La Razón del Domingo
La cazadora de sueños
Carolina fue la primera niña que cantó un «gordo», en 1986, y se equivocó
Carolina tenía once años, estaba en sexto de EGB (aún se estudiaba la Educación General Básica) y a los periódicos les contaba que cuando fuera mayor iba a ser azafata. Sus amigas querían ser actrices, alguna pensaba que podía acabar como periodista. Carolina Pellico estudiaba en el colegio San Idelfonso de Madrid, un centro masculino hasta que en 1984 se convirtió en mixto. Entraron pocas niñas que ese año ya participaron en el sorteo de Navidad. España era un país que se modernizaba y que las chicas cantasen la lotería era un pequeño paso hacia el progreso. «El primer año sólo fuimos cinco niñas y fue bastante especial. Vino toda la Prensa a hacernos entrevistas. Sí que estuvo bien. Fueron casi dos meses de gloria y fue como una revolución. Éramos lo que llamaba la atención y fue bastante sonado». No todas las niñas podían cantar. Primero dependía de las ganas que tuvieran; después tenían que estar, por lo menos, en sexto para que no se confundiesen con los números y, por último, había que mostrar que se poseía afinación y voz suficiente. Si no se daba el nivel, se podía participar extrayendo las bolas.
Pasaron los ensayos y al final llegó el 22 de diciembre. La noche antes era de alegría nerviosa en la residencia del San Idelfonso. «Era una noche de risas, en la que se madrugaba mucho, con muchos nervios. Desayunabas e ibas al salón». Allí ocurría todo. Era el primer año de Carolina y estaba claro que la suerte era su aliada. Cantó el segundo premio.
Ahora va a todos lados con su foto de aquella época. No es azafata, como soñaba de pequeña, pero sonríe mucho, es amable y tiene pinta de no ser infeliz. Trabaja de administrativa en la agencia de publicidad Grey: la agencia que desde hace dos años se encarga de la campaña de publicidad del Gordo de la Lotería. «Creamos el concepto de la fábrica de los sueños: la lotería es una fábrica donde se entremezclan los sueños y bajo ese concepto hemos realizado los anuncios de los dos años», asegura José Antonio González Mediavilla, director general del Grupo Grey y máximo responsable de la cuenta de Loterías. Continúa: «¡Qué son los niños de San Idelfonso sino cazadores de sueños!, que luego tienen que llegar al bombo». En el anuncio, muy onírico, se ve a niños con arcos y flechas, cazando los sueños de la gente y llevándolos al bombo. Los sueños que hoy se han cumplido o no.
Regreso al pasado
Cuando estaban presentando la campaña a los trabajadores de la compañía, Carolina revivió su pasado y lo contó: ella era alumna del colegio de San Idelfonso. Ella conocía de primera mano cómo es eso de cumplir los sueños de la gente con sólo cantar un número. Estaba en octavo. Las niñas empezaban a ser algo normal en el tradicional sorteo. La expectación de la primera vez se había atenuado por la repetición y la normalidad. Aunque ninguna niña había cantado un Gordo todavía.
Era su turno. Salió el número: 03772. La portada de La Vanguardia del día siguiente describió bastante bien lo que sucedió: «Número atípico para un gordo que no se cantó». Y en el primer sumario: «La niña encargada de leer la bola del premio equivocó la cantidad». Era Carolina, con pajarita y uniforme del colegio y con un lazo blanco. No muy preocupada, pese a haber cantado 25 millones de pesetas, cuando eran 250. Salió el número en el turno de Carolina y David. Ella cantó: «25 millooones de pesetas», estiró el brazo y se dirigió hacia la mesa. Volvió a cantar: «25 millooones de pesetas» y cuando llegó a la mesa, la corrigieron: 250 millones. «Sí, pasó esa anécdota: que me confundí. La verdad es que fue muy sonado, porque también se equivocaron dos compañeros míos. Cuando eres niño apenas le das importancia. Te das cuenta del error, pero como se rectificó muy rápido, dio igual».
En el segundo premio, dado antes, también se había cometido un error. Carolina, la niña de octavo, mostraba una serenidad aplastante: «¡Bah!, tampoco tiene tanta importancia», recogía «Diario 16» unas palabras textuales suyas. Era su último año, después empezaba el bachillerato.
Dice ahora que ve todos los sorteos cuando caen en festivo. Y que sí, que le puede la nostalgia de cuando era una cazadora de sueños.
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