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Esther Doña: «Puedo ser marquesa, pero lo que soy es la mujer de Carlos»

Quince días después de la celebración de su boda civil con el marqués de Griñón y aún saboreando la felicidad de aquel día, Esther Doña concede una entrevista a LA RAZÓN en la que no esquiva tema alguno: ni la fractura catalana, ni la diferencia de edad con su marido, la ausencia de los hijos de éste o sus instintos maternales

Esther Doña: «Puedo ser marquesa, pero lo que soy es la mujer de Carlos»
Esther Doña: «Puedo ser marquesa, pero lo que soy es la mujer de Carlos»larazon

Quince días después de la celebración de su boda civil con el marqués de Griñón y aún saboreando la felicidad de aquel día, Esther Doña concede una entrevista a LA RAZÓN en la que no esquiva tema alguno: ni la fractura catalana, ni la diferencia de edad con su marido, la ausencia de los hijos de éste o sus instintos maternales.

Esther Doña amadrina la apertura de la tienda Rosa Clará de Santander y en un saloncito con vistas a sus dos trajes de novia, regalo de su amiga diseñadora, mantenemos esta conversación en la que la marquesa de Griñón no censura ninguna pregunta. Tan solo es cauta a la hora de opinar sobre la fractura catalana y, dado que es una recién casada y que entre Carlos Falcó y ella suman casi seis bodas –tres él, dos ella, en teoría, y la de ambos– resulta obvio que lo primero es aclarar su no boda de Londres. «La primera vez que me casé fue por lo civil; la segunda, fue en Londres, pero no llegamos a legalizarla en España porque antes de hacerlo ya nos habíamos separado», aclara. Eso permite dejar abierta la puerta a la opción de pasar por la vicaría cuando la Iglesia le diga a Carlos Falcó que puede poner a Dios por testigo de su unión «porque los dos somos católicos».

–Su familia política desciende del Gran Capitán, que luchó por la unificación de España. ¿Cómo viven en casa el tema catalán?

–Yo no hablo de política, pero si me preguntas por mis sentimientos, a mí me gusta que estemos todos unidos y que vivamos en concordia.

–¿Alguna vez se ha negado a tomar productos catalanes como rechazo, por ejemplo, el cava?

–La verdad es que nunca he pensado en eso. No suelo tomar mucho cava porque mi marido produce vino y es lo que bebemos en casa, pero nunca he boicoteado los productos catalanes, la verdad. Cada uno es libre de actuar como quiera.

–Su título principal es marquesa de Castell Moncayo, cuyas raíces son catalanas. ¿Temen que peligre su uso?

–Hay varios títulos en la familia, pero ni nos lo hemos planteado. No nos preocupa eso.

–¿Cómo nivelan los 41 años de edad que les separan?

–Yo creo que los equiparamos con la vitalidad que tiene Carlos, con su energía, con su capacidad de memorización. La diferencia de edad no es algo en lo que hayamos pensado nunca. Nosotros vivimos el día a día y estamos fenomenal, pues para nosotros no existe esa diferencia.

–Siempre se habla de la diferencia de edad en negativo, ¿qué tiene positivo?

–Que aprendes muchísimo de la otra persona. Yo, por ejemplo, con Carlos aprendo cada día. Mi marido es como un libro que no se termina nunca, por lo que con su sabiduría puedes cultivarte en todo: historia, arte, música, gastronomía o lujo, sabe de todo.

–¿Su juventud qué aporta?

–Eso hay que preguntárselo a Carlos, pero él está encantado, es feliz y no es algo que digamos nosotros, es algo evidente.

–Los hijos de su marido no fueron a la celebración nupcial. ¿Cómo le ayudó a mitigar esas ausencias?

–Carlos es muy feliz y cuando hay celebraciones se trata de eso, de festejar, y así es como lo hemos vivido nosotros. Mi marido disimula muy bien, pero yo no le vi apenado en ningún momento. Lo hemos celebrado con todos los que vinieron para apoyarnos y también con los ausentes, que estaban de otra manera. No tuve que hacer nada para mitigar sus sentimientos de tristeza porque estábamos con los preparativos y teníamos la cabeza en mil cosas. Yo le decía: «Mi amor,¿ te has dado cuenta de que las sillas no van allí?». Te lo llevas a otro terreno y ya.

–Les falta la boda religiosa. ¿Habrá?

–De eso ya hablaremos. Ahora mismo estamos aún saboreando la felicidad del enlace civil y su celebración. Hemos corrido mucho, queremos disfrutar de este momento y ya veremos lo demás en el futuro. Nosotros somos católicos y podría ser. Además, yo me puedo casar por la iglesia y a Carlos no le he preguntado, pero hemos ido paso a paso tocando todos los palos. Primero, nos hicimos pareja de hecho; segundo, la boda civil privada, solamente para nosotros; luego, la celebración, y ahora veremos si hay una boda por la Iglesia, pero lo importante es seguir como estamos.

–¿Siempre tuvo claro que no quería tener hijos?

