Guerra en Afganistán
Harry, en el punto de mira talibán
Se suponía que iba ser un lavado de imagen, un reportaje para mostrar su cara más comprometida y seria. Se suponía que iba a ser una oportunidad para recuperar la dignidad perdida tras la enésima juerga con alcohol y mujeres en una habitación de Las Vegas, revelada luego por un fotógrafo indiscreto. Pero el plan no ha funcionado. La misión se ha convertido en una bomba de relojería que, no sólo ha puesto en peligro la vida de un príncipe, sino que amenaza con echar por tierra los esfuerzos de la OTAN por estabilizar un país inmerso en guerra. El último desliz de Harry, el hijo pequeño de la desaparecida Diana, ha ido demasiado lejos.
El príncipe, tercero en la línea de sucesión a la corona británica, se ha convertido en objetivo principal de los talibán después de admitir que había «dejado a algunos fuera de juego» desde su helicóptero de combate Apache, un arma letal equipado con misiles aire-tierra Hellfire, cohetes y una ametralladora, cuyo manejo comparó con el de una consola de videojuegos.
Los comentarios incendiarios han salido a la luz esta semana, cuando el joven, de 28 años, ha regresado de una misión de cinco meses en Afganistán. Las cámaras de la BBC, ITN y Sky y la agencia Association Press pudieron acompañar al capitán Wales –como se le conoce en el Ejército– con el compromiso de no publicar las entrevistas hasta que éste estuviera fuera de peligro. Se temía por su vida. Pero, paradójicamente, es ahora que ha pisado suelo británico cuando se han tenido que extremar las medidas de seguridad.
Nunca antes un miembro de la familia real había explicado detalle alguno de sus labores en el frente. Con excepción del duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, quien el año pasado, en el prólogo de un libro dedicado a la Batalla del Cabo Matapán, de 1941, dio la primera descripción completa de su papel en la Segunda Guerra Mundial.
Harry, por su parte, no ha querido esperar tanto tiempo. Los reportajes fueron emitidos el lunes. Las imágenes mostraban el día a día del heredero como piloto artillero de helicópteros de Apache, medio que, según explicaba el protagonista, se despliega para recoger algún herido o para proteger a compañeros que están siendo atacados o corren el riesgo de ser atacados. «Es sobre todo un arma preventiva. Disparamos cuando tenemos que hacerlo, cuando se trata de salvar una vida, pero en realidad somos más una fuerza disuasoria que otra cosa», recalcó sin ocultar sus deseos de poder combatir algún día en tierra.
A la pregunta de si había matado a algún talibán, respondió: «Sí, como ha hecho un montón de gente. Los escuadrones han estado ahí fuera. Todos ellos han abierto fuego en algún momento. Probablemente un poco más este año que el año pasado por esta época».
El miércoles, cuando su avión aterrizó en Londres, intentó ser más diplomático, limitándose a decir que «sólo había hecho lo que se le presupone a toda persona que llevase su uniforme». También matizó que brindaba todo su apoyo al pueblo afgano. Pero ya era tarde. La mecha estaba prendida.
Como un videojuego
Zabiulá Mujahid, portavoz del talibán, no tardó en responderle a través de la agencia AFP tachándole de «cobarde» por haber esperado a llegar a casa para hablar. Calificó sus comentarios como «degradantes» y matizó que reflejaban una «falta de comprensión y conocimiento de la situación en el país». Aunque dijo no hacerles demasiado caso, ya que el heredero «podría haber desarrollado algún problema mental» como «les pasa a muchos de sus compañeros al abandonar Afganistán».
«Hay 49 países con sus poderosos ejércitos fracasando en la lucha contra los muyahidines y ahora viene el príncipe y compara esta guerra con sus juegos de PlayStation», dijo. Mujahid añadió que los talibanes eran «conscientes de su presencia» en el interior de Camp Bastion cuando lanzaron un ataque con morteros el pasado mes de septiembre. «A él se lo llevaron rápidamente. Está en las mismas condiciones en las que estaría un diplomático», recalcó. Curiosamente, el asaltó coincidió con el día del cumpleaños del heredero.
