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Londres

«¡Maldigo a los predicadores radicales!»

Cuando su marido puso una de las bombas en el metro de Londres, maldijo al islamismo. Ahora, esta británica es buscada por el ataque terrorista en Nairobi

Los amigos de Lindsay Lewthwaite (en la imagen, con una amiga) creen que su conversión al islamismo se produjo con su divorcio. Con 17 años ya vestía con jilbab
Los amigos de Lindsay Lewthwaite (en la imagen, con una amiga) creen que su conversión al islamismo se produjo con su divorcio. Con 17 años ya vestía con jilbablarazon

«Esto es una atrocidad. Maldigo a los predicadores radicales que envenenaron a mi marido, un hombre bueno, y temo el día en el que tenga que contar a mis hijos la crueldad cometida por su padre». En 2005, previo pago de 30.000 libras por exclusiva, Samantha Lewthwaite aparecía como una mujer débil de 24 años, embarazada de su segundo hijo y convertida en víctima. No podía creer que el hombre con el que hasta hacía poco dormía cada noche, Germaine Lindsay, se había convertido en uno de los suicidas del atentado de Londres. La detonación de su mochila en Kings Cross mató a 26 de las 56 personas que perdieron la vida aquel día, incluidos los cuatro terroristas.

Scotland Yard creyó entonces su relato. La vio como una joven indefensa e incluso le facilitó una vivienda para garantizar su seguridad, después de que su casa fuera quemada durante un ataque en su vecindario, donde la tachaban de asesina después de lo ocurrido.

Han pasado ocho años de todo aquello y la llamada «viuda blanca» es ahora una de las terroristas más buscadas del mundo. La Interpol la considera la principal sospechosa del ataque del centro comercial de Nairobi, cometido por la milicia islámica Al Shabab, la Al Qaeda de África. Los militantes tomaron el centro el sábado pasado y dispararon indiscriminadamente a quien encontraban a su paso. Durante cuatro días, mantuvieron como rehenes a cientos de personas. Algunas de ellas eran tan sólo niños, que tuvieron que manchar su rostro con la sangre de los cuerpos que cayeron a su lado, para hacerse pasar también por cadáveres y así poder salvar su vida.

Mucho se habla de Lewthwaite estos días, pero su transformación no ha sido de la noche a la mañana. En diciembre de 2011, la Policía de Kenia ya registró la casa de esta británica, en la localidad costera de Mombasa, después de recibir el chivatazo de que una célula terrorista vinculada a Al Qaeda estaba planeando hacer estallar hoteles y centros comerciales durante las navidades. La vivienda estaba llena de billetes del banco de Estados Unidos. Las habitaciones parecían auténticas fábricas de bombas, cargadas de baterías con peróxido de hidrógeno y cables.

La joven, hija de un soldado británico, se había convertido en la principal fuente de financiación de la célula terrorista, la persona clave para las operaciones de logística. Su educación y sus rasgos de mujer blanca occidental eran la mejor arma de los grupos radicales.

Durante el registro, los agentes no encontraron rastro de la sospechosa. Se pensó que podía haber escapado a Malindi, un «resort» situado a dos horas en coche de Mombasa y a 500 kilómetros de Somalia. Había huido con sus tres hijos –dos de Lindsay y uno nacido en 2009, de padre desconocido– y su novio, Habib Ghani, un británico de 26 años, de Hounslow, Middlesex, que se hacía llamar Osama. La Policía lo describió como «muy peligroso».

La pareja se conoció, supuestamente, en Somalia, país donde la británica pasó una larga temporada antes de llegar a Kenia, en marzo de 2011, con un pasaporte falso. En la documentación aparecía el nombre de Natalie Faye Webb. Aunque la verdadera Webb era una enfermera de 26 años de edad, de Essex, quien días antes había denunciado el robo de su bolso. La mujer que aparecía en la cámara de seguridad del aeropuerto tenía gran semejanza con Lewthwaite e iba acompañada por tres menores, pero entonces, en aduanas no la consideraron como sospechosa.

En Kenia, los lugareños la veían deambular frecuentemente con su hiyab en la zona estrictamente musulmana de Bakarani. Se referían a ella como «la mujer blanca». Uno de los vecinos contó entonces al rotativo «Daily Mail» que era una mujer «muy reservada». «Los niños no iban a la escuela y ella se pasaba el día en la mezquita. Éste es un lugar muy peligroso. Hay un montón de terroristas. Muchas personas son reclutadas para combatir con Al Shabab en Somalia. También hay una gran cantidad de tráfico de drogas», recalcaba.