–No, me hubiese encantado tener hijos, aunque no se han dado las circunstancias. Claro que puedo tenerlos, pero ahora mismo no está en nuestros planes. No es un tema fácil y hay que pensarlo mucho porque un hijos es para siempre y son muchos años y hay que pensarlo. El tema de los hijos es muy delicado y no estamos en eso ahora.

–¿Para relajar las tensiones familiares, han firmado capitulaciones matrimoniales?

–Hemos hecho una boda por amor. Nos hemos casado porque queríamos hacerlo para compartir toda la vida juntos y, además, porque tenemos muchos proyectos juntos.

–¿Por ejemplo?

–Pues tenemos un proyecto de cosméticos relacionados con la uva, pero es muy incipiente y no puedo hablar aún de ello. Me encanta la cosmética y me lo propuso Carlos porque lo tenía en mente desde antes de conocerme. Cuando él se propone algo, lo hace.

–¿Se bañan en barricas de vino para ir probando?

-Ja, ja, no, pero le puedo decir a mi marido que hagamos un cambio en el baño y nos hacemos una barrica de bañera y en vez de leche de burra, como Cleopatra, nos bañamos en vino.

–¿Vivir rodeada de personas de otras edades a la suya qué le aporta?

-Carlos tiene amigos de todas las generaciones y, además, los dos juntos estamos haciendo un círculo de amistades nuevas muy bueno. Donde están, por ejemplo, Rosa Clará y su marido Josep, por eso me visto con sus vestidos.

–¿Esther, quién se declaró primero?

–Se declaró Carlos desde el principio, pero no hubo una declaración sorpresa porque es algo que íbamos hablando aún sin poner fecha. Por ejemplo, cuando fuimos a formalizarnos como pareja de hecho me lo dijo dos días antes. Lo habíamos hablado, pero él lo organizó todo y yo llamé como testigo al abogado de la familia, Enrique Naveros, muy amigo de Carlos.

–¿Usa ya las tarjetas de marquesa de Griñón?

–No, ni de Esther Doña tampoco, no tengo tarjetas de visita.

–De los títulos principales, Castel de Moncayo y Griñón, ¿cuál le gusta más?

–A mí lo que me gusta es vivir con Carlos, la vida que tengo y para eso no es necesario un título pero gustar, gustan, claro que sí. Puedo ser marquesa, pero lo que soy es la mujer de Carlos y él mi marido.

–¿Qué regalo de bodas le emocionó más?

–El primero que recibimos fue un viaje a Dajla, la antigua Villa Cisneros en el Sáhara, que nos regaló la princesa Kalina y su marido Kitín. Fue maravilloso, como de cuento de «Las mil y una noches», y parte de nuestro viaje de luna de miel en julio. Otro regalo fue la misma noche de bodas, cuando cenamos en El Puerto de Santa María y Carlos me sorprendió en el restaurante A Poniente. Nos pusieron nuestra canción favorita, «Extraños en la noche» de Sinatra, nos sirvieron dos copas de champán con un erizo fluorescente como única iluminación y nosotros solos, recién casados, bailamos y nos volvimos a enamorar.

–Algunos cuestionaron su relación...

–Es que yo ante eso siempre digo que ahí está el tiempo y ante la desconfianza de la gente, no puedo hacer nada, también se irá viendo si soy de fiar o no para quien a priori haya pensado mal de mí. Es evidente que estoy mucho más feliz, más tranquila, y Carlos está radiante, eso será por algo. Mi marido sabe quién soy y está encantado conmigo. Si él no quisiera estar conmigo no estaría y yo, igual.

–Dígame un planazo para los dos.

–Nuestros pequeños momentos de intimidad. Cuando estamos los dos solos en casa, el uno con el otro sin interferencias, con una copa de su vino, una buena música y nos estamos mirando a los ojos o bailamos. Otro planazo es irnos a la India juntos para desconectar de todo. La vida desgraciadamente es muy corta. Yo lo acabo de vivir ahora con mi perrita Tiffany, su muerte ha sido horrible.

–¿Cuál es el regalo que le ha hecho su marido que más le ha emocionado?

–Son tantos... porque Carlos te regala cada día. Es un apoyo, es una admiración la que me demuestra, que es una maravilla.

–¿Está aprendiendo cómo funcionan las cosas y a gestionar las fincas?

–Ya tengo bastante con El Rincón, que es una casa muy grande, en la que debo solucionar muchas cosas y estar pendiente de las personas que organizan los eventos allí. El Rincón es nuestra casa porque es la que está más cerca de Madrid, en Aldea del Fresno, y la que nos resulta más cómoda.

–¿Le ha molestado algún comentario desde que comenzó su vida con Carlos Falcó?

–Nosotros pasamos de esas cosas porque Carlos no quiere que nos quedemos con lo negativo, pero a mí me molestó que dijeran que no me hablo con mi familia. Carlos admira la relación que tenemos porque somos uña y carne desde la mañana a la noche.