Casas reales

Carlos y Camila, tres camas para un matrimonio

En vísperas de que se decida si el príncipe de Gales será presidente de la Commonwealth, se revela una de las cláusulas de su matrimonio: un lecho conyugal triple y rotatorio.

El príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles se casaron en 2005, tras 25 años de amor cuasi furtivo
El príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles se casaron en 2005, tras 25 años de amor cuasi furtivolarazon

En vísperas de que se decida si el príncipe de Gales será presidente de la Commonwealth, se revela una de las cláusulas de su matrimonio: un lecho conyugal triple y rotatorio.

Cuando Catherine Zeta-Jones confesó en 2006 que el secreto de su matrimonio con Michael Douglas era tener baños separados, el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles eran ya pioneros en la materia. Porque si en algo coincidieron desde que se casaron en 2005 fue en que su relación habría de ser «hasta que la muerte nos separe». El arduo periplo que hubieron de atravesar hasta poder darse el «sí, quiero» tras 25 años de amor cuasi furtivo era motivo más que suficiente para blindar un matrimonio que vuelve a ser actualidad tras desvelarse recientemente otra de sus cláusulas secretas: dormir en habitaciones separadas.

El lecho conyugal del príncipe y la duquesa se repartiría, así, en tres dormitorios diferentes en su residencia de Clarence House. Uno, solo para él, con cama de matrimonio y decorado a su gusto. Otro, de las mismas características, para ella. Y, por último, dispondrían de un tercero en común, también con cama de matrimonio, para cuando deseen compartir sábanas. «Este reparto les va genial», aseguran al diario «Daily Mail» personas de su entorno, que añaden que el aposento compartido es el que menos frecuentan. «Suelen hacer vidas separadas y a veces pueden pasar días sin verse», admite al medio una amiga de Camilla. «No necesitan estar juntos todo el tiempo, son muy independientes y, de esta forma, mantienen viva la relación».

Consciente de que el hombre con quien flirteaba allá por 1970 y habiéndose rodeado desde muy joven de «royals» –su ex marido, Andrew Parker Bowles, era ahijado de la reina madre–, Camilla sabía que acabaría convirtiéndose en la consorte del heredero británico. Supo esperar y, entre tanto, allanó el camino poniéndose al servicio de la monarquía. Tanto es así que, según allegados, marcó la hoja de ruta a su entonces todavía amante, de quien se convirtió en principal consejera: «Sabía que la corona necesitaba una princesa y hasta que ella pudiera serlo ayudó a Carlos a elegir esposa». Y añaden: «Era capaz de distinguir entre el hombre que la amaba y el futuro rey».

No quiere ser reina

Amigos de la pareja coinciden en que Camilla siempre ha sabido cómo tratar y embaucar al príncipe, incluso en los momentos íntimos: «Durante un tiempo ella le decía lo que tenía que hacer en la cama y a él le gustaba», sostiene una conocida de la duquesa. «Sabe qué tipo de mujer ha de ser para agradarle en cada momento y ha conseguido que Carlos siga con ella, sin dejarle pensar si lo que siente es amor u otra cosa», añade. Esta Camilla ambiciosa contrasta con la que en los últimos días describen varias informaciones, que citan a su círculo más próximo para asegurar que lo último que ansía es ser reina consorte, título que su marido insistiría en otorgarle cuando acceda al trono y que en los próximos meses tendría previsto consultar con el núcleo duro de Buckingham.

A lo que parece no renunciar es a convertirse en presidenta consorte de la Mancomunidad de Naciones. Así, finalmente ha optado por dejar a un lado su fobia a los aviones para viajar el 4 de abril hasta Australia y asistir a la apertura de los Juegos de la Commonwealth. Es consciente de que se trata de un evento clave, pues pocos días tras su clausura, y coincidiendo con el 92 cumpleaños de la reina, se reunirán en Londres los jefes de gobierno de la Mancomunidad, quienes decidirán si finalmente Carlos hereda la presidencia.