Terrorismo

Lobos solitarios: Las caras del terror

Son células independientes, convencidas de las directrices de Al Qaeda y actúan en solitario.

Lobos solitarios: Las caras del terror
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Dos kilos perdió en los cuatro últimos días de la operación uno de los principales responsables de la detención en Zaragoza de Nou Mediouni. Tras dos años de seguimiento, mucho esfuerzo y algunas decepciones, la Policía española tuvo éxito. Nou Mediouni, de origen argelino, es un residente de larga duración en España, es decir, llevaba viviendo aquí más de cinco años, con una vida rutinaria entre sus estudios de informático, en los que iba a empezar un nuevo módulo, y sus colaboraciones con asociaciones culturales de su barrio. Iba de casa a clase, de clase a la asociación y de ahí, a casa. Un tipo normal, de 23 años. Pero en los últimos años se radicalizó y encontró en internet el lugar adecuado para compartir sus nuevas inquietudes. En la Policía española, en la brigada especializada en temas islámicos, conocen la trayectoria virtual de Mediouni y de los otros lobos solitarios o células terroristas que pueden radicalizarse hasta atentar. El primer lugar de encuentro es un chat más o menos abierto sobre la causa palestina. Después se puede ir avanzando por diferentes páginas en la red, donde si preguntas demasiado, si das tu identidad o pides las de los demás, eres expulsado.

Según tu disponibilidad, la confianza que despiertes o lo que estés dispuesto a hacer, quizá encuentres un interlocutor que pueda guiarte. Nou Mediouni se mostró dispuesto a todo y, a través del ordenador, pudo charlar con un alto dirigente del AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico). Otros lobos solitarios que contactaron con él ya habían recibido órdenes a ejectuar. El detenido en Zaragoza todavía no, pero, probablemente, era el siguiente paso.

En la Policía, más que de lobos solitarios que atentan sin comunicarse con nadie, hablan de células terroristas, que en algún momento han tenido contacto con alguien de Al Qaeda, aunque luego actúen en solitario. Puede ser cualquiera que, en su casa, frente al ordenador, encuentre la «receta» para fabricar un explosivo y asuma los objetivos generales para atacar. Objetivos que lanzó Al Qaeda en los números 8 y 9 de la revista «Inspire»: políticos que defiendan las intervenciones u «ocupaciones» en lugares como Afganistán o Irak, intereses judíos en el país en el que viven o lo más sencillo, lo que no requiere más que una mochila y pocos escrúpulos: lugares de grandes concentraciones de personas.

Sin retrato robot

A diferencia de otros tipos de terrorismo, más clásicos, con las células independientes de Al Qaeda, la Fuerzas de Seguridad carecen de un retrato robot del posible atacante: no hay estrato social definido, ni nivel académico, ni una edad, ni falta de integración o marginación social. Todos los lobos solitarios (los hermanos de Boston, Merah en Francia o los detenidos en Valencia o en Zaragoza) eran adultos que vivían con normalidad en el país, bien nacionales o bien residentes de larga duración.

Eso obliga a la Policía a una continua vigilancia, a estar siempre atenta a lo que ocurre en los foros de internet y, cuando lo ven necesario, a pasar de la vigilancia virtual al seguimiento personal hasta que las sospechas se confirmen o se diluyan. Porque una de las similitudes de todos los lobos solitarios es que parecen perfectamente integrados en la sociedad en la que viven: quien busque un radical con chilaba y largas barbas, anda más que equivocado. Cuando ocurre un suceso como el de Boston o el de Zaragoza en España, la Policía recibe cientos de llamadas de gente que sospecha de sus vecinos. Son avisos sobre personas menos integradas, que acuden a la mezquita y tienen apariencia árabe. Aunque se investiga, ésos no suelen ser terroristas. Las órdenes de Al Qaeda son las de pasar inadvertidos, adaptarse a la vecindad, saltarse normas como las de comer cerdo, no beber alcohol y no hablar de religión con el fin de ser lo más parecidos posible a sus vecinos. Que hasta los más cercanos, cuando de produzca la detención, les parezca imposible; que su hijo, su amigo o su vecino nunca había mostrado una actitud radical, que siempre había hecho una vida corriente... En la vida real disimulan; en la vida virtual, en internet, se descubren. Un sospechoso al que la Policía vigilaba sólo perdió una vez los papeles: cuando gritó a sus hijos que no se podía ver la tele, que estaba prohibido. Fue un error que hizo que la Policía doblara su atención sobre él.

