Casa Real

Doña Elena, de compras en el hiperchino

La Infanta suele acudir con su hija a un polígono de Pinto en el que pasa desapercibida y paga en metálico fundas de móvil y gomas para pulseras

Doña Elena siempre ha destacado por comportarse con naturalidad en las ocasiones en las que ha salido de compras
Doña Elena siempre ha destacado por comportarse con naturalidad en las ocasiones en las que ha salido de compraslarazon

La Infanta suele acudir con su hija a un polígono de Pinto en el que pasa desapercibida y paga en metálico fundas de móvil y gomas para pulseras

Hay quien buscaba una cámara oculta cuando vieron entrar en el hiperchino del polígono industrial de Pinto, el llamado «China City, Ferretería, Mascota, Juguetes, Menaje, Lencería y etc..» a la infanta Elena de Borbón y Grecia. No era ni su doble, ni una secuencia de telerrealidad, era la mismísima Elena María Isabel Dominica de Todos los Santos, duquesa de Lugo, con su hija Victoria Federica y sus dos guardaespaldas, que entraban en la nave del «rey del todo a cien de Pinto» al ritmo de «Bulería» de David Bisbal y no con el himno nacional. Ellos, vestidos casual, pero correctos, y ellas como si hubieran dejado los caballos en la entrada. Vestían de amazonas. Las otras visitas de la infanta al chino de Pinto también han sido con su hija y con los guardaespaldas, pero ya vestían vaqueros y deportivas. Se ve que en las otras visitas no venían de montar a caballo.

Cuarenta años después de esa pequeña Infanta levantando la mano en clase para preguntarle a su profesora: «Señorita, donde yo vivo no hay calles. Yo no tengo calle, ¿qué pongo en el remite de mi carta?». Quien iba a imaginar que la niña que se criaba en un palacio sin calles, acabase frecuentando el polígono industrial de Pinto, en la carretera de Andalucía, casi casi en el centro peninsular del Cerro de los Ángeles. Entre las excursiones de compras al sur de Madrid y las anécdotas colegiales, la hermana del Rey Felipe VI, ha tenido un curioso aprendizaje sobre el mundo real. Si al principio de estar casada aún llenaba la despensa llamando a La Zarzuela, como si aún viviese allí, con el tiempo fue encontrándole gusto a la rutina de los ciudadanos. Quedaba, como quien queda para ir al cine, con una de sus primas para hacer la compra en el supermercado de su barrio, mucha marca blanca y pechugas de pollo. Por cierto, que ese supermercado de origen valenciano, parece que la persigue porque también le han colocado uno inmenso enfrente del complejo vacacional de Marivent, en Mallorca.

Pagó en metálico

Aunque Doña Elena ya estuviera emancipada, divorciada y con un trabajo en una aseguradora, aún era la hija del Rey. El día en el que sale del núcleo duro de la Familia Real ,«ese momento tenía que llegar» según sus palabras, ese día el golpe de realidad le da de lleno en todo el Palco Real y pasa a ocupar las gradas junto a los ministros. Verla en un mega almacén, en lo que vulgarmente todos conocemos por un «chino», es otra sorpresa, para el que trabaja allí y para los clientes que coinciden con la Infanta y que alguno quiere inmortalizar con un selfie. Ella acepta posar con una niña, pero con la condición de que la foto no sea ni para publicar, ni para subirla a internet. Victoria Federica está muy bien aleccionada porque no acepta ponerse en la foto cuando es invitada a hacerlo. Y la Infanta, que parece que va a lo suyo, también está ojo avizor, como su cuñada Letizia, para detectar quien a su alrededor les hace fotos. Y por cierto, uno de los dos escoltas, el otro estaba vigilando en la puerta, se puso detrás de la madre para ver qué foto le hacía la señora a la infanta posando con la niña.

