La columna de Carla de la Lá
Ser o no ser, en España
Yo les diría que, sin el refrendo del Museo de Cera, nada es real en España, que nada ocurre si ellos no lo atestiguan a través de sus tallas
Tras la salida de España de Don Juan Carlos I (ex Rey, dice ahora la Wikipedia) la ofensiva morada ha tomado fuerza y envalentonada con taimados argumentos (como que ha huido de la justicia) ha comenzado a suprimir su nombre e iconografía en los ayuntamientos y localidades de su influencia: Segovia, Gijón, Navarra, Baleares, Leganés, Pinto... Sumen y sigan.
Sin embargo, existe un mágico (y creepy) lugar, a salvo de los vaivenes de la fogosa actividad política que nos ha tocado, un vórtice de extrema importancia estética y simbólica con el poder de trasladarnos fuera de la influencia de Podemos y del gobierno mismo, por tratarse de una empresa privada: El museo de Cera. Es más, yo les diría que, sin el refrendo del Museo de Cera, nada es real en España, que nada ocurre si ellos no lo atestiguan a través de sus tallas.
“Y allá muevan feroz guerra” los políticos, que diría Espronceda, que todo se quedará en noticia, titular, papel mojado, si no obtiene su traducción en esta fascinante institución de cuya misteriosa propiedad nada se sabe.
Hablando con ellos, esta mañana, ardo en deseos de saber qué ocurrirá con las tallas que representan al Emérito (que hay varias) _la encantadora señora que me atiende, asegura que no se manifiestan monárquicos ni republicanos:
_ Aquí somos asépticos_dice.
_Lo cual viene muy bien en tiempos de “La COVID”. ¡Gracias!
Sin embargo, el Museo siempre se ha esforzado en guardar con escrupulosa fidelidad el protocolo de la Casa del Rey. Y si no, recordemos lo que ocurrió con la efigie del elegantísimo Jaime de Marichalar (la de veces que he compartido maquinaria con él en el gimnasio).
Cuando Zarzuela anunció el famoso "cese temporal de la convivencia" la dirección del museo trasladó la talla del ahora exduque de Lugo a un salón dedicado a la tauromaquia.
El salón de la tauromaquia es simpatiquísimo porque ideado para albergar a mitos del Arte taurino como Manolete, Frascuelo y Lagartijo, terminó haciendo las veces de cajón de sastre y recibiendo a todas las figuras cuyo devenir en la vida real había convertido en incómodas, fueran o no del todo aficionadas a la lidia.
Cuando se hizo pública la formalización del divorcio, Marichalar fue extraído en una carretilla y trasladado. ¿Sabían que el Purgatorio existe? Se lo garantizo, está en España y es el almacén del Museo de Cera, donde aguardan (supongo que silentes) decenas de figuras en desuso cuando sus alter egos vivientes caen en desgracia… ¡Qué triste y qué hermoso en realidad!
Del mismo modo, tras los desafortunados hechos ocurridos en torno a las figuras de los Ex Duques de Palma, el Centro rescató temporalmente el pasado de Iñaki Urdangarín, en su calidad de exjugador de balonmano, evitando el atolladero de llevarlo al almacén.
¿Quién sabe? Quizá no se esté tan mal allí, a salvo de los curiosos. De hecho, todos nuestros ex presidentes habitan en el almacén, ¿De verdad creen que Rajoy vive en Aravaca? De eso nada, está en el almacén del Museo de Cera junto a Zapatero y Aznar; y más pronto que tarde, recibirán, espero que con cariño a Pedro Sanchez, cómo no.
Me dicen mis fuentes del Museo que de Pablo Iglesias e Irene Montero no hay tallas, que vicepresidencias nunca han trabajado porque no habría sitio suficiente.
_”Y menos en el caso de nuestro gobierno de coalición, ejem…”.
El Museo de cera no se pronuncia como militante de la izquierda o de la derecha, eso sí, procuran ser objetivos. Prueba de ello es que van por “la tercera o cuarta talla de S. M. la Reina Letizia” a la que, como sabemos, es difícil dedicar una talla duradera.
Por su parte, las figuras de Elena y Cristina, hermanas del Rey Felipe IV, descansan ahora en el "limbo", que en realidad es el nombre con el que los responsables del museo se refieren al almacén. Y junto a las infantas, finalmente, ha abandonado las instalaciones visitables, Urdangarín.
Hasta septiembre, el museo de cera está cerrado por obras; Don Juan Carlos y Doña Sofía permanecen, de momento, en el Salón de Honor, aunque desde la abdicación, no presiden el acto de estado cuyas tallas recrean. “Y mientras no exista una sentencia que requiera algo distinto, ocuparán la misma posición que hasta ahora “_manifiestan las fuentes consultadas entre su personal.
Imagino, esto ya es cosa mía, que, en caso de cambios, barajarían la posibilidad de encaminarlo a los toros, como tantos otros aficionados… O mucho más dulce, podrían improvisar un escenario playero en las Antillas con nuestro querido (ex) Rey tranquilo, a salvo de sus angustiadores, disfrutando de un zumo de papaya y acodado en la barra de un chiringuito en bermudas, junto a un velero de atrezo, en el que solazarse a los deportes náuticos. Cualquier cosa, menos el almacén.
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