Moda
Bettina, la musa del «New Look» de Dior
La modelo falleció ayer en París a los 90 años de edad
La modelo falleció ayer en París a los 90 años de edad
La elegancia era ella. Vendrían luego la rebelde Twiggy o las «top models» de los 90, pero la exquisitez en el sentido más ajustado de la palabra lo representaba Bettina, la «top» de la década de los 50, que falleció ayer en París a los 90 años de edad. A pesar de su corta estatura, media 1,66, sus ojos rasgados, sus pómulos pronunciados y su forma de andar y mirar hicieron que los mejores diseñadores y fotógrafos la convirtieran en su musa. Su destino se unió a nombres como los modistos Christian Dior, Hubert de Givenchy, Jacques Fath y los maestros de la fotografía Cecil Beaton, Henri Cartier-Bresson, Irving Penn o Robert Doisneau, además de ser la última amante de Ali Khan, el escritor y guionista Peter Viertel -que luego se esposó con Deborah Kerr- y Guy Scholeller. Su vida fue una fiesta de principio a fin en un París que salía del trauma de la II Guerra Mundial.
Nació en 1925 y se crió en Normandía, aunque pronto recaló en la capital de Francia tras la contienda. Su deseo era ser diseñadora, pero no tardó mucho en ponerse delante de los focos para absorber toda su luz.
Fue Jacques Fath el que la convenció que se llamase Bettina -en realidad su nombre era Simone Bodin- «porque con este aspecto creo que te mereces llamarte así». Dior junto a Fath, y sobre todo Givenchy, la llevaron a lo más alto. Dior le propuso desfilar para su «New Look» y causó tanto impacto que Françoise Sagan le dedicó un artículo en la edición francesa de «Vogue» titulado «La eminencia pelirroja». En 1952, éste «bautizó» a uno de sus diseños más célebres como la blusa Bettina, que abría la exposición que el Museo Thyssen dedicó a diseñador. Rápidamente los fotógrafos más prestigiosos la reclamaron como la imagen más sofisticada de la década de los 50, como símbolo del renacimiento europeo tras la contienda bélica.
Su vida privada también fue legendaria. Hasta 1950 estuvo casada con el fotógrafo Gilbert Benno Graziani; después vendría Peter Viertel y finalmente el gran amor de su vida: el príncipe Aly Khan. Recién separado de otra pelirroja, Rita Hayworth, abandonó por él las pasarelas en 1955. Eran días de miel que no duraron demasiado, ya que a los cinco años Aly Khan falleció en un accidente. Tras un período de duelo, se convirtió en la relaciones públicas de Valentino y Ungaro. Regresó a las pasarelas en 1969 por cortesía de Coco Chanel. Una vez más confirmó su singularidad, siendo la más aplaudida. Volvía a tener a París a sus pies, aunque ya tenía decidido convertirse en una «socialité».
Su leyenda se multiplicó cuando la rescató de un semi olvido uno de sus grandes amigos: el diseñador tunecino Azzedine Alaïa, que en su galería parisina organizó hace unos meses. Allí se reunió con algunos amigos como Christian Lacroix y la crítica de moda Suzy Menkes. «Volví a la moda o quizá nunca me he ido», dijo durante la inauguración. La frase sigue vigente a pesar de su fallecimiento.
Una blusa mítica
Fue uno de los grandes hallazgos artísticos de Givenchy. Confeccionada en tela de camisa, con cuello abierto y amplio y mangas adornadas con bordado inglés, estuvo varios años de moda hasta convertirse en un clásico. El diseñador decidió llamarla la «blusa Bettina» en homenaje a la modelo.
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