joven brillante quiere cambiar el rumbo de su vida? En su libro «Rothschild, una banca al poder» (Ed. Albin Michel 2012) la escritora Martine Orange cita al por entonces ya consejero de Hollande: «El oficio de banquero no es muy intelectual. El mimetismo del ambiente hace de guía». Macron hizo agenda de influencias sabiendo que su espíritu intelectual estaba lejos de las finanzas.

Ya recién llegado al Elíseo bajo la protección de sus dos mentores, el político Hollande y el ideológico Attali, encuentra otro de sus grandes apoyos en la figura de en Jean-Pierre Jouyet, secretario del Elíseo, al que debe en buena parte abonarle el terreno en un gobierno donde no todos lo veían con buenos ojos. Era el aterrizaje del «ministro estrella» de Hollande, título preestablecido desde incluso antes de que tomara la cartera de Bercy. En realidad, Jouyet ya había puesto sus ojos en el estudiante Macron cuando éste despuntaba en la ENA, tras completar sus estudios de Filosofía en la Universidad de Nanterre. Jouyet es visto por algunos como el gran apoyo de Macron en su rivalidad con el ex primer ministro Manuel Valls. El tándem Jouyet-Macron impone muchas de sus decisiones haciendo un inteligente juego de equilibrios, con nominaciones al frente de las grandes empresas francesas, como Elecricité de France, donde su candidato se impone al apadrinado por Valls. La rivalidad entre primer ministro y «ministro estrella» se escenificó en múltiples ocasiones. Ambos querían la sucesión material de Hollande y la espiritual de Michel Rocard. Se llegaron a publicar sondeos en los que Macron era para el 29% de los franceses el heredero del ex primer ministro socialista y padre de la llamada izquierda reformista o «segunda izquierda».

Caprichos del destino, Rocard fallecía el verano pasado cuando ambos libraban la batalla para recoger su herencia ideológica en bambalinas. Pocas semanas después, cuando Macron lanzó su órdago personal abandonando el gobierno para emprender la carrera por las presidenciales, Valls desempolvaba artillería al instante: «Ser ministro es un honor increíble, requiere responsabilidad y sentido de Estado, no pensar en uno mismo y trabajar en un colectivo». Pero Jouyet, que maneja todo el entramado de poder presidencial, seguía velando en la sombra por su joven amigo pese a la teoría de la traición hilvanada por Valls. Poco después, Hollande afirmaría no sentirse traicionado por su pupilo. Plan desbaratado, pista libre.

Jouyet, como Attali o Brabeck tienen en común ser mayores que Macron. La gran clave de sus relaciones hay que buscarla en la madurez. «Era amigo de todos los profesores, y no tanto de los alumnos. Un día me comentó que le aburríamos», decía hace poco para «Libération» uno de sus compañeros del prestigioso liceo Henri IV de París donde acabó el bachillerato. Más allá de su archiconocida historia de amor con su esposa Brigitte Trogneux, su profesora de francés y teatro 20 años mayor que él en su escuela de Amiens, Macron siempre ha tenido por referentes en su vida a personas mayores que él, y con influencia. Con Attali o Brabeck estableció relaciones con un punto paterno-filial. Una red de contactos basados en la admiración y de los que Macron ha absorbido conocimiento, una cualidad que le otorgan todos los que se acercan a él. Una telaraña de relaciones que lo han acompañado y catapultado hasta el «Día D», cuando el que fue pupilo de todos, sea por fin su presidente.