Doña Elena paga lo que compra con dinero en metálico. En su primera visita, siempre por la tarde, se dejaba más de 50 euros; en la última, que tuvo lugar el 24 de abril sobre las ocho de la tarde, no llega a los 20 euros. Ha comprado las cosas más variopintas; desde una camita mullida de tela para el perro por 15 euros, a libros para niños o moldes de papel para tartas: 20 moldes de papel redondo grande para tartas por 1,35 euros. Y no eran encargos de la cocinera, que no tiene, eran objetos que la Infanta necesitaba para usarlos ella. Doña Elena es una buena repostera, de ahí que sepa perfectamente lo que quiere, el papel de horno que impide que la masa se pegue al molde, pero como aparentemente, después de dar varias vueltas, no lo encontraba y como la dependienta china no entendía nada de toda la explicación que le estaba dando, el guardaespaldas fue en busca de una dependienta de habla hispana para que la atendiese. Mientras, Victoria Federica se entusiasma comprando gomas de colores para tejer pulseras o buscando una funda para el teléfono de su madre. La Infanta Elena tiene un Nokia de un modelo para el que apenas se han hecho fundas de protección y no encontraron ninguna que le sirviera. Sin embargo, Victoria con su iPhone 6 tenía una gama enorme para escoger, cosa que no hizo porque ella sí que tenía.

Descubierto por casualidad

Decir que el megachino de Pinto dispone de 4.000 metros cuadrados de extensión y que las veces que la Infanta ha ido, nunca lo ha hecho con prisa. Se ha tomado su tiempo, casi una hora, para verlo todo bien y recorrer sus largos pasillos atiborrados de objetos. Otra curiosidad, la duquesa de Lugo conduce su coche, un todoterreno Volvo CX70 y carga con su compra, que no paga con tarjeta; así se evita mostrar los datos de su DNI o que se sepa en qué banco tiene su cuenta. Cómo descubrió ese hiper chino la Infanta Elena es una incógnita, excepto que frecuente la carretera de Pinto a San Martín de la Vega, según se sale de la nacional 4 de Andalucía y que le llamase la atención y un buen día se decidiese a entrar a dar una vuelta, ni más ni menos que como lo que hacemos todos. Por supuesto que ser infanta no está reñido con hacer compras en un «chino» de Pinto, que es un pueblo dormitorio al sur de la ciudad de Madrid. Pero sí que choca porque no es un lugar que sea especialmente conocido, que sea fácil de encontrar y, desde luego, no es el hábitat habitual por donde se mueve la Infanta. Puede suceder que frecuente alguna finca por la zona y que, a fuerza de pasar por delante, un buen día decidiera parar a explorar y ahora le ha encontrado el gusto a las ofertas. Tampoco obedece a ninguna campaña de acercamiento «al pueblo» porque este encuentro con la Infanta en el polígono ha sido absolutamente fortuito y ella se encuentra ligeramente apartada de la Familia Real.

Doña Letizia y la fruta «de diseño»

Cuando era adolescente a la Infanta Elena le parecía un planazo quedar con un par de amigas del colegio para pasar la tarde en El Corte Inglés, acompañadas por una profesora y los guardaespaldas y acabar merendando tortitas con nata. Cuando aparecieron las televisiones privadas y sus programas de teletiendas, ella sufrió un deseo irrefrenable por hacerse con los objetos más variopintos, especialmente para adelgazar y como no podía enviarlos a Zarzuela e identificarse como la hija del Rey, Elena, con seudónimo, pedía que le enviasen el pedido a casa de la madre de los hermanos Fuster. Ya independizada, ha sido frecuente verla en las distintas tiendas de Zara del barrio de Salamanca de Madrid o en diferentes mercadillos por los pueblos de España. La Infanta Elena ha sufrido el proceso inverso de su cuñada Letizia: si una fue educada en una burbuja de cristal, la otra sí que se crió frecuentando mercadillos, supermercados y su casa estaba rodeada de calles. Las tornas cambiaron hace diez años en La Zarzuela. Seguiremos viendo a la Reina adquiriendo ropa para sus hijas en El Corte Inglés, fruta «de diseño» en el barrio de Salamanca o fugaces salidas a cines en vaqueros rotos y camiseta. Por el contrario, decir que tanto el Rey Felipe como Don Juan Carlos, no son de ir de tiendas, les va más ir de restaurantes y a la Reina Sofía, un BodyShop o un Corte Inglés le da la vida.