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Juanjo Oliva: «La inspiración se busca, no se espera a que llegue»

Juanjo Oliva.
Juanjo Oliva.larazon

La entrevista de Marta Robles con Juanjo Oliva, diseñador de moda.

Juanjo Oliva ya no es la joven promesa de la moda española. Aunque su aspecto juvenil despiste, hace ya mucho que se convirtió en ese diseñador consagrado, que no sólo cuenta entre sus devotas con algunas de las mujeres más elegantes de España, como la modelo Nieves Álvarez –musa y amiga personal del creador–, sino con una legión de seguidoras, que hace tiempo veían sus diseños inasequibles en las revistas de moda, pensando que jamás podrían hacerlos suyos y ahora, por obra y gracia de El Corte Inglés, ya pueden conseguirlos a unos precios más que razonables en las colecciones de Juanjo Oliva para Elogy.

Alguien pensará que ya que las piezas de esas colecciones son para unos grandes almacenes Juanjo las trabaja con menos cariño, pero se equivoca. Para la que se presenta el próximo viernes 12 de septiembre en la pasarela Cibeles Mercedes-Benz Fashion, Week Juanjo dice que buscó la inspiración – «que se busca, no se espera a que llegue», puntualiza– en un cuadro de la pintora Lygia Clark: «Una fantástica artista brasileña, de las más valoradas en el mundo, abstracta, con mucho color, geometrismo y constructivismo, pero mirado desde la perspectiva de su país.

Lo curioso es que los mismos cuadros de esta fascinante artista inspiraron no sólo mi colección, sino también el cuadro de una pintora que vive en Brooklyn y tiene mi edad. Y esa otra pintora y yo estamos separados en el espacio y somos de distinto tiempo que Lygia, pero es que el tiempo creativo no es igual que el resto del tiempo».

Recuerdo haber visto una obra de Lygia Clark parecida a una pajarita de papel en una exposición sobre la abstracción latinoamericana, en la madrileña sede de la Fundación March. Tendré que esperar al viernes para saber si fue una de las obras que le motivaron a él y a la pintora neoyorquina y ver qué queda en su colección, entre tanta abstracción, de ese regusto de los años 20, que siempre parece presente en sus creaciones.

«Después de tantos años, la mujer a la que visto, la que tengo en la cabeza, es siempre la misma –me explica–, pero también va evolucionando conmigo a raíz, sobre todo, de la edad y la experiencia. Aún así, me gusta no perder la frescura de empezar cada una de mis colecciones con un folio en blanco, pero en todas hay siempre algún aspecto retro... Son cosas de ese tiempo creativo del que hablábamos, que tiene algo de intemporal. De hecho, en esta colección nos hemos revisitado y hemos escogido, variándolos, vestidos de mi primera colección, que es algo que me parece muy interesante». Juanjo ni siquiera me tiene que explicar que hacer una colección para unos grandes almacenes no es lo mismo que hacer una de costura. Está claro. Hay unos condicionantes que son los precios, las tallas... Pienso que no tiene que ser fácil para un diseñador de mujeres delgadas e infinitas popularizarse, pero me equivoco. «De hecho, yo creo que he cosido para todo lo contrario, porque aunque casi siempre he hecho costura –y eso que ya llevo tres añitos con El Corte Inglés, que son siete colecciones–, mis clientas de toda la vida han tenido todo tipo de tallas. Lo que sí he intentado siempre es favorecerlas. Y creo que hay una visión de la delgadez como algo que es favorecedor per se».

Sonrío porque sé que en este mundo nuestro todos queremos ser o parecer delgados. «Yo siempre intento que mis clientas tengan lo mejor que yo puedo hacer, tanto en costura como en «Prêt-à-porter» y que se vean lo más delgadas que puedan, aunque no lo estén, y yo les diga cuándo les queda fatal un vestido, por más que les moleste. Y hay una serie de trucos que nosotros aportamos y que no son torturas, como el color, la elección de la mejor silueta, de los tejidos. Hay cosas que una mujer y un hombre pueden hacer para estar mejor, sin pasar por las torturas de las fajas. Aunque la corsetería ha cambiado mucho». Y tanto. Ahora hay actrices delgadísimas que no salen sin esa faja que es como una segunda piel. Siempre me ha extrañado.

«Esa ropa interior –me dice– ha vuelto a tener sentido porque ahora se trabaja con tejidos muy finos y transparencias y hay una ropa interior concreta que te hace ir mucho más guapa yendo casi desnuda o con ropa tan ligera como un vestido que pese 12 gramos». Doce gramos, casi un par o tres de molinillos de viento. Poco más. Lo que parecen pesar algunas modelos que desfilan en la pasarela, livianas como un sueño que, al final, puede acabar en tragedia. «Es que hay defender la delgadez saludable, pero prever que no se llegue a la delgadez extrema. Y la moda es una plataforma, como la televisión o el cine, desde donde ayudar a que haya una concienciación para evitar este problema. Pero a veces ese tema se utiliza como un arma arrojadiza contra nosotros. Lo tenemos, como dice la gente de mar, en contra, como el viento».

Habla del mar y me viene a la cabeza la autenticidad de los elementos. Y luego pienso en el arte, en la moda..., y le pregunto si hay tanta mentira como parece. «Sí –me dice rotundo–. Pero es que en la vida hay mucha mentira y no te quiero parecer descastado, pero yo creo que incluso nos gusta que nos mientan. De hecho, yo creo que la mentira existe para que la gente que tiene criterio y curiosidad sepa elegir». ¿También nos gusta que nos mientan en política, le pregunto?. «Bueno es que el nivel de mentira de la política ya está muy por encima del que podemos tolerar. Lo de la mentira ahí es como en las relaciones amorosas: hay un momento en el que se pueden hacer concesiones, pero no se puede estar siempre haciendo sacrificios». Uno obligado en moda es el de soportar, desprotegidos, las copias del «low cost». «Es que –dice Juanjo– donde primero llegó la piratería, fue precisamente a la moda».