La Razón del Domingo
Mariano Rajoy
El presidente no hubiera diseñado este escenario para sí. Tiene que saber que muy probablemente su política de resistencia sólo será puesta en valor hacia el final de la Legislatura, quizá sin tiempo ya para que los votantes entiendan que no es un recortador compulsivo, sino el contable de nuestra postración. Para construir, hay que despejar el ruinario. La izquierda sedicente y la del pandero, PSOE y IU, juegan a la dimisión mirándose en el espejo de Grecia, Portugal o Italia, dispuestos a hacer «un Suárez». La renuncia de Rajoy sería como si el asteroide que nos acaba de rozar se hubiera estrellado en el ecuador. En el PP se darían luchas intestinas por que su sustitución no la fragüen los enfrentados Gallardón y Esperanza Aguirre. Más caos para el país. La trampa de unas elecciones anticipadas daría ahora otro gobierno popular, pero en mayoría minoritaria, traumatizado y débil. Al fondo, una conjunción Rubalcaba-Cayo Lara, groseramente populista y sentada sobre la bárbara corrupción de la izquierda andaluza. Rajoy está obligado a agotar la legislatura aunque lluevan piedras. Su mayor mérito será su templanza en el alboroto del gallinero.
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