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Aldo Comas: «Mi tatarabuelo fue uno de los últimos de Filipinas»

Conocido por ser el marido bohemio de la actriz Macarena Gómez, revela que desciende de uno de los últimos gobernadores españoles del archipiélago antes de que fuera cedido a Estados Unidos en 1898

Aldo Comas
Aldo Comaslarazon

Conocido por ser el marido bohemio de la actriz Macarena Gómez, revela que desciende de uno de los últimos gobernadores españoles del archipiélago antes de que fuera cedido a Estados Unidos en 1898.

Con un gesto de «enfant terrible» camuflado bajo gafas de sol, Aldo Comas (Barcelona, 1985) fue el anfitrión de la presentación en Madrid de la cerveza «Manila» de San Miguel. El marido de la actriz Macarena Gómez está de moda y que lo esté por «ser esposo de» no le crea ningún complejo. Es inquieto y no se autocensura, salvo al hablar de los Casiraghi: «Bastante presión mediática tienen ya». Le une una estrecha amistad con Andrea, primogénito de Carolina de Mónaco, y si hace cuatro años no quiso revelar el menú de la boda de su amigo, tampoco lo ha hecho ahora con el nacimiento de su tercer hijo, del que era conocedor antes de que trascendiera el viernes a la Prensa. Prefiere salir airoso con otra exclusiva: «Mi tatarabuelo, el general Rizzo, fue uno de los últimos de Filipinas», espeta. Es entonces cuando uno se percata de que es un pozo sin fondo.

–Se presenta como paracaidista, cantante y realizador. Para la gente usted es solo el marido de Macarena Gómez. ¿Có-
mo se vive siendo consorte?

–Sin ningún complejo. Ser «marido de» es un curro más de todos los que tengo.

–Dice que en el mundo del espectáculo hay que darlo. ¿Lo suyo con Macarena lo es?

–Nunca hemos ido con la idea de ser protagonistas. Si lo somos, es precisamente porque no lo hacemos adrede. Esa es la gracia. Además, que en España faltan parejas de moda. No hay tantas que, como la nuestra, curren juntas y lo lleven tan bien.

–Su atuendo anual en los Goya es de los más comentados. ¿Teme convertirse en el Sergio Ramos de la alfombra roja?

–No soy futbolista ni me identifico con él. No es mi estilo, ni yo el suyo. No hay nadie tan Aldo como yo (bromea).

–Con una esposa cordobesa y un hijo medio andaluz, infiero que, como catalán, poco podrá identificarse con el secesionismo.

–Desde octubre han sido los peores seis meses de mi vida. En las calles se ha vivido un auténtico drama y se han perdido incluso amigos. Todo se ha hecho fatal.

–Parece preocuparse por la imagen. ¿Se considera una «fashion victim» o simplemente un presumido?

–Un presumido, pero nunca me fijo en cómo visto, me pongo lo primero que encuentro. La clave es tener muchos trajes, zapatos y un cromatismo de tejanos simple. Con ese fondo se pueden hacer combinaciones fáciles.

–¿Qué diseñador predomina en su ropero?

–Juan Avellaneda. También uso mucho Zara.

–¿Qué le diría a quien dice no identificarle con el prototipo de hombre español?

–España es muy variada y somos todos bastante distintos. Además, ¿qué es ser español? Unos lo relacionan con lo clásico y antiguo; otros, con Palomo Spain y Bibiana Fernández. No es algo unívoco.

–¿Qué esconde tras sus perpetuas gafas de sol?

–Los ojos son una ventana al mundo y, a veces, mejor tenerla cerrada.

–Con más de 15.000 seguidores en Instagram, ¿se define como «influencer»?

–Me llaman «micro influencer» (se ríe), parece que ya esa cantidad no es suficiente. Pero si algo de lo que hago inspira a los demás, bienvenido sea.

–Dice que aprendió a vestir durante sus años de internado en Suiza cuando acompañaba a sus amigos a las tiendas de Gucci y Hermès.

–Sí, pero no compraba nada, solo les observaba y aconsejaba. A mi madre y a mi abuela les gustaban las grandes marcas y siempre he usado su ropa. Cuando falleció mi madre yo tenía 24 años y decidí empezar a ponerme sus abrigos de visón, sus pañuelos...

–Entre esos compañeros de internado figuran Guillermo de Luxemburgo y Andrea Casiraghi? ¿Le une a su familia algún vínculo con la aristocracia europea?

–No, son comerciantes de perfumes. Lo que sí es cierto es que mi tatarabuelo, el general Francisco Rizzo, fue uno de «Los últimos de Filipinas». Luego, se casó en Malta y, con su mujer, se instaló en España. De ahí vengo yo. Lo tengo documentado.

–Ciertas cabeceras dicen que España necesita más «Aldos Comas». ¿Qué aporta usted a este país?

–Si hay más gente que se toma la vida como yo, eso ya es bueno.