Los Ángeles
Cuando Ana Obregón le hizo paella a Spielberg
También es conocida con el alias de Anita la Fantástica, y en honor a la verdad he de decir que el sobrenombre se lo puso ella misma en una entrevista que le hice muchos años atrás. No le importa inventarse o que le inventen historias, con tal de que sean divertidas. Se queja de los «paparazzi», pero no sabría vivir sin ellos. Siempre en guerra con el paso de los años, «fashion-victim» de gimnasio y dietas, esta muñecona sonriente y pizpireta, ideal para los que gustan jugar con la nena pechugona entre ingenua y sexy, mayormente dedicada a la caza y captura de novios famosos (de Miguel Bosé al conde Lecquio, pasando por David Beckham y Suker), es en realidad una extraordinaria artesana y poderosa industrial: sola o en compañía de otros, ha sabido fabricarse un cuerpo y una vida, dos vidas, tres vidas... Más que leyenda o mito, yo diría que Ana Obregón es virtual. Un día descubriremos que también fue pareja del replicante de «Blade Runner» y podrá decir como él: «He visto cosas que vosotros ni creeríais. Naves ardiendo más allá de Hollywood, rayos C resplandeciendo en la oscuridad para los amaneceres de Rajoy...» En los 80, en una de sus escapadas a Hollywood para ver lo que pescaba, surgió la historia que hasta el día de hoy puede competir en el ring de las leyendas urbanas con la chica muerta de la curva o los cocodrilos de las alcantarillas de Nueva York: aquella paella que le hiciera a Steven Spielberg en su mansión de Malibú. Me contó entonces que conoció al director y productor en casa de Julio Iglesias, en Los Ángeles, y que al comentar él que le encantaba España, el flamenco y la paella, ella exclamó pensando más en cazar un papelito que en el punto del arroz: «¡Pero si es mi especialidad!». Pese a las instrucciones que le dio su santa y paciente madre en plan Arguiñano desde Madrid en larguísimas conferencias, le salió una auténtica porquería. Muy cara, eso sí. Porquería, pero auténtica. Muchos han cuestionado la veracidad de esta historia, pero yo recuerdo que una noche, en algún sarao, Ana me mostró unas fotos polaroid muy oscuras en las que se veía la gorra de béisbol de Spielberg asomándose a una paellera. Y a ella, claro. No creo que fueran trucadas: esa especialidad no se enseña en Biología. Otra leyenda urbana refiere que una de sus prótesis mamarias explotó en un avión, por aquello de la presión en cabina. Se desconoce si hubo víctimas, aparte del «wonderbra» de Anita.
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