La Razón del Domingo

Irán espía a sus exiliados en España

La Policía detiene a una abogada que trabaja para Cruz Roja, un traductor y un empleado de la embajada que controlaban a los disidentes del país de los ayatolás

Los disidentes iraníes exiliados viven con miedo a los servicios secretos
Los disidentes iraníes exiliados viven con miedo a los servicios secretoslarazon

Es asesora jurídica, experta en Derecho de Extranjería, y trabaja con normalidad en una la Cruz Roja en el norte de España, donde no entienden muy bien qué ha sucedido. Ella lleva muchos años en el puesto y siempre ha ayudado a tramitar asilos a exiliados. Pero desde el pasado fin de semana, está en libertad con cargos por haber pasado a Irán datos confidenciales de disidentes iraníes en España.

Fue en 1979 cuando Irán comenzó a controlar a sus exiliados. El control de sus ciudadanos es casi más importante fuera del país que dentro. Quienes han huido son los que peor fama dan al país persa. Muchos han sufrido torturas en Irán, han estado en la cárcel, han tenido que dar su casa al Estado para poder pagar su libertad. Han conseguido escapar, pero sus familiares se han quedado en casa: sus padres o sus hijos, a los que de vez en cuando la Policía iraní va a visitar, a preguntar qué hace su hijo, dónde está y si conspira contra el régimen.

El huido puede estar en Alemania, en Reino Unido, en Canadá o puede haber llegado a España, más por error que por ser nuestro país un destino de disidentes iraníes. Varios de los que han sido traicionados por la abogada son jóvenes y no tan jóvenes, opositores al régimen, bien formados en muchos casos, que pagaron por escapar de Irán y lo consiguieron: las mafias contrabandistas los sacaron andando del país hasta un puerto de Turquía y allí los subieron a un barco que tenía que llegar a Canadá. No lo hizo nunca, sino que el viaje terminó en España y los iraníes disidentes llegaron aquí, al lugar equivocado, sin conocer el idioma, temerosos y desconfiados.

Ayuda de una ONG

El primer paso al pisar España si eres un exiliado que ha huido es pedir el asilo político. En un estado de absoluto desamparo, los inmigrantes se fían de las ONG, que les ofrecen comida, cobijo y ayuda para los trámites. Ellos están perdidos y la ONG es su salvación. Pero esta vez, algo falló. O alguien hizo que fallara. Fueron a la Cruz Roja de Torrelavega, en Cantabria, donde la asesora jurídica, experta en asuntos de asilo, que aún sigue trabajando en la organización, les echó una mano. Como se hace siempre, les pidió los datos: cuando un exiliado va a pedir el asilo se «desnuda» como no se atreve a hacerlo con nadie. Da su identidad verdadera, la familia que se ha quedado en Irán y que puede sufrir terribles represalias, cuenta sin miedo quién es, qué hace y las razones por las que se oponía al régimen de los ayatolás. A veces, incluso aporta alguna foto de él en manifestaciones. Cuantos más datos, cuantas más razones para convencer al Estado de acogida de que es merecedor de un asilo, más sencillo será pasar el trámite y legalizar su situación.

Para «ayudarles» la asesora jurídica les ponía en contacto con un traductor que viajaba desde Madrid a Cantabria. Los disidentes no lo sabían en ese instante, pero ese hombre, nacido en Irán, y con muchos años viviendo aquí, no tiene buena fama entre los círculos de iraníes que viven en España. Se le conocen varios trabajos con la Embajada. El traductor es la vida, es fundamental. En la petición del asilo, va su firma: es quien ha hecho posible que los inmigrantes traduzcan al español sus demandas. También va la firma de la abogada.

Finalmente los disidentes que llegaron equivocadamente a España pidieron el asilo mediante ellos. No se lo dieron. Sin el asilo, son inmigrantes ilegales, que en cualquier momento pueden ser detenidos y abrirse un expediente de expulsión. Se encuentran en un callejón sin salida, porque volver a Irán es la peor de las decisiones. Sin muchas posibilidades de elección, un disidente hizo lo único posible en una situación desesperada: un movimiento desesperado. Tenía su pasaporte y quería probar si en la Embajada de Madrid se renovarían.

Llamó.

Contó quien era y que, bueno, que estaba en Cantabria por turismo, que necesitaba renovar el pasaporte, pues le había caducado. En la Embajada de Irán, según una de las denuncias que motivaron la operación de la Comisaría General de Información, le respondieron que sí, que sí sabían quién era, pero que no, que no estaba por turismo. Conocían perfectamente, pese a ser una información confidencial, que quien llamaba había pedido el asilo y, además, también sabían al detalle los motivos por los que lo había solicitado. Todo lo que había contado ante la abogada y ante el traductor, todos sus secretos en manos enemigas. Desde la Embajada les invitaban a pasarse por allí y resolver esta situación tan desagradable.