Expertos informáticos

Pero normalmente llevan dos vidas separadas, por lo que a la Policía le cuesta encontrar las pruebas. Nou Mediouni es un experto informático que sabía cómo borrar huellas: desde cambiar de locutorio en el que conectarse hasta utilizar los programas de internet que permiten esconder la IP del ordenador desde el que se está trabajando. Aunque parece un joven como cualquiera, es un fanático que ha reconocido su fanatismo incluso después de la detención. Convencido de lo que cree y convencido también de que no iba a ser detenido: ni cerró su perfil de Facebook ni tuvo miedo de publicar, en inglés, su satisfacción por los atentados de Boston.

Tras los atentados de Madrid y de Londres, Al Qaeda cambió de táctica. Gracias a la vigilancia policial y a que los servicios secretos de los distintos países estaban más conectados, le era más complicado preparar golpes tan contundentes. Se dio cuenta de que su operatividad estaba dañada y marcó nuevas directrices: a partir de ese momento son los actores individuales quienes deben actuar en el país donde viven. No se necesita más que mucho convencimiento y estar dispuesto a dejarse la vida en el atentado. Según mandos policiales, un terrorista clásico gasta el 95% de su preparación en asegurarse la huida después de dar el golpe. Los lobos solitarios casi siempre se ahorran ese 95%. Ellos no tienen ese problema. O si son detenidos antes, tampoco buscan excusas o preparan mentiras. Su fe es absoluta y no reniegan de lo que han hecho o tenían preparado hacer.

En realidad, el lobo solitario puede ser tu vecino, tan amable en el día a día. ¿Es para estar asustados? «No», responden desde la Comisaría General de Información, donde coordinan la lucha contra el terrorismo islámico. Es un trabajo en el que mantienen mucha relación con los servicios de seguridad de otros países. En la detención de Nou Mediouni han intervenido Francia y, sobre todo, Marruecos.

Labor preventiva

Ahora mismo existen alrededor de 40 operaciones abiertas y aseguran que, dentro de lo que cabe, podemos sentirnos protegidos. El suyo es un trabajo delicado, muy complejo por el anonimato y la facilidad con la que pueden actuar los lobos solitarios, pero los especialistas de la Policía, que, de media llevan más de diez años dedicados a este mundo, dicen que España está más preparada que nunca para vigilarlos. Eso supone viajes a deshoras, dispositivos de vigilancia que empiezan en cualquier momento imprevisto y que nunca se sabe cuándo pueden acabar... Más los momentos de desesperación, cuando la colaboración de otro país no es suficiente o el lobo solitario consigue esconderse bien detrás de su seudónimo en internet.

La labor principal es, principalmente, preventiva. No pueden esperar a que el lobo solitario dé el último paso y provoque una tragedia irremediable. Se enfrentan, pues, a un problema: como el atentado no se ha producido cuando la Policía actúa, conseguir pruebas exige mucho más tiempo y dedicación que en otros casos. Hay que reunir datos suficientes con los que convencer al juez de que el lobo solitario es un peligro en potencia para la sociedad. En ocasiones, cuando el detenido es un chico joven, aparentemente integrado y que no ha actuado, la detención de la Policía no es fácil de entender. Pero ese era el perfil de los hermanos de Boston antes de poner los explosivos en las calles donde se disputaba el maratón.

Es en internet donde han aprendido a atentar y donde han alcanzado alto nivel de sofisticación, que les permite esconderse. Aunque la Policía está al acecho, los lobos solitarios son muy dinámicos para burlar la vigilancia. La red es su guarida.