Familia
Alba y Feliciano pelean por el ajuar
Resulta shakesperiano. Intervienen terceras, cuartas y hasta quintas personas –los padres de ambos y el hermano de él– para retirar los enseres del domicilio conyugal.
Resulta shakesperiano. Intervienen terceras, cuartas y hasta quintas personas –los padres de ambos y el hermano de él– para retirar los enseres del domicilio conyugal.
Parecen Montescos y Capuletos, aunque aquí no haya novios suicidas. Pero todo resulta shakesperiano, cuando no alta comedia americana o situaciones de vodevil francés: ligero y espumante, aligerando el trasfondo emocional. Intervienen terceras, cuartas y hasta quintas personas, como esa madre preocupada por la niña de sus ojos que no dejó de advertirle al ir a retirar sus objetos personales del domicilio conyugal. «¿Y no te llevas esto, te vas a dejar aquello?». Acompañada de su abogada hicieron fotos del doméstico entorno «por si faltaba algo no previsto». Repasaron hasta levantando alfombras. Pasmosa minuciosidad, casi como la de una urraca.
Pero no fue la única. Al día siguiente de que Alba Carrillo retirara «sus cosas», el clan Feliciano también fue con el fin de comprobar si faltaba más de lo previsto. Para colmo, hubo declaraciones –dicen que gratuitas, aunque parezca increíble– de la metomentodo progenitora en plan bélico. Lo que faltaba, a las que se debe añadir las de padres y hermano, de uno y otro, incluido Víctor, al que responsabilizan de todo el proceso. Es consejero espiritual y sentimental del campeón, además de administrar sus muchas ganancias, especialmente las resultantes de la publicidad. Un águila de la economía.
Unos y otros insisten en lo ya sabido, repiten la afrenta de las fotos miamenses con Rossana Almeyda, supuesta tercera en discordia, conchabada con la argentina o uruguaya –no se sabe bien su origen– Pampita. Y por eso la del «ahí te quedas» exige explicaciones, firme en que «todo empezó a los dos meses de la boda». Su gente sostiene que Feliciano nunca la deseó, como ya había ocurrido con la espléndida Alejandra Prat y, años después, con una María José Suárez –cinco estuvieron juntos– que aún parece añorarlo. Tiene vocación de madraza y, al contrario que Alejandra, no le importó amamantarlo entendiendo lo que le parecían chiquilladas de inmaduro. El amor lo puede todo. Hasta cegar, al punto de que días antes del «sí, no quiero» pretendieron anular el enlace. ¿Es peliculero o no? Aquí falta la deportividad exhibida en los campeonatos, donde Feli es el número uno. Recuerdan lo de Spencer Tracy en «El padre de la novia» o disloques de Doris Day.
Alba confiaba que mañana empezase su colaboración en «Hable con ellas», donde se unirá a Rocío Carrasco, experta en evadir situaciones tensas o desagradables. Por eso rompió con los hermanastros impuestos por capricho de Ortega Cano. Nada de juntos y revueltos. Mejor, alejados. Ella tiene ideas claras de cuál es su sitio, cómo debe comportarse, y es muy libre de elegir a María Teresa Campos como segunda madre, aunque sea un cariño reciente o televisivo, mimado y cultivado cual un huerto por Terelu.
«Alba está a la espera y no puede moverse. Por eso ha enviado a su hijo Lucas a un campamento», me cuenta una amiga: «Es imposible que deje Madrid este verano, entregada a clases de dicción y canto en la academia que Jorge Javier Vázquez tiene con el título de “La voz”. Se educa de cara a un porvenir profesional». Y echa más leña al asunto, asegurando a su entorno fidelísimo y protector que «Feliciano ha hecho bueno a Fonsi». Sorprendente y descolocadora revelación, cuando aún recordamos lo que Alba decía de uno y otro: «No me preocupa el currículum amoroso de Feliciano ni que le cataloguen como un ligón. Hay que recordar que yo vengo de Fonsi. En peores plazas he toreado». Rocambolesco, como también ver que el variopinto personaje –sobrino del campeonísimo Ángel Nieto– ahora la apoya pensando en el crío. Acabaron a tiros, sentando precedente de lo que ahora repite y protagoniza con Feliciano. Es una tensión más relajada porque la distancia –el deportista viaja incansablemente– es el olvido. Incluso relativo. Hay para rato. Se trata de un culebrón asegurado por capítulos, de sesión continua según vayan haciendo declaraciones una parentela entrometida tratándolos como si fueran tiernos infantes.
Quedamos a la espera de nuevas incorporaciones a uno y otro bando, a ver qué revelan, aportan o si nos sorprenden con novedades. Con lo fácil que sería que él también tirase de la manta, como cuando ella reveló que sospechaba infidelidades desde el Trofeo Conde de Godó, «cuando le contaban que su marido presuntamente frecuentaba numerosos apartamentos barceloneses en variopinta compañía femenina, alguna incluso no recomendable». Que en la variedad está el gusto.
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