La Razón del Domingo
Sin Europa y sólo para británicos
La irrupción de Farage convulsiona el mapa político del Reino Unido
Nigel Farage se ha convertido en el hombre del momento en el Reino Unido. Con su promesa de sacar al país de la UE y poner coto a la inmigración, el responsable del UKIP ha conseguido poner en jaque a todas las formaciones políticas. Su programa ha robado un peligroso porcentaje de votos a los «tories», ha calado también entre la clase obrera del Partido Laborista y ha quitado a los liberal demócratas su posición como tercera fuerza política. En definitiva, todos los líderes se han visto amenazados con su irrupción, aunque indudablemente David Cameron es el que ha salido más perjudicado.
El «premier», que no consiguió mayoría absoluta en las elecciones de 2010, tuvo que formar coalición con Nick Clegg centralizando su programa más de lo que le hubiera gustado. Pero los últimos acontecimientos le han advertido de que sólo con un marcado giro a la derecha pueden aumentar sus posibilidades de quedarse en Downing Street.
Sus intenciones de cara a los próximos comicios de 2015 –donde busca poner fin al matrimonio de conveniencia con los liberal demócratas– quedaron muy claras esta semana con el llamado «discurso de la reina». En una ceremonia cargada de pompa real, el primer ministro presentó sus propuestas para el próximo curso legislativo y, tal y como se esperaba, el fuerte control de la inmigración se convirtió en la pieza central.
Aun cuando la economía no acaba de recuperarse y el país a duras penas ha evitado una tercera recesión, el líder conservador dejó en un segundo plano a la City para prometer a los británicos mano dura con los extranjeros, con restricciones al paro y la sanidad incluso para los comunitarios.
El anuncio de sus propuestas, leídas una por una por la soberana Isabel II en Westminster, tenía lugar tan sólo una semana después de las elecciones locales de Inglaterra donde el UKIP se convirtió en protagonista indiscutible.
Farage consiguió 147 concejales, comparados con los nueve que obtuvo en los últimos comicios de 2009, recaudó el 25% de los votos en aquellos municipios donde presentaba candidatos y, lo que es más importante, logró que su formación fuera la segunda más votada en South Shields, la única circunscripción donde se elegía diputado tras el asiento dejado por David Miliband en la Cámara de los Comunes. Y cuando se habla del Parlamento, ya son palabras mayores.
¿Por qué ha calado con tanta fuerza su mensaje? La respuesta es fácil: ahora mismo, es el mejor momento para ser el «partido del voto protesta» en el Reino Unido. El descontento con la UE en plena crisis económica ha hecho que el propio Cameron prometa un referéndum sobre la permanencia si gana la cita electoral de 2015. Además, los conservadores han implantado los recortes más draconianos desde la II Guerra Mundial y la era de la austeridad, de momento, no está dando los resultados esperados. Los laboristas, por su parte, tienen un líder que no convence y al que nadie ve como futuro primer ministro. Y los liberal demócratas, desde que se pasaron al otro bando cuando decidieron formar Gobierno de coalición con los «tories», han dejado de ser analizados como la tercera fuerza política, aquélla que prometía tantos cambios. No en vano, el 15% de los partidarios del UKIP son antiguos votantes de los liberal demócratas defraudados.
Aunque Nick Clegg está ahora en sus horas más bajas, hace apenas tres años su popularidad se llegó a comparar con la de Churchill. Entonces, ni Cameron ni Gordon Brown convencían al pueblo. Y ahora es Farage quien ha tomado su relevo. Pero, de nuevo, es una fama efímera. Y sólo es cuestión de tiempo que los votantes le den la espalda, como hicieron con el resto de representantes de partidos marginales.
El triunfo del UKIP, en cierta medida, es comparable al del Partido Verde en 1989, cuando esta formación consiguió el 15% de los votos; al «momentum» que vivió el ultra derechista BNP en 2008, cuando obtuvo hasta 55 concejales; o incluso a la gloria alcanzada por el propio Clegg en las últimas elecciones generales de 2010, cuando se convirtió en llave y reclamo de los dos partidos mayoritarios para formar gobierno.
Pero no hay peor cosa que pueda ocurrir a un partido marginal que ganar el poder. Su aura desaparece y la fama, igual que vino, se va. Y es que, sin su gran mensaje euroescéptico, su programa electoral queda un tanto pobre. Sobre todo en materia económica. Aparte de su propuesta para reducir impuestos, gracias al dinero mágico que se ahorraría el país al salir de la UE (hablan de hasta 90.000 millones de libras) su plan carece de estrategia. Será, por tanto, difícil convencer al electorado para una futura reelección, como ya le pasó en su día al BNP.
Su papel, por tanto, a largo plazo es confuso. Aunque no cabe duda de que, a corto, seguirá su gran influencia. Al menos, hasta el próximo año. Las elecciones europeas de 2014 serán una prueba de fuego. En las de 2009, el UKIP consiguió 13 asientos y se convirtió en la segunda formación más votada en el Reino Unido, por detrás de los conservadores.
La cita electoral resultará tremendamente interesante, ya que es precisamente en 2014 cuando termina el plazo que limita el acceso de trabajadores de Rumanía y Bulgaria al mercado laboral británico. Ambos países ingresaron en la UE el 1 de enero de 2007. Sus ciudadanos pueden visitar libremente el Reino Unido, pero necesitan un permiso especial para poder trabajar. Al igual que Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Luxemburgo y Holanda, el Gobierno británico se acogió a estas restricciones para evitar la avalancha de polacos y de otros ciudadanos de países del Este que se vivió en 2005.
Cerveza en mano
Nigel Farage nació en Londres en 1964. Líder de UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido), es diputado del Parlamento Europeo desde 1999, integrándose su partido dentro del grupo parlamentario «Europa de la Libertad y la Democracia», que incluye a la Liga Norte italiana, al Partido Popular Danés, a los Verdaderos Finlandeses, al Movimiento por Francia, a la Concentración Popular Ortodoxa de Grecia, a Orden y Justicia de Lituania, al Partido Político Refundado holandés y al Partido Nacional Eslovaco. En definitiva, unas formaciones que comparten nacionalismo excluyente, social-conservadurismo, anticomunismo, social-patriotismo, populismo, proteccionismo y euroescepticismo. Debido a su protagonismo en el panorama político británico, en las últimas semanas ha vuelto a resurgir un famoso vídeo en el que Farage aparece en el Parlamento Europeo haciendo un discurso criticando la democracia europea, la UE, Van Rompuy y el resto de eurodiputados. Las malas lenguas aseguran que la renuncia del Gobierno a establecer un precio único para el alcohol y que el tabaco se venda en paquetes en blanco, son para perjudicarle personalmente. Farage, conocido fumador, es asiduo a celebrar sus triunfos electorales con cerveza en mano en el pub sin importante ser fotografiado por la Prensa.
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