Casas reales
El pequeño príncipe del Barça
Rania de Jordania posa con su cuarto hijo, Hashem, que luce la vestimenta del equipo blaugrana mientras estudia en palacio.
El príncipe Hashem Abdullah, cuarto hijo de los reyes de Jordania, Rania y Abdullah, que tuvo la coincidencia de llegar al mundo el mismo día que su padre pero 42 años más tarde, será príncipe pero también es un crío. Como todos los niños del mundo globalizado, busca cualquier ocasión para enfundarse el uniforme de su equipo de fútbol favorito y que no es otro que el Barça, ganador de tres títulos este año, de ahí que se le vea tan feliz así caracterizado, mientras hace los deberes con lápiz y a mano, aunque tenga la gran pantalla del ordenador Mac abierta y la caja de pañuelos de papel a mano. Hashem no llega al extremo de Milan Piqué y se muestra más contenido en sus deberes. Tampoco la reina Rania especifica si la equipación del Barça la encargaron a España, la compraron por internet o si fue un regalo de algún amigo español, sabiendo que el niño es aficionado «culé» y que hay mucha inclinación por el balompié, dado que muchos de sus parientes árabes se están haciendo con la propiedad de algunos equipos de fútbol españoles. Al contrario de Zapatero, que no pudo conseguir su gran Alianza de las Civilizaciones, el fútbol sí lo logra.
Una vida normal
El pequeño príncipe jordano posa en su habitación de estudios del palacio, donde vive la familia real en Amán, junto a su madre, mientras hace los deberes. La reina Rania colgó esta foto en su cuenta de Instagram para reflejar la normalidad de una vida, en la que ella es madre, esposa y desempeña un trabajo «cool» diario. Junto a la instantánea escribe: «Una madre y una mujer con un trabajo muy satisfactorio». También es de lo más apropiado el atuendo casero que exhibe en la misma foto: taconazos de aguja, que es lo «típico» que calzan las madres y esposas de medio mundo para estar por casa, aunque en este caso se trate de un palacio. Y unos pantalones pirata tipo pijama, además de aparecer impecablemente maquillada y con la taza «supercool» de té en la mano. Ante todo, normalidad, mucha normalidad.
A estas alturas, nadie duda de que Rania se ha convertido en la mejor embajadora de sí misma y de su familia, a la que ha sabido «occidentalizar» en términos de marketing e incluso de imagen sin perder, faltaría más, sus raíces árabes. Pero que nadie interprete esta imagen con un ramalazo de frivolidad. Es una reina que no se calla y que sabe usar las nuevas tecnologías. Prueba de ello es que es la única reina, que se sepa, que tiene su propia página web independiente de la del rey Abdalá, en la que publica su propio blog, aunque hay que reconocer que no está muy actualizado, ya que la última entrada fue el 24 de julio de 2014. En el destacado de la página aparece una de sus mayores preocupaciones sociales: la educación que, como dice ella en una frase: «Es sinónimo de igualdad, la oportunidad de escapar de la pobreza». Toda una declaración de intenciones.
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