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Jorge Blas: «Los magos somos unos tramposos honestos»

Mago. Continúa con su espectáculo «Palabra de mago» en el teatro Compaq de Gran Vía, reflexionando sobre este mundo donde nada es lo que parece textos de su blog

Jorge Blas
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Continúa con su espectáculo «Palabra de mago» en el teatro Compaq de Gran Vía, reflexionando sobre este mundo donde nada es lo que parece textos de su blog

Quería esperar a que Jorge Blass dejara el teatro Compaq Gran Vía de Madrid y empezara su gira por el resto de España con el espectáculo «Palabra de mago» para publicar esta entrevista y así animar a los nuevos espectadores a que no se pierdan la magia de este genio. Hasta el mismísimo David Copperfield dice de él que «eleva el arte de la magia a otro nivel» y le ha comprado un truco para incorporarlo a sus espectáculos. «Sí –cuenta Jorge–, uno que hago con Facebook, que es una teletransportación. Consiste en que un espectador sube al escenario y yo le doy un iPad. Él se mete en su página de Facebook, allí elige a un amigo y éste se teletransporta y aparece físicamente en el teatro. Yo lo llevo haciendo tres años y él lo vio en YouTube y lo ha comprado para hacerlo en EE UU». Increíble, pero cierto. El truco, y que también los trucos tengan derechos.

Pero es que hay magos que son profesionales y los hay que no lo son. Blass lo es. Incluso acaba de incorporarse a la superproducción americana «The Ilussionists», donde sólo hay siete magos elegidos y Blass es el único español.

- Buenos y malos trucos

Él es uno de los mejores magos del mundo, pero también los hay pésimos. «Desgraciadamente. Cuando alguien ve a un mago malo, piensa que ya no le gusta la magia. Y a mí me da mucha pena, porque la magia es muy amplia. Es como quien dice que no le gusta la magia con cartas...¡Eso es que no ha visto a Tamariz! No se puede decir que no te gusta la música clásica sin escuchar a Bach, a Mozart o a Vivaldi», reflexiona.

También ha cambiado la imagen de los magos. Antes se les consideraba charlatanes. Incluso se pensaba que, al tenerlos al lado, había que tener cuidado con la cartera. «Por eso he titulado el espectáculo “Palabra de mago”. Es un juego para demostrar que somos personas honestas, que vamos a embaucar al público, si, pero que, en realidad, somos los únicos que avisamos de que vamos a engañar y lo hacemos con arte. Somos unos tramposos honestos».

Para llegar a ser tramposos honestos, con cuyos engaños se pasa bien, es preciso trabajar mucho. Ensayar miles de horas, meditar sobre los trucos a proponer. «Hay tres cosas: Practicar mucho la técnica y dominarla, pero sobre todo hay que comunicar muy bien. Conseguir llegar al espectador para embaucarle. Al final, engañamos a los sentidos, les hacemos ver cosas que no están viendo. Y hay que dominar la psicología. Porque la magia consiste no sólo en la técnica, sino en manipular la perfección, en jugar con la memoria de los espectadores, y hacer que alucinen con lo que están viendo. Lo único que hacemos es manipular su mente de alguna forma», explica Blass.

Y eso que hasta a un grandísimo mago como él se le puede pillar alguna vez. «Sí, claro. Aunque cada vez menos, afortunadamente. Pero en una función puede haber un problema técnico que obliga a sacar un plan B. Y es muy complicado. Además en este show, por ejemplo, trabajamos diez personas en el escenario aunque no estén a la vista, haciendo un montón de cosas sincronizadas que a veces pueden fallar porque estamos en directo. Pero lo bueno es tener flexibilidad y conseguir que la gente viva lo menos posible ese fallo y se pueda encauzar el espectáculo».

- Magia del siglo XXI

Tanta gente, tantas cuestiones técnicas, se nota que esto es magia del siglo XXI. Desde luego. «Aquí hay magia que tiene que ver con las nuevas tecnologías. He utilizado iPads, teléfonos móviles, una impresora 3D y hay mucha interactuación con el público. Pero además le he dado un giro a mi personaje, que ha evolucionado hacia un lado más canalla, más gamberro». Para adaptarse a los tiempos. Porque el pícaro quevediano ahora gasta otro tipo de picardías. Aunque no siempre tienen tanta gracia como leídas en los libros.

No sé por qué la picardía me hacer que recuerde que dentro de poco tenemos nuevas elecciones. Y le digo a Jorge que elija truco para cada uno de los dirigentes de las formaciones más destacadas. Se lo piensa: «A Rajoy le vendría bien un escapismo. Creo que es lo que le sería más útil ahora mismo. A Rivera una teletransportación a Marruecos, para que haga las paces un poco con los inmigrantes, a Pablo Iglesias alguno que supusiera cortarle la coleta. Aunque no sé si se dejaría pero le vendría bien un cambio. Y a Pedro Sánchez, algo con una rosa, porque le va bien a su partido, que necesita que crezcan las flores». ¡Caray con el mago! Cómo lo dice todo en pocas palabras.

Tampoco se corta al hablar del IVA: «Afecta fatal a la magia y a toda la cultura. En el mundo del teatro nos sentimos vapuleados y es una pena ver cerrar muchas compañías. Muchos compañeros tienen que dejar de hacer sus producciones porque no salen los números. Y en este país, en lugar de apoyar a la cultura, crear una afición y a las productoras o empresas como la mía u otras que puedan trabajar, se hace todo lo contrario: trabas y más trabas». «Pues usa la varita», le digo.«¿Que sería lo primero que harías con ella si tu magia fuera de verdad?». «Pues tocar a los desahuciados que pierden su vivienda por temas económicos que no llegamos a entender. No hay nada peor que encontrarte con una familia y sin casa». A lo mejor Blass le trasladaría sus peticiones a alguien. Confiesa que le gustaría actuar delante del Papa Francisco: «Me haría ilusión hacerle magia y sorprenderle. Igual me santifican. Han santificado a gente por mucho menos».

Personal e intransferible

Jorge Blass nació en Madrid en 1980, vive «en pecado» y tiene un hijo, Max, del que se siente tan orgulloso de poder disfrutar como de poder vivir de lo que le apasiona. Se arrepiente de lo que no hace. Le gusta el vino de Rioja, «si puede ser, Contador, de mi amigo Benjamín Romero», y los espaguetis al pesto. Lee de todo, «desde novela histórica hasta libros de autoayuda o poesía». Su película preferida es «La vida es bella». Su equipo de fútbol, «el Atlético de Madrid, aunque no siga mucho el fútbol». Le gusta correr y que le dé caña su entrenadora en el gimnasio. Y no me puede contar lo que nadie sabe de él «porque por eso no lo sabe nadie».