Crítica de cine
La diva al desnudo
«Marina abramovic: la artista está presente». Dirección: Matthew Akers y Jeff Dupre. Intérpretes: Marina Abramovic, Ulay, Klaus Biesenbach. EE UU, 2012. Duración: 106 minutos. Documental
En este preciosista documental sobre la diva de la «performance» existe una historia de amor que podría haber conducido el retrato más o menos celebratorio de Abramovic al análisis de las razones por las cuales una manifestación artística esencialmente efímera, creada como grito de protesta o bofetada en vivo y en directo al público, se instala en el MoMA de Nueva York creando colas de fanáticos para verla. La historia de amor en cuestión es la que unió, sentimental y creativamente, a Abramovic con otro «performer», el alemán Ulay. Después de veintitrés años sin hablarse, los ex amantes se reencuentran, lejos de la furgoneta en la que vivieron un lustro, en la mansión de la artista yugoeslava en Hudson Valley. La cara de Ulay, artista del hambre, es todo un poema.
Desde una perspectiva didáctica, la película es impecable. A los no iniciados en la práctica de la «performance» por un lado nos explica de qué modo Abramovic sometió su cuerpo a todo tipo de situaciones extremas –autoflagelaciones, mutilaciones y exhibiciones impúdicas– para explicar su traumática infancia, su rebelión contra el sistema, el ruido y la furia de sus emociones, y por otro nos muestra la preparación de su retrospectiva en el MoMA, en la que pondrá en práctica la «performance» definitiva: en una silla, quieta e impasible durante siete horas al día, sostendrá la mirada de aquellos que quieran sentarse frente a ella. Los resultados de esa singular instalación viviente son bastante emocionantes, pero el documental nunca se detiene a preguntarse si Abramovic lo hace para reivindicar la trascendencia espiritual de su arte o para desafiarse a sí misma en un acto de plenitud narcisista. En definitiva, si la «performance» es una respuesta al arte embalsamado, ¿por qué Abramovic es millonaria?
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