La Razón del Domingo
La suerte se gana
Rajoy ha sacado la podadora mecánica porque nuestra morosidad apuntaba a la suspensión de pagos. Así no se hacen amigos, pero su estoicismo político se reconocerá cuando pase lo peor.
En el pasillo de un hospital argentino tropecé con un niño conocido, paciente oncológico en su primera fase de quimioterapia, calvito como una caricatura y me arrodillé para esas tonterías que les decimos a los críos como si fueran imbéciles:
-Y tú, ¿qué vas a ser cuando te hagas mayor?
-Yo nunca voy a ser mayor.
Aprendí avergonzado que el sufrimiento hace lúcidos a los aparentemente infantiles y nunca he podido olvidar la contestación de aquel niño muerto como el mortal y rosa de Francisco Umbral. Los científicos tiraron del hilo de la Yperita utilizada en la Gran Guerra (los conflictos más sangrientos alimentan la medicina) para concebir la mostaza nitrogenada como asesina de las células cancerosas (y también de las benignas) elaborando cócteles específicos para cada tumor en combinaciones no letales pero que te hacen caer hasta el pelo de las cejas. En «La enfermedad y sus metáforas», la conocida ensayista estadounidense Susan Sontag describe su experiencia como una curación expiatoria. El psiquiatra y polígrafo Vallejo-Nájera mantenía junto al sillón un jarrón filipino al que vomitaba continuamente sus ahogos. España, al margen del peterpanismo separatista del país de Nunca Jamás, está en quimioterapia intensiva mientras la oposición y la calle sindical protestan por la ideologización del Gobierno. A los gobiernos hay que azuzarlos siempre porque tienden a constituirse en recua de mulas tercas, pero en el año de Mariano Rajoy estamos sometidos a una terapia de choque ajena a la dicotomía izquierda-derecha que detestaba Ortega y Gasset como hemiplejia moral.
El ex presidente Zapatero y su irresponsable Elena Salgado hicieron un traspaso fraudulento de poderes al PP reduciendo en tres puntos el déficit (achacándolo posteriormente a la insolvencia autonómica), obligando a Rajoy a empezar a escribir en el agua. Lo de la herencia recibida es socorrido aunque sea cierto, pero no destapar al embustero antropológico que Rajoy estaba obligado a conocer pro la tribuna y la televisión. En dos elecciones, Zapatero y Pedro Solbes falsearon los debates dando cifras extravagantes, mientras dilapidaban los euros de aquel Plan E, maquillaban el paro, amenazaban con superar económicamente a Francia e Italia, daban a nuestro sistema financiero como el más sólido del mundo, despreciaban a Angela Merkel y se dedicaban a la pirotecnia social de la dependencia (sin dotarla), el arrumbado cheque-bebé, la ciudadanía escolar y el «matrimonio» homosexual que podían haber legislado con otra palabra. En efecto, Zapatero aprendió economía en las tres tardes que le dio Jordi Sevilla o confunde los verdaderos problemas del país con sus ensoñaciones feminoides.
En este año de Gobierno Rajoy, habrán cometido errores como los oncólogos, pero hay que hacerles el alivio de que no entraron exactamente en La Moncloa, sino en el ruinario de Stalingrado. Enderezar la economía nacional (es tarea de esclavos en las pirámides y obliga a repartir sacrificios dolorosos enojando a todos. ¿Es que puede haber presidente que, pudiendo, no suba las pensiones y mejore los servicios sociales o invente otros nuevos? Rajoy ha sacado la podadora mecánica porque nuestros acreedores son legión y nuestra morosidad apuntaba a la suspensión de pagos. Obviamente, así no se hacen amigos pero su estoicismo político será reconocido cuando pase nuestra hora peor. Un general americano atrincherado en Corea de espaldas al mar gritó a sus hombres: «¡Estamos rodeados; esta vez no se nos escapan!». Que Rubalcaba no reconozca aciertos y valor moral, ni siquiera el buen entendimiento con el socialista Hollande, la derechona Merkel o el finísimo Monti, cuando su jefe no era conocido por los ujieres, es frivolidad. Que estamos peor que hace un año, una rechifla al sentido común de los demás. Nadie está bien bajo quimioterapia, pero se distancia aquel rescate imperioso y, al contrario que el niño argentino, podemos esperar a ser mayores. Y nos queda la radioterapia. ¿Alternativas?: la más tergiversadora y ramplona agitación y propaganda.
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