Ibiza

Julián Contreras Jr.: «Si me meten