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Jordi Pujol pagó para que Serrat no cantase «La, la, la»

Según aseguran los autores de la canción, la Banca Catalana le dio 15 millones de pesetas por negarse a interpretarla en español

Serrat fue objeto de polémica en aquel 1967. Debía de actuar él en Eurovisión, pero Pujol convenció al «Noi» para que cantara en catalán
Serrat fue objeto de polémica en aquel 1967. Debía de actuar él en Eurovisión, pero Pujol convenció al «Noi» para que cantara en catalánlarazon

Según aseguran los autores de la canción, la Banca Catalana le dio 15 millones de pesetas por negarse a interpretarla en español.

Cumpleaños eurovisivo. Cincuenta ya de aquel éxito inesperado. Entristece que el «La, la, la» de Massiel no haya merecido conmemoración recordadora. Qué tristeza y desconsideración para lo que fue el primer éxito internacional de nuestra música ligera. Un desprecio no solo a Massiel, también a Manolo de la Calva y Ramón Arcusa, sus autores, que ahora gracias a Julio Iglesias son más miameros que barceloneses. Con el charanguero temita del Dúo Dinámico pusimos una pica en Flandes cuando Europa nos rechazaba y hasta ignoraba políticamente. España se dejó oír en el eurofestival donde debía de haber actuado Serrat, pero Jordi Pujol, entonces aún no president, convenció al «noi» para que cantara en catalán. No se lo permitieron porque representaba a España.

Se montó una buena polémica. Serrat, ensalzado por el catalanismo más o menos soterrado de la «nova cancó», que ya hacía de las suyas, desilusionó como joven gran autor manipulable «ara que tinc veinte anys». No era el romántico que vendían publicitariamente. Según Manolo y Ramón, Banca Catalana, o sus gentes, le dieron 15 millones de la época tras el acuerdo negociado por José Maria Lasso de la Vega, un manipulador mánager de los que ya no quedan. Deprisa y corriendo, ahogados por el tiempo, echaron mano de Massiel, a quien el «La, la, la» le iba como a un Cristo dos pistolas. Era progre y renovadora, aupada por Luis Eduardo Aute y sus «Rosas en el mar» y «Rufo el pescador». Pero tragó igual que Joan Manuel. Dos formas de cobrar: una catapultó a María de los Ángeles; la otra puso etiqueta contestataria al hijo de doña Ángeles, que por entonces vivía en el Poble Sec antes de casarse con Candela Tiffón y subir a las alturas sociales de la calle Balmes.

Si con Massiel todo fue un acelere, mejor lo montaron el año siguiente con Salomé y el «Vivo cantando», tan festivalero como su precedente. Echaron la casa por la ventana, gastaron sin freno, a la vez que Artut Kaps y Franz Johan usaban su prestigio europeo ganado con la mítica compañía de teatro de variedades, Los Vieneses. La barcelonesa del «S´en va anar» era nombre prestigioso en la «cancó» donde compitió con Raimon. TVE, con Kaps, manejaba desde Miramar los intríngulis del certamen y parece que convencían a los votantes extranjeros ofreciéndoles vacaciones en Mallorca o Benidorm.

Los sudores de Pertegaz

Para mejorar a Salomé, la tiñeron de rubia y así dulcificar su dureza facial y le rebajaron varios kilos de su cadera de mujerona; su difícil y rotunda figura tan masculina hizo sudar a Manolo Pertegaz, responsable de vestirla como máximo nombre de nuestra Alta Costura. Ideó un pijama de canutillo turquesa, más efectivo que elegante, que pasado el tiempo ella destrozó usándolo como apaño de sus galas. Un imperdonable atentado artístico. Laura Valenzuela, que presentaba, fue vestida por la cursilona Carmen Mir, otro nombre del barcelonés Olimpo indumentario, que no pasó de ser una segunda firma por su afición a los lazos.

Esto viene a cuento ante los cincuenta años sin celebración, velas ni jolgorio. La certidumbre de que Jordi Pujol manipuló al joven y manejable Serrat nos la confirmaron Manolo y Ramón una noche de cena miamera en casa de Julio Iglesias. Dando todo tipo de detalles, explicaron el trinque o compra y venta de quien parecía artista inmaculado. Por eso Massiel cantó «La, la, la» y acabó consagrándose. Así son las cosas. Y conviene recordarlas.