Gastronomía

Adicción a los pinchos: 70 en una noche

Actor. Recuerdos de su niñez le hacen odiar la verdura, pero no renuncia a la carne ni a su Thermomix

El actor Leo Rivera
El actor Leo Riveralarazon

Leo es un hombre sin exigencias gastronómicas, bueno eso dice, porque luego, cuando se mete en harina, deja caer que hay ciertas cosas que no soporta. «Pequeñas manías», se disculpa. La tranquilidad que desprende su personalidad, puede que fruto de lo tempranero de su entrevista con LA RAZÓN, la traslada también a su cocina. «Si tengo tiempo y va a venir alguien a comer a casa, sí que preparo platos más elaborados; si no, soy muy de cocina de batalla. Soy bastante perezoso», reconoce. Entre sus platos estrella del día a día están los arroces y la carne. Vuelta y vuelta y al plato. No más de 20 minutos en los fogones. Tampoco es que su agenda le permita estar más tiempo en la cocina. Ahora, Rivera acaba de reestrenar en el Teatro Marquina de Madrid «Más apellidos vascos 2.0», una revisión de la obra que ya estaba en cartel «en la que han hecho algunos ajustes para que sea más divertida», explica. Sí, se trata de la versión teatral de la exitosa película «Ocho apellidos vascos» y, claro, un servidor se ve obligado a preguntarle si es más de la cocina norteña o de la del sur. Difícil respuesta. «Cada una tiene lo suyo, ambas son muy completas y me cuesta decantarme por una. Para mí el gazpacho es intocable, no sólo en verano, sino a lo largo de todo el año. Pero claro, luego vas a Donosti... y te vuelves loco con los pinchos. Bueno con los pinchos o con lo que te pongan en la mesa, porque es una gastronomía deliciosa», dice.

Cuenta un tanto avergonzado que cuando pisa territorio vasco pierde el control. «Siempre acabo malo de la tripa», reconoce. Y no es para menos, porque según Rivera, es capaz de tomarse más de 70 pinchos en una sola noche. «Empiezas... y no sabes cuándo parar». Y claro, además del efecto intestinal de esta brutal ingesta de pinchos, luego también llegan los remordimientos. Los siguientes días, a dieta. «Nada de patatas fritas, pescados a la plancha para compensar», descubre a modo de información confidencial. También le mete duro al deporte, por eso, los excesos gastronómicos cantábricos causan no pocos estragos en su figura. «Hago deporte dos o tres veces a la semana. Salgo a correr y luego en casa tengo elíptica, barra para dominadas...», justifica. Retomando su idea de las manías culinarias, asegura que no se lleva demasiado bien con «el mundo verdura». «Parezco un niño pequeño, pero es que es ver brócoli o coliflor y lo paso fatal. No me gusta nada. Aunque como ya no soy un crío, intento esforzarme por comerla de vez en cuando», afirma.

En su cocina impera el caos, por eso, lo suyo es la Thermomix. «Con este aparato se hace la comida súper rápido y además no ensucias nada. Porque cuanto más cocines, más ensucias y luego, tras la paliza de cocinar, ponte a limpiar... un rollo». Aunque este «martirio» se convierte en «placer» cuando tiene invitados en casa. Él y su pareja lo pasan en grande preparando grandes comidas. «Disfruto cocinando para 8 o 10 personas, tampoco más que luego si no es una locura», matiza para después añadir, que en su casa «nada de que cocine la novia, todas las tareas domésticas al 50 por ciento». Un buen reparto de papeles más allá del teatro.

La Selfireceta: Risotto de espárragos y setas

Ingredientes:

-Arroz-Caldo

-Espárragos

-Setas

-Nata-Queso

Elaboración:

Lo primero que hago es hervir los espárragos hasta que queden blanditos. El truco está en sacarlos del agua cuando está en ebullición y a continuación ponerlos en hielo. Así quedan supertiernos. Fríes las setas. Pones todo sobre la sartén con un poco de aceite y echas el arroz. Poco a poco viertes el caldo de pollo de brik (para ahorrar tiempo). Al final echas un poco de nata y a la mesa. Ah, y un toque de queso antes de servir.