La Razón del Domingo

Un atraco legendario

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Ha muerto Bruce Reynolds, el cerebro del asalto al tren de Glasgow, el primer gran robo del siglo

Ha muerto a los 81 años, mientras dormía, Bruce Reynolds, el cerebro del asalto al tren correo de Glasgow, «el robo del siglo XX», que sucedió el 8 de agosto de 1963, cuando catorce atracadores a las órdenes de Bruce pararon de madrugada el tren postal en la localidad de Cheddington y se llevaron 2, 6 millones de libras (46 millones de euros). Bruce, un tipo alto, moreno y de gafas de pasta negra, tuvo la buena suerte de reunir información de primera mano sobre la cantidad exorbitada de dinero que transportaría aquella noche el tren. Convenció a una serie de amigos y consiguieron alistar a un experto en luces de señales en las vías.

Uno de los muchachos cometió la ligereza de golpear con demasiada fuerza la cabeza del maquinista, que ya no se recuperaría. Fue el único tropiezo macabro. Los demás condujeron el tren hasta el punto más cercano de la vía a la carretera y cargaron los fardos y sacas repletas de dinero. En el vagón correo, viajaban los fondos recaudados durante cuatro días de fiesta y todas las provisiones de fondos de los bancos.

Salieron a escape en varios vehículos y se escondieron en una granja preparada para ser un refugio. Para pasar el tiempo, habían previsto no quitarse las capuchas, porque lo contrario les haría a unos conocer a los otros, ni los guantes, para no dejar huellas. Al principio todo el mundo fue muy prudente, pero acabaron prescindiendo de las capuchas para ver con claridad y quitándose los guantes para poder agarrar con toda la mano las navajas o las cartas.

El legendario policía Jack Slipper inició una senda de grandes hallazgos: encontró enseguida huellas dactilares en los platos de la vajilla usada y en los botes de conservas. También en el juego de Monopoly. No todos los asaltantes del tren correo serían capturados. Bruce se ocultó en Kensington, en Londres, y luego pasaría cinco años vagando entre México y Canadá. En 1968, enfermo de nostalgia, regresó a Reino Unido, donde fue detenido. Cuando salió de la cárcel vivió en un piso del sur de Londres, pagado por la asistencia social. Toda la vida robando y ahora le pagaban. Hasta que su hijo Nick, miembro del grupo musical Alabama 3, anunció que había muerto mientras dormía.

Sin él nunca se habría puesto en funcionamiento la máquina de ficción de los grandes robos en el cine, ni en la realidad, como el asalto al aeropuerto internacional de Bruselas, en el que en cinco minutos robaron un gran botín de diamantes.