Alrededor de 15 insurgentes lograron vulnerar el perímetro de la base, que cuenta con dos pistas de aterrizaje, un hospital y capacidad para albergar a 28.000 efectivos, en su mayoría británicos y norteamericanos. Dos infantes de marina de Estados Unidos perdieron la vida y otras nueve personas –ocho militares y un contratista civil– resultaron heridas. Si entonces los talibanes pudieron llegar hasta un área remota sin ser localizados, muchos temen ahora que vuelvan a repetir su plan en Londres, donde las distancias son más cortas y los lugares frecuentados por Harry son mucho más reconocibles.
Dai Davies, el que fuera jefe de la brigada de Scotland Yard encargado de la seguridad de la familia real, asegura que las palabras del joven no han sido especialmente prudentes. «Sólo desde el punto de vista de protección, creo que no es lo más aconsejable llamar así la atención. Puede ser cierto que haya matado para proteger su vida, pero decir esto públicamente sólo aumenta la probabilidad de que algún loco intente vengarse», matiza. «Sin duda alguna, si yo estuviera en mi antiguo puesto, revisaría la seguridad del príncipe», recalcó.
LA RAZÓN se puso en contacto con Scotland Yard para averiguar si se había montado algún dispositivo especial, pero no hubo comentario al respecto. Al igual que en el Ministerio de Defensa. Un portavoz se limitó a comentar: «Sólo puedo decir que el capitán Wales no ha roto ningún código disciplinario. Entendemos que nuestros hombres y mujeres no van por ahí detallando sus misiones. Él tampoco lo ha hecho. Lo único que hizo fue explicar su trabajo».
Un objetivo especial
Tim Collins, ex oficial del ejército famoso por los discursos que mandaba a sus tropas antes de la batalla en la guerra de Irak, defendió el tono de Harry y explicó que es una forma de hablar empleada por muchos soldados «frente a los horrores de la guerra». «Si bromeó diciendo que su habilidad con los videojuegos había perfeccionado sus reflejos en el helicóptero, fue por el empeño de todo soldado de disfrazar la gravedad mortal que existe en su misión», explicó a «The Daily Telegraph».
Cuando LA RAZÓN se puso en contacto con St James Palace –responsable de la agenda del príncipe– para saber cómo se habían visto en Palacio sus polémicas entrevistas, declinaron a hacer comentarios. Con todo, la Prensa apunta que se le dio un toque de atención para que, al llegar a Londres, aclarara sus palabras. Y es que, además de poner en peligro su vida, sus declaraciones han puesto en riesgo la misión de la OTAN en el país asiático, donde, en los últimos meses, se ha tratado de entablar diálogo pacífico entre el Gobierno afgano y los insurgentes.
El presidente Hamid Karzai, que ha apostado su reputación por trabajar en estrecha colaboración con fuerzas de la OTAN y los EE UU, quería que las tropas abandonaran el país a finales de 2014. Sin embargo, Sharifullah Kamawal, un miembro del Parlamento afgano, asegura que si el príncipe Harry no se retracta de sus comentarios, el proceso podría adelantarse. «Con este tipo de declaraciones la gente quiere que las tropas extranjeras se vayan a su casa», señaló a AFP.
Aunque sí la más polémica, ésta no ha sido la primera misión del heredero. En 2008, el hijo menor de Lady Di pasó diez semanas en Helmand, una de las provincias más peligrosas de Afganistán. Entonces, fue la web americana «Drudge Report» quien rompió un embargo que enfureció soberanamente a Palacio. El Ministerio de Defensa no tuvo más remedio que repatriarle con urgencia para no poner en peligro ni su vida ni la del resto de los compañeros. Previamente, el príncipe había manifestado su deseo de combatir en Irak, pero se decidió no enviarle por razones de seguridad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar