La columna de Carla de la Lá

Una noche con Mr. Trump

Efectivamente, parece un psicópata de manual, lo contrario a la evolución social, política y moral, por eso el planeta entero está alineado en su contra y hasta los niños españoles cuelgan fotos repipis en las redes sociales pidiendo a Biden, por un mundo mejor.

Una noche con Mr. Trump.
Una noche con Mr. Trump.Unsplash

He visto infinito documentales sobre Trump porque me divierte y me interesa muchísimo su figura, su empresa y su marca personal, que sin ninguna duda perdurará (“el Trumpismo”) cuando él se haya ido.

Los medios también los leo y escucho, cómo no, pero es difícil encontrar algo distinto a un consenso (aún más temperamental que Donald Trump) y de lo más McCarthyano sobre lo malísimo que es el todavía Presidente de los Estados Unidos, y lo buenísimos que son Biden y (la verdadera candidata) Kamala Harris.

Que sí, que parece un psicópata de manual, una apisonadora intolerable que seduce desde su psicopatía a la parte más animal del cerebro. Lo contrario a la evolución social, política y moral donde se presupone un crecimiento en todos los valores de la comunidad humana como son el altruismo, la inquietud por el conocimiento... y estas “pequeñeces”... pero me pasa lo de siempre, cuando observo al planeta entero alinearse en contra de un sólo individuo, en modo bulling, que hasta los niños españoles cuelgan fotos repipis en las redes sociales pidiendo a Biden, por un mundo mejor… no puedo remediarlo, algo dentro de mí necesita desesperadamente, apartarme de la mayoría (jamás he confiado en la borregada) y buscar más información.

Y miren, me rindo, me da pena el hombre (que está muy mayor) y, les confieso queridos lectores, que ya me caen bien todos los políticos sin excepción, desde Trump hasta Echenique y ya no veo ideologías ni teoremas de Pitágoras, yo sólo veo artistas, folklóricos, ¡youtubers!, no puedo dejar de ver los maravillosos vídeos que nos regalan, casi a diario, desde todas las naciones del globo terráqueo. Adoro su grandioso sentido del espectáculo, ese talento, ese ¡cabaret!, para mí ya todos son rutilantes estrellas cargadas de swing, independientemente de su humanidad y su miseria (que es la de todos nosotros, ¿no?). Bien, anoche soñé que charlaba animadamente con Trump mientras tendía la colada en la terraza de la cocina de mis padres, un calcetín, una servilleta... unas braguitas... Él me sujetaba el cubo de las pinzas, con su pelo mostaza, su corbata roja y su gran envergadura de señor gordo de más de 1.90 (es el tercer presidente de EE UU más alto después de Abraham Lincoln y Lindon B. Jonhson).

Me preguntaba si había estado en Nueva York, yo le decía que sí y que acabo de escribir una novela en la que vuelvo, con sumo respeto, sobre el asunto de las Torres Gemelas y él, contestaba que tras los atentados del 11-S la Torre Trump se había convertido en la más alta de Manhattan, lo cual es falso, pero no quise robarle esa ilusión. Jamás desmiento a los mentirosos porque me parece una falta de caridad.

Decía que había escrito (o participado en la escritura) de 14 libros, la mayoría sobre negocios, inversiones y riqueza desde un punto de vista personal. Me dijo que, pese a lo que se yo pudiera pensar por sus expresiones poco ortodoxas y su forma de hablar, no se trataba de un iletrado, que tenía una licenciatura en Ciencia Económica y Antropología de la prestigiosa escuela de negocios de Wharton de la Universidad de Pensilvania. Y que además de sus negocios en todos los ámbitos que uno pudiera siquiera imaginarse y su emporio inmobiliario, sus casinos, la lucha americana y sus concursos de belleza había sacado tiempo para grabar más de una decena de cameos en el cine, además de su programa de televisión The Apprentice (por el que le pusieron una estrella en el paseo de la fama de Hollywood) y que Los Simpson le habían hecho presidente con muchos años de antelación a su llegada a la Casa Blanca.

De pronto, con toda su cara dura y sus manitas pequeñas, como de teleñeco, interrumpiendo una conversación interesantísima y elevada sobre su estancia en el Vaticano, se abalanzaba sobre mi e intentaba propasarse y yo, claro, asustadísima, defendiéndome como podía y procurando no faltar al respeto al Presidente de los Estados Unidos de América, ni incrustarle una maceta entre los ojos....

_Señor, presidente, por favor, ¡no sea zafio!

_¡Cuando se es una estrella, puedes hacer cualquier cosa!

_¿Pero usted no ha aprendido nada de los Demócratas, de los hombres civilizados?

En esto entra mi padre con su periódico y sus gafas, yo sonrío liberada de pasar a la historia por cometer magnicidio y Trump comienza a comportarse como un monaguillo de Villanueva de la Serena. Saca de su bolsillo una cartera y de la cartera una fotografía arrugada, como de la revista Pronto, en la que aparece junto al Sumo Pontífice; nos la muestra:

_Es difícil precisar quién tiene un aspecto más luciferino_ Dice mi padre sonriente.

_Gracias_ Responde Trump.

_Descuida papá, estamos tendiendo la colada, que hay mucha, Donald muy entretenido porque no lo ha hecho nunca y yo, ya me conoces, con el ánimo de rescatar lo mejor de las personas, me he propuesto encontrar algunas áreas en las que estar de acuerdo con este hombre con el que nadie lo está.

_He sido dos veces nominado al Premio Nobel de la Paz_ Añade Trump, mientras acerca la nariz a las hortensias de mi madre_ Y que conste que antes de convertirme en candidato y presidente, era amiguísimo de Hillary y Bill Clinton; se sentaron en primera fila en mi boda con Melania.

_ Ahh... Humanidad, que no comprende su naturaleza y busca su seguridad en absurdas cotas de poder... y tú, Carlita, siempre haciendo de abogado del diablo…

_Lo sé papá, pero no puedo evitar buscar cualidades positivas en el político más vilipendiado desde… ¿Richard Nixon?

_ ¡Un momento! A Nixon le gano, a Nixon y a todos. En todo.