Uno se atrevió: pese a sus temores, llegó a Madrid, fue a la Embajada en la calle Jerez, en una zona residencial de la ciudad, y al entrar le quitaron el pasaporte, el móvil y durante un día entero, le encerraron en una habitación y le interrogaron. Querían saber de qué grupo terrorista que iba a atentar contra Irán formaba parte. De ninguno. No tenía nada que contar. Después le soltaron.

Servicios secretos

Podemos ignorarlo o pensar que sólo ocurre en el mundo de las películas que ganan los Oscar, como «Argo», pero los servicios secretos trabajan en todos los países, con la intención de defender sus intereses. Aunque en algunos países, como Irán, estos intereses son contrarios a los de sus propios ciudadanos.

Cada país, y por tanto cada servicio secreto, fija los objetivos que le parecen prioritarios. A China, por ejemplo, le interesa la investigación tecnológica, que le ahorra dinero si consigue copiarla. Los servicios secretos de Irán, además de buscar materiales para convertirse en una potencia nuclear, pretenden controlar a los exiliados que huyen de su país. No es sencillo, o al menos, se necesita de una cierta elaboración y un cierto trabajo: hay que contactar con la gente que maneja la información, es decir, con españoles que sí tengan acceso a las fuentes. Una abogada que hable directamente con los exiliados y que tenga confianza con ellos es un contacto excelente.

El problema que tiene la Policía es que pese a que existan sospechas o rumores sobre la labor de un intérprete, para actuar necesita denuncias. Sólo así el proceso se pone en marcha. Sin embargo una denuncia de un exiliado es un milagro.

Los disidentes iraníes en España se mueven con sigilo, sin llamar la atención, evitan relacionarse y no confían en casi nadie porque sospechan, con razón, que están vigilados. Prefieren el anonimato y por supuesto no denunciar, pese a que se les repita que aquí vivimos en un Estado de Derecho, donde hay garantías de seguridad. Temen por ellos y por los familiares que viven en Irán. Gran parte del trabajo de la Comisaría General de Información es psicológico: dar confianza a las víctimas, asegurarles que no les va a suceder nada cuando su nombre aparezca en el sumario de la denuncia y el abogado de la Embajada, por ejemplo, tenga acceso directo a él.

Triángulo perfecto

Al final, más de media docena de disidentes dieron un paso al frente y denunciaron lo que estaba sucediendo: que un empleado de la Embajada de Irán en Madrid conocía los datos de petición de asilo que ellos habían contado a una abogada de la Cruz Roja y al traductor que ella les había recomendado. Después de sus investigaciones, de sus seguimientos hasta conocer al detalle la vida de la persona que vigilan, después de horas de trabajo, la Comisaría General de Información fue confirmando lo que se había denunciado y detuvo a la asesora jurídica, al traductor y a su contacto en la embajada.

Hay que ser muy delicado y estar muy seguro de lo que se hace cuando hay un país de por medio y está metido un empleado de la Embajada. «La acusación contra el empleado local de esta Delegación es absolutamente falsa (...). Al parecer, las medidas adoptadas surgieron de una errónea información proporcionada por algunos elementos parciales que no tienen interés alguno en el desarrollo de las relaciones entre la República Islámica de Irán y el Reino de España», aseguraba la Embajada de Irán en un comunicado.

Pero el traductor y el hombre que cogió el teléfono en la Embajada eran primos. La abogada lo conocía, e incluso alguna vez había hablado con el hombre de la Embajada, cuando está terminantemente prohibida esa relación. Éste hombre, además, tenía negocios en Cantabria. Pero la abogada ni informó ni hizo nada para evitarlo. Siguió trabajando. El triángulo era perfecto para conocer todos los detalles de los disidentes.

En busca de Material militar y nuclear

No es la primera operación en la que la Comisaría General de Información se enfrenta a operaciones iraníes en España. Hace poco consiguieron detener un envío ilegal de válvulas desde España a Irán, con las que este país quería seguir con su plan nuclear. Y en 2011 también evitaron una venta de helicópteros de segunda mano (en la imagen de abajo) que unos empresarios iban a ofrecer a mediadores iraníes. Todos los países europeos son conscientes del peligro que tiene la política exterior del país persa y existen innumerables directivas para regular el comercio con Irán. Otra cosa es el papel de los servicios secretos, a los que temen los exiliados. En 2008 fue asesinado uno en La Moraleja, en Madrid, y se sospechó que había sido un crimen político.