La Razón del Domingo

En defensa propia

Los joyeros viven una presión insoportable y no habría que tratarlos como presuntos homicidas cuando se defienden

La Razón
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Nadie está por encima de la Ley. Pero cuando se habla de joyeros apuesto a que obran en defensa propia y La ley está de su parte. Uno de esos trabajadores de la gemología que son los joyeros tuvo que enfrentarse a dos atracadores al parecer de origen serbio. Se defendió a tiros. Hizo cinco disparos y le metió tres balas a uno, y dos, a otro. Los dos, gravemente heridos. Los presuntos habrían sacado armas blancas y el joyero, preso de angustia, empujado por el temor a salir herido él o alguno de sus seres queridos, disparó.

El joyero es dueño de una tienda de compraventa de oro y de relojes del barrio de Salamanca. Los supuestos ladrones irrumpieron a primera hora en la tienda. Guillermo Cuadrado, de 54 años, empuñó el revólver. Les aseguro que hay que ser muy valiente y a la vez estar muy harto. Los joyeros en Madrid, con puerta a la calle, aguantan una presión insoportable.

Los presuntos delincuentes después de hacerse pasar por clientes la emprendieron a golpes con la hija del joyero. Ella, que llevaba un pulverizador antivioladores, les roció la cara. Fue cuando ellos sacaron las armas. Y el joyero el revólver. Los ladrones se vieron sorprendidos y salieron huyendo. Uno se derrumbó en seguida en la calle y el otro terminó en el Gregorio Marañón.

El joyero Guillermo Cuadrado está en libertad, pero con cargos y con la orden de presentarse en el juzgado cuando sea convocado. Es un hombre que ha hecho toda su carrera en el oficio y que últimamente se dedicaba a la compra de oro y relojes.

Contrariamente a lo que viene siendo lo normal, estos presuntos asaltantes de la joyería no tienen antecedentes. La Policía indaga las verdaderas circunstancias de lo ocurrido, sin embargo, cualquiera ve que la chica estaba a punto de sufrir un ataque de nervios y que los joyeros desempeñan su labor diaria bajo una intolerable amenaza.

La Ley debería darles ventaja a los joyeros y no permitir que se les trate como presuntos homicidas porque ellos siempre reaccionan en defensa propia o en defensa de sus empleados o familiares. No pocas veces esta sospecha de homicidio, aunque sea por accidente, provoca indignación en el gremio de joyeros, el más machacado por la delincuencia desde hace décadas. A mí me generan simpatía: me parece un trabajo muy duro, con un peligro añadido que los profesionales combaten reclamando más vigilancia y penas más duras para los reincidentes. Los joyeros le echan mucho valor a la vida y ahora más, porque el oficio ha dejado de ser tan rentable.