
Hábitos
Cómo empezar el día con buen pie: 3 hábitos matutinos que marcan la diferencia
Arrancar el día con más energía y concentración depende de gestos sorprendentemente sencillos: desde ventilar la habitación nada más levantarse a desterrar para siempre el teléfono móvil de la mesilla de noche

El primer gesto de la mañana para muchos se ha convertido en un acto reflejo: estirar el brazo hacia la mesilla de noche y buscar la pantalla del móvil. Este simple movimiento, aparentemente inofensivo, nos sumerge de inmediato en un mar de notificaciones, correos electrónicos y noticias de última hora, lanzándonos de cabeza a un torbellino de estímulos ajenos antes incluso de haber puesto un pie en el suelo. Es una forma segura de empezar el día con la agenda de otros.
De hecho, esta costumbre nos roba algo más que paz mental. Se calcula que la revisión matutina del teléfono consume un mínimo de cinco a diez minutos, un tiempo de calidad irrecuperable que podría dedicarse a despertar con calma. Para evitar esta trampa, los expertos sugieren una solución drástica pero efectiva: desterrar el dispositivo del dormitorio y recuperar el despertador de toda la vida.
En este sentido, el agotamiento matutino no solo proviene de la sobrecarga digital, sino también del desgaste que producen las decisiones triviales. Este fenómeno, conocido como la temida fatiga por decisión, consume una valiosa cuota de nuestra energía mental en tareas que podrían haberse resuelto con antelación. La estrategia de preparar la noche anterior la ropa, el almuerzo o la mochila del día siguiente es una idea que también analizan en la revista Vogue, donde se destaca su eficacia para liberar recursos cognitivos.
Del caos digital a la calma del entorno
Por otro lado, existe un tercer hábito, tan elemental como a menudo olvidado, que puede tener un efecto revitalizante inmediato. Se trata simplemente de abrir la ventana al levantarse, un gesto que permite renovar el ambiente cargado de la noche y que ayuda a despejar la mente con la entrada de aire fresco. No es necesario convertir el dormitorio en una sucursal de la Antártida, unos pocos minutos son más que suficientes para lograr el objetivo.
En definitiva, la combinación de estos tres pequeños cambios (aplazar el móvil, adelantar decisiones y ventilar la habitación) no persigue una transformación radical, sino una modificación de la mentalidad. El objetivo es proteger las primeras horas del día como un espacio personal de preparación, sentando así las bases para afrontar una jornada mucho más llevadera y, sobre todo, propia.
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