La Razón del Domingo
El triunfo del «cabo bohemio»
La llegada de Hitler al poder hace ahora 80 años, se podía haber evitado
El 6 de noviembre de 1932, Alemania acudió a las urnas en medio de una tensa situación política y económica. Desde mediados de la década anterior, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) dirigido por Adolf Hitler no había dejado de avanzar propalando un mensaje catastrofista y antisemita, pero también, como su propio nombre indicaba, nacionalista y socialista. De hecho, desde hacía años controlaba regiones de Alemania como la católica Baviera en la que Hitler era muy querido. Sin embargo, ese día, contra lo que muchos esperaban, Hitler perdió cerca de dos millones de votos, retrocediendo hasta el 33,1% del electorado. El NSDAP seguía siendo el partido más poderoso del Reichstag, pero la suma de socialdemócratas y conservadores o de socialdemócratas y comunistas lo habría apartado del poder y disfrutar de las primeras señales de recuperación económica. Una serie de magnates alemanes que veían en Hitler al hombre que podría evitar el peligro del comunismo solicitaron del presidente Hindenburg que le designara canciller. Sin embargo, Hindenburg no confiaba en Hitler, al que apodaba despectivamente el «cabo bohemio», y encargó la formación de gobierno al general Schleicher.
Personaje nada vulgar, Schleicher tenía la intención de aprovechar el apoyo de Hindenburg y las rivalidades en el partido nazi entre Strasser y Hitler para debilitar la posición de éste. Podría haberlo conseguido con relativa facilidad. Si no fue así se debió a una de las entrevistas más trascendentales de la Historia universal. El 4 de enero de 1933, se reunieron en Colonia Hitler y Franz von Papen, el dirigente del partido católico Zentrum. Von Papen consideraba que el peligro mayor era el que representaba el Partido Comunista y ofreció a Hitler la posibilidad de constituir un gobierno en el que fuera canciller y los ministros vinieran de las filas nazis y nacional-alemanas. El 28 de enero, privado del apoyo del Zentrum, el general Schleicher no tuvo más remedio que dimitir. Desaparecía el último obstáculo para Hitler. El 30 de enero de 1933, Hindenburg, obligado por las circunstancias, nombró canciller a Hitler. Von Papen se convertía en vicecanciller.
Hitler formó un gobierno de coalición en el que las carteras de interior y justicia pasaron a sus compañeros de partido. En paralelo, los ministerios económicos fueron a parar a hombres de la oligarquía financiera. Muchos creyeron que sólo cabía esperar moderación y recuperación económica. El 1 de febrero de 1933, Hindenburg disolvió el Reichstag para facilitar a Hitler una mayoría cómoda. Los nazis desarrollaron una campaña electoral en la que difuminaron los aspectos más escandalosos de su programa y defendieron la familia, la recuperación de las tradiciones nacionales y el final del desempleo. Durante un mes entero, controlaron la prensa, el orden público y los tribunales. Por añadidura, recibieron el respaldo público de gente de orden como Von Papen. El 5 de marzo, lograron el 43,9 por ciento de los votos y una mayoría absoluta de 288 escaños. La ascensión de Hitler ya era irresistible.
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