La Razón del Domingo

El personaje de la semana: Lance Armstrong

Lance Armstrong
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La desilusión por la caída desde su mediocridad de un Mengano Zutano es asumible porque el ser humano no es confiable desde Adán y Eva, pero el derrumbe de un mito mundial, de una conjunción de valores, espejo en el que nos miramos los más débiles, es un delito de lesa ética y moral. El ciclista estadounidense fue una esperanza y un misterio para los límites físicos del hombre, un referente de la voluntad, un mecenas y un observatorio para los oncólógos. Ha resultado un mercachifle de la biomedicina deportiva que tiene más agujeros que la bandera de Nápoles y que ha precisado muy poderosas complicaciones para consumar su gatuperio. Hay anatomistas que estiman que el cuerpo humano es un milagro del diseño, pero que está construido con materiales de escasa calidad. Armstrong estaba a punto de demostrar lo contrario y ahora no sabemos si tuvo un cáncer de gónadas o le operaron de fimosis. Su oceánica entrevista con la más influyente periodista estadounidense de televisión, la negra obesa y poco agraciada, Oprah Winfrey (tomen nota nuestros programadores de jóvenes bellezas), fue patética porque el pedalero sólo busca guardar la fortuna y hurtar la cárcel.