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Chiringuitos, oasis playeros
Son fuente de identidad mediterránea. Comer y beber en compañía del mar ayuda y mucho
Los chiringuitos de playa no escapan a esa perpetuidad efímera. Tras la temporada estival su presencia se desvanece. El romance de los bañistas y turistas no sobrevive a las vacaciones. Hay que exprimir esta fidelidad hasta el último minuto. Agitar las horas de estas barras provisionales, impostadas en la arena, que avistan tendencias de moda al borde del mar. Un continuo hervidero que muestra el estilo de vida de vips y mortales.
Los chiringuitos salen a las playas como las terrazas a las plazas. Nacidos para ser tradición estival. El poder de la sombra. Imaginamos el futuro de mil maneras, pero no nos imaginamos playas sin chiringuitos. Son fuente de identidad. A veces cuando menos te lo esperas encuentras un nicho playero en forma de chiringuito. «De aquí no me muevo». Y es que comer y beber en compañía del mar ayuda y mucho.
Un valor añadido gastronómico, es lo que se le pide cada vez más. Y los chiringuitos no iban a ser menos. Un aperitivo como experiencia vital. Sencillez y calidad constituyen un verdadero lujo al borde del mar. Las vistas mandan. Conquistan efímeramente al cliente accidental y de forma sistemática al vecino de la playa. El Cranc, (Altea); Algas Beach (Moraira); L’Olleta ( Altea).
El chiringuito se vuelve polifacético a ratos. Punto de encuentro global. Isla cervecera al mediodía, Coctelería sin prejuicios a media tarde. A babor los surferos, el espíritu náutico, a estribor los «fofisanos» y sus barriguitas de moda. Espacios únicos que provocan emociones. Clásicamente diurnos si, empáticamente nocturnos también. Montgo Di Bongo (Xàbia) Oli ba ba (Oliva); Ximbala (Benissa); Duna (Daimùs).
Todos los veranos desembarcan en las playas. Algunos ya fijos, son declarados bien de interés bañista, protegidos por turistas y enemigos del sol, todos a uno. Otros crean la versión sofisticada del look marinero. La Más Bonita (La Patacona Valencia); El Chiringuito, (Dénia); Bol Nou (Villajoyosa); Botavara (Benicàssim).
Prohibido agobiarse en hora punta, a veces, el ritmo del servicio a fuego lento permite disfrutar de la panorámica. Meca de peregrinación para los bañistas «gastronómadas» estivales. Todos tienen algo en común, aportan empatía y disimulan imperfecciones gastronómicas. No hay tiempo para experimentos.
La buena reputación les precede y son un referente. Comprometidos con el estilo de vida Mediterráneo. Clásicos que están más de moda que nunca. El lugar ideal para pasar una jornada estival. Rebeldía gastronómica controlada, símbolos de máxima hidratación, con la fría rubia y el tinto de verano como protagonistas. Lo refrescan todo cerca de la orilla.
La verdad gastronómica no tiene estructuras de ficción. Después de años relegados a un segundo plano, salvo raras excepciones y convertidos en un tabú. Los chiringuitos no solo se convierten en el color del verano, sino en un básico que mantener, temporada tras temporada. Y siempre que el tiempo acompañe disfruten con intensidad hasta el final del verano. Chiringuitos, oasis playeros.
«The protector»
El chiringuito es la protección que funciona. Con fotoprotectores en forma de sombrillas, pérgolas, o tejadillos, que luchan contra los rayos ultravioleta acompañados de líquidos elementos y otras propiedades gastronómicas, en forma de tapas, raciones y paellas, que permiten pasar el día en la playa mientras se reafirman los gustos cerveceros y se combaten los golpes de calor, con el mínimo esfuerzo y sin quemarse. Los reacios a usar a diario tratamientos corporales se rinden a los fotoprotectores en forma de chiringuito con función extra, hidratar y refrescar el cuerpo y ofrecer la máxima protección a la piel. Superada la asignatura de la prevención. «Otra cervecita por favor».
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