La Columna de Carla de La Lá

Cuba oprimida ¿y feliz?

En Cuba nadie consume nada, excepto alborozo, cháchara, hilaridad y tiempo, con el tiempo redimen el consumo nacional completo.

Cuba oprimida ¿y feliz?
Cuba oprimida ¿y feliz?Imagen de archivo

En Cuba aprendí una palabra preciosa que todos deberíamos incorporar a nuestro diccionario de la moda y en general al diccionario de la inutilidad patente, que es el único interesante. Se trata del “bajaychupa” o “bajichupa”, (en Cuba) blusa, prenda femenina carente de tirantes, es decir, un Palabra de Honor.

¡Cuánto nos queda por aprender de Latinoamérica!, fuente inagotable de diversión, frescura y creatividad.

Yo trabajé una temporada con cubanos e incluso hace no tanto, trabajé en la Isla para la organización del famoso (en un círculo de amantes de los cigarros puros)  Festival del Habano, una cita internacional a la que acuden cada año fumadores de todo el globo para disfrutar de los últimos y mejores habanos rodeados de glamour y celebridades.

Imagino que muchos de ustedes habrán visitado el singularísimo país de vacaciones pero los que han trabajado en Cuba estarán conmigo en que no se puede comparar la estancia turística con la vivencia profesional.

El primer día trabajando en La Habana casi me enfadó su lentitud, sus elipses constantes, su narrativa extemporánea, su fábula intempestiva, su disparatada calma… pero en pocas horas comprendí que más que pesadez o pereza tiene otra condición desconocida y mucho más exasperante, una que me sacaba de quicio como occidental, y como la pragmática e impaciente profesional que soy: ¡en Cuba se consume tiempo!

Los cubanos son consumistas, igual que nosotros, porque el ser humano es consumista y oral en todas partes. La diferencia, es que en Cuba, donde no hay comercio ni circula el dinero, al menos de la manera en la que estamos acostumbrados aquí, se consume tiempo, lo único que tienen porque  el tiempo es gratis.

Me impresionó llegar a esa conclusión que después confirmé cada día, cada hora, cada segundo junto a ellos y a la que no pude acostumbrarme. ¿Serían felices? Lo cierto es que sí.

En los últimos días y al grito de «libertad» y «abajo la dictadura«, ya saben, los cubanos señalan al Gobierno de Miguel Díaz-Canel por la grave escasez que vive la isla, y todo esto con una amplísima y natural resonancia en las redes sociales que, con arreglo a su tendencia habitual, de slogans bondadosos y cuqui, claman por libertad. ¡¡¡ Que viva Cuba Libre!!! Por supuesto.

Los tuiteros, tiktokers e instagramers muestran su apoyo a este levantamiento y exigen al Gobierno de Pedro Sánchez un gesto de apoyo que no ha llegado de manera contundente. Es curioso, el gobierno que tantísimo esfuerzo moral y económico ha puesto en la lucha contra la dictadura del General Franco, el gobierno del aspaviento, de la vehemencia hipertrofiada contra el abuso dictatorial, no es capaz de llamar dictadura a la dictadura Cubana. Misterios transculturales….

Pero quizá lo más misterioso es que los Cubanos, como decía, son felices; con todo, lo son. Recuerdo subir en un autobús a las cinco de la mañana con cincuenta periodistas, la mayoría cubanos, con dirección a Pinar del Río, y la felicidad y el contento, y el tono vital altísimo que se les desparramaba de los ojos, de la boca y de las manos precisamente a los de allá, que al parecer no tenían sueño, ni pereza, ni problemas, ni desamores, ni celos, ni insatisfacciones, ni bloqueos, ni ansiedades, ni tristeza alguna… qué les voy a contar que no sepan de la neurosis de las sociedades “avanzadas”.

Observar su felicidad, lidiar con su alegría ganadora (a la nuestra, a la de los países democráticos nos daba sopas con honda)… era verdaderamente interesante y le sigo dando vueltas.

En el mundo civilizado, evolucionado y equilibrado, además de las comidas de rigor consumimos sin parar: cafés, refrescos, tabaco, chicles, gominolas, botellines de agua, fruta, barritas de cereales... permanentemente insatisfechos. En Cuba nadie consume nada, excepto alborozo, cháchara, hilaridad y tiempo, con el tiempo redimen el consumo nacional completo.

El tiempo lo ven llegar, lo eligen, lo manosean, al tiempo lo pelan, se lo llevan a la boca, lo chupan y lo paladean, después lo regurgitan y sacan tiempo para empezar de nuevo, con una sonrisa sexy.

Los cubanos son cronófagos y las cubanas las mujeres más vivas del mundo o al menos, las que yo tuve el placer de conocer y adorar.

Los hombres en Cuba son latosos, hasta la impertinencia. Sobre todo los españoles. No me gusta cómo se comportan los hombres en Cuba, lo siento. Un señor perfectamente comprometido con la vida moderna pisa suelo Cubano y Ancha-es-Castilla.

Recuerdo leer en la piscina del hotel rodeada de españoles barrigones abrazados a cubanas jovencísimas que comían hamburguesas con patatas y Cubacolas o Tukolas con pajita. Recuerdo que parecía Mutiny on the Bounty, cuando llegan a las islas. Recuerdo leer y huir.

Las mujeres cubanas, vuelvo sobre ellas, son muy atrayentes, divertidísimas, por su avisada inteligencia y su gracejo desfachatado, diestro, descorazonador.

En una comida de esas trabajando en Pinar del Río, alejados de la mano de Dios, se nos fue el autobús y andábamos viendo quién podría devolvernos a La Habana o quién podría darnos un “ride” a cuatro periodistas cubanas y a mí, todas juntas, sanas y salvas.

No tardó en acercarse un español muy cacareador que acercando su nariz a nuestros ronsitos y a nuestras orquídeas silvestres_recuerdo que acercaba horriblemente su nariz_se ofreció a llevarnos en su coche pero ¿Y a cambio de qué?_c r e ti ne ó a las muchachas, que respondieron:

_Miiira...fíjate que una mujer siempre tiene con qué pagar, lo que no sabemos es si tú vas a tener con qué cobrar.