La columna de Carla de la Lá

Cosas que deben hacer antes de que se prohíban

Los nuevos “beatos” se caracterizan por una búsqueda desesperada de identidad e integración y la exhibición constante de su incuestionable bondad.

Cosas que deben hacer antes de que se prohíban.
Cosas que deben hacer antes de que se prohíban.El diario de Bridget Jones

El siglo XXI ha recuperado ese antiguo puritanismo antaño centrado en lo que acontecía de cintura para abajo, y lo ha trasladado a principios nuevos, la mayoría insustanciales y segregacionistas donde el más sobrevalorado es, sin dudarlo, el sentimiento del tonto. El contexto ha desaparecido y el humor ha sido sustituido por la más obtusa literalidad.

La nueva moral lleva su fanatismo al servicio de causas manifiestamente justas para cualquier persona racional moderadamente formada: el antirracismo, los derechos de los animales, los de los desfavorecidos, los de la mujer y los de los homosexuales, entre otros; los nuevos “beatos” se caracterizan por una búsqueda desesperada de identidad e integración y la exhibición constante de su incuestionable bondad.

El mundo se divide, sin matices, entre buenos y malos, del mismo modo que los westerns se dividían entre indios y vaqueros, sin gradaciones ni tonalidades. Si son ustedes rebeldes, divergentes o desafectos a la borregada, tendrán problemas y estas son las cosas que deberían hacer, antes de que se prohíban:

1. Reunirse con personas de su mismo sexo (¿debería decir género?): yo me eduqué en el País Vasco donde se continúa practicando, sin pudor, la segregación de hombres y mujeres en las reuniones, banquetes y fiestas de guardar. Confieso que toda la vida me he quejado de esa costumbre, pero ahora me gusta, quizá porque es sospechosa (de poco progre). Las personas heterosexuales de sexo masculino, ¡¡manada presunta!!, mejor que no se junten en grupos de más de dos unidades.

2. Ser creyente: lo más punk, lo más anti-sistema y subversivo que he hecho en toda mi vida es creer en Dios. En mi ambiente, científico e intelectualoide, decir que eres cristiano, que sigues a Jesucristo, es la antesala de la psicosis, queridos amigos; he recibido mofas y menosprecios por este asunto, que me han importado un bledo, francamente queridos, y sigue siendo la mejor decisión que he tomado nunca y la más importante. “La fe no contradice el conocimiento, va más allá del conocimiento”. (Kierkegaard)

3. Comer de todo: soy una degenerada y todo me gusta, lactosa, gluten, huevos, pescados y carnes procedentes de los animalitos más sociables e inteligentes, bebidas alcohólicas e incluso hidratos… Coincidirán conmigo en que esta manifestación suena depravada, en un mundo donde quien más quien menos es alérgico al menos a alguno de los ingredientes que le ponen en el plato, si no a todos… Vivo rodeada de principitos del guisante con los que ir a comer es un verdadero suplicio, sobre todo para el personal de los restaurantes. - ¿tiene perejil? Oh…no no no no, retírelo, ¡cámbieme de plato, de mantel y de silla…!

4. Pegar: si desean dar un azote en el trasero a alguno de los diablillos que denominamos hijos, o al zampabollos de su perro, háganlo ahora (con discreción); por fortuna la violencia física está totalmente denostada y prácticamente aniquilada en el primer mundo. Ya no pegamos, ni apenas gritamos en ninguno de los ámbitos de socialización, desde el más superficial al círculo más íntimo. Sin embargo, la violencia psicológica y la agresividad pasiva campan alegremente, todo bajo unas maneras, deliciosas. Yo no digo que tengamos que volver a las manos, que viva la ganancia antropológica, pero cuidado con la agresividad, que ni se crea ni se destruye... Les recomiendo canalizarla en el gimnasio, en la cama, en los negocios o al teléfono con cualquier compañía teleoperadora. Fuera de esos escenarios, está muy feo.

5. Los piropos: Hace años, caminando con Pepillo, un tipo gritó desde una terraza: ¡Chaval, eso es una madre y no lo que yo tuve! Ambos nos reímos mucho. en el pasado fui muy piropeada pero nunca se me pasó por la cabeza que esta clase de requiebros, desde los más galantes hasta los más incómodos, supusieran un perjuicio para la dignidad femenina. Ahora me piropean poco (tengo que acudir a la Doctora Fercasy), supongo que influye el hecho de que casi siempre voy rodeada de niños y animales que tiran de todas mis extremidades en distintas direcciones. Supongo que además está mal visto, como fumar. Es una pena, mis niñas nunca sabrán lo que es un “¡Guapa!” de calle, “echao” con desprendimento.

6. No ser healthy: Que no, que no se fuma, ni se comen galletas, ni cereales, ni pan, ni leche, ni café… ustedes desayunen soluciones de cúrcuma, coman aguacate, quinoa y lentejas con kale, si son muy glotones unos daditos de tofú. ¿Chorizo, morcilla? Eso son bajezas, impropias de un individuo elevado del s XXI. Y luego directos al gimnasio, a ver si vamos a engordar… Ah el gimnasio… lugar de culto en los 70 donde bailarines y artistas y hasta intelectuales se solazaban con el mens sana in corpore sano; elitista y exclusivo en los 90 de American Psyco y Calvin Klein; símbolo de la peor canalla en 2020…

7. No ser progre: en la última época del franquismo, los progres eran una minoría viajada, con inquietudes intelectuales y ganas de libertad. Mis padres eran absolutamente progres, gente moderna, valiente y en muchos sentidos transgresora. Hoy el progre es la hegemonía, el ciudadano medio, donde ser de izquierdas o feminista de pancarta, no tiene nada de revolucionario, ni es proeza, ni adelanto, ni diría yo siquiera progresismo. Salga de casa bien vestido, acérquese al quiosco, compre este periódico en su edición print, siéntese a leerlo en una terraza mientras disfruta de un vermut con patatas fritas y será considerado un insurgente.