La Policía keniata siguió su pista. Localizaron su vivienda de cinco dormitorios en la costa. Estaba a escasos metros de dos hoteles con turistas británicos y estadounidenses, que podían haber sido perfectamente objetivos potenciales para nuevos ataques. Los agentes tan sólo encontraron armas –hasta más de 60 AK-47– y revistas donde explicaban la construcción de explosivos caseros. Pero, de nuevo, ni rastro de la inquilina. El casero confirmó que había vivido allí con un hombre, pero desapareció tras dejarle pagadas las 700 libras de alquiler. No se supo más de ella hasta marzo de este año, cuando las autoridades de Kenia la volvieron a señalar como culpable de intento de liberar, con ataque con granada, a un sospechoso de terrorismo detenido por su vinculación con la célula islámica.

¿Es ella la culpable? ¿Es otra mujer la que está utilizando su identidad? Sea cual sea la verdad, la Samantha Lewthwaite de hoy se parece muy poco a la niña que se crió en Home Counties, la hija de un soldado británico, la misma que se ponía tiaras y joyas para ir a discotecas escolares en los años noventa.

La pequeña de tres hermanos nació en Banbridge, en el Condado de Down, en 1983. Su madre, Christine, conoció a su padre, Andrew, cuando éste estaba sirviendo en Irlanda del Norte. La familia se mudó a Aylesbury (sur de Inglaterra), pero el matrimonio se rompió cuando ella tenía 11 años. Quedó desolada. Sus amigos han llegado a sugerir que la separación es el evento clave que la llevó a buscar consuelo en el islam. A la edad de 17 ya llevaba jilbab, el vestido largo y negro que cubre todo el cuerpo, menos las manos y la cara, aunque ella misma se tapaba el pelo con un pañuelo. Se sintió atraída por la fe musulmana en las clases de Religión en el colegio. Al año siguiente, mientras estudiaba Religión y Política en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, contó a su círculo más cercano su intención de «encontrar un marido musulmán para formar una familia y asentarse».

A los 18 años conoció a Jermaine Lindsay, un instalador de alfombras nacido en Jamaica, en un chat dedicado sólo a islamistas. Después de un noviazgo fugaz por internet, se casaron en 2002 en una ceremonia islámica en una casa adosada en Aylesbury. Adoptaron los nombres de Asmantara y Jamal. Al enlace asistieron sólo cuatro testigos. Ninguno de ellos era familiar de la novia. Su padre, Andrew, jamás aceptó su cambio de vida.

El padre no se lo cree

La pareja alquiló una casa y su primer hijo nació en 2004. Fue entonces cuando su esposo comenzó a pasar tiempo en las mezquitas radicales de Londres, Luton y Yorkshire. Cuando estaba embarazada de ocho meses de su segundo hijo, Lewthwaite anunció a sus allegados que había echado de casa a su marido porque sospechaba que estaba teniendo una aventura. Dos días más tarde, él se inmoló en el metro de Londres.

Lo que ocurrió en su vida tras los atentados del 7-J es más confuso. Su casa fue quemada en un ataque incendiario por los vecinos y ella jamás regresó. La Policía la tuvo en custodia una temporada para garantizar su seguridad. La última vez que fue fotografiada en el Reino Unido fue en agosto de 2009, cerca de unos pisos oficiales en Aylesbury. Ya iba vestida con un burka y su familia había perdido todo el contacto con ella.

Su padre se resiste a creer aún hoy que la imagen de la mujer que aparece en todos los periódicos de medio mudo sea realmente la de su hija. «Después de los atentado del 7 de junio le pregunté en varias ocasiones si sabía qué iba a suceder y ella siempre me dijo que no», confiesa. «No puedo creer que esté involucrada en algo como esto y estar allí con los niños. Samantha no participaría en nada que tenga que ver con el terrorismo. Ella se vio gravemente afectada por lo sucedido en 2005 y no tendría nada que ver con esto. Estoy seguro de eso», recalca. Con todo, admite que no sabe nada de su pequeña desde hace tiempo.

Actualmente, hay entre 30 y 40 británicos vinculados estrechamente con la célula terrorista Al Shabaab. La pregunta clave es si Samantha Lewthwaite, la mujer afligida que se mostró como una víctima más durante aquella entrevista en 2005, es uno de ellos.

Radicales nacidos en el Reino Unido

Según el último censo de 2011, el número de cristianos ha disminuido con respecto a 2001 un 50%, mientras que uno de cada diez menores de 25 años se considera musulmán. Los nacidos en el Reino Unido y educados en sus colegios son los que luego se convierten al islam, como es el caso de la «viuda blanca» y el asesino que mató con cuchillos de carnicero a un soldado el pasado mes de mayo. El número total de personas en Inglaterra y Gales que se describieron a sí mismos como cristianos se redujo en 4,1 millones, una disminución del 10%. El de musulmanes en Inglaterra y Gales aumentó en un 75% –casi 600.000 extranjeros han nacido en familias islámicas–. El 37,4% vive en Londres. La población musulmana en la ciudad del Támesis ha aumentado en la última década un 67% en comparación con el incremento del 15% registrado en la población londinense en su totalidad. En la imagen, la mezquita de Regent's Park de Londres, donde se pidió el asesinato de gays y apóstatas del islam.