La Razón del Domingo

El ecologista exterminador

Australia es la frontera del proteccionismo, pero ha creado una fatal paradoja: ahora deben matar a los animales protegidos porque están acabando con este continente

La desertización de Australia es cada vez mayor
La desertización de Australia es cada vez mayorlarazon

Si Australia fuera un animal, la Gran Barrera actuaría como una piel extrafina, la capa más sensible al deterioro y, por eso, la que revela su salud. Desde el avión, la piel todavía aparece espléndida. La selva subacuática se prolonga durante kilómetros, interrumpida en ocasiones por canales sinuosos aunque suficientes para la navegación, o sesgada por amplias brechas que van a dar al mar, si bien las fisuras no importan, más bien forman parte de la estructura dominada por los macizos de coral. Al apiñarse, los pólipos dan lugar a algo semejante a planicies o a islotes de forma irregular pero de contornos tan precisos y compensados que algunas galerías de arte limitan su oferta a exponer fotografías del paisaje tomadas desde el aire. Cuando uno ve el trabajo de un cartógrafo en Queensland, puede pensar en Kandinsky, en la obra de Yann Arthus-Bertrand...

DAVID LOWENTHAL, geógrafo: «La geografía del mundo sólo está unificada por la acción de la lógica y la óptica humanas, por la luz y el color del artificio, por la disposición decorativa y por las ideas de lo bueno, lo verdadero y lo bello».

Desde esta altura cuesta creer que ese arrecife polícromo pueda uniformarse de blanco en medio siglo. Blanco es el color del luto en China y el que determina la muerte del coral. Si Australia fuera un animal, hoy estaría enfermo y uno de los síntomas inmediatos serían unas pálidas erupciones en su piel más sensible.

Pero lo que Australia es, según los científicos, es el laboratorio del planeta. Este continente anuncia los cambios socioclimáticos que afectarán a buena parte del resto del globo y de momento las noticias son terribles, hasta el punto de que los australianos han hecho de la preservación de la Gran Barrera un desafío.

El gran laboratorio

Hace unos años, cuando el ecologismo no tenía la visibilidad de ahora y los políticos aspiraban a situar al país entre las potencias económicas mundiales, Australia descubrió que sus recursos jamás le permitirían competir con las grandes potencias. En realidad, comprendió que si deseaba mantener sus dinámicas de consumo debería reducir la población de veintidós millones de personas a ocho en cincuenta años.

Desde entonces, Australia ha cerrado sus fronteras para controlar el flujo de inmigrantes venidos de Asia y la Polinesia; más aún al observar que empiezan a darse casos de refugiados climáticos.

Hoy, Australia lucha contra reloj para retener, al menos, la vida, tras dos siglos de destrozos e imprudencias que sintetizan lastimosamente la destrucción que el hombre ha llevado a cabo a escala planetaria desde la revolución industrial. El descuido y la ignorancia también han contribuido a diseñar un paisaje que, una vez en tierra, se colma de paradojas y coyunturas aún más perversas al situarlas en esta naturaleza esplendorosa, de auténtica maravilla. «Perversa» se me antoja una palabra oportuna para describir a una sociedad que, en su adoración por la naturaleza y sus frutos, ha provocado las plagas que están esquilmando el territorio. Y ahora debe controlarlas. Así, una de las grandes figuras que Australia ofrece al siglo XXI es la del ecologista exterminador.

En nombre de la vida, los descendientes de aquellos presidiarios y militares que en 1770 desembarcaron en Botany Bay se han especializado en aniquilar animales por centenas, y es posible hablar de safaris turísticos para exterminar canguros; de francotiradores expertos en abatir camellos; de biólogos que crean virus anticonejos... el abanico de ejecutores se extiende a brigadas de voluntarios que dedican su tiempo libre a matar. Australia los necesita. Sin ellos, la reproducción desbocada de las especies acabaría pronto con un suelo ya muy débil a causa de la falta de nutrientes y de una salinización monstruosa. Según el biogeógrafo Jared Diamond, se tardará quinientos años en regenerar muchas de las zonas que aún admitan ser regeneradas.

En semejante entorno, proliferan las historias inverosímiles. A veces parecen extraídas de un álbum de otro siglo. A veces, de un relato de ciencia ficción. Y todo apunta a esa Gran Barrera donde el cuerpo aún explota sus viejas posibilidades. Donde se prueba que lo extraordinario es vivir.

Ficha técnica

Título: «En la barrera».

Autor: Gabi Martínez.

Edita: Altaïr.

Sinopsis: No es un libro de viajes al uso sobre Australila. Es decir, no es una guía. Sino un «collage» de experiencias en las que se mezclan la literatura con la ciencia, la poesía con el arte. Al fondo está la barrera de corales de 2.000 kilómetros como símbolo del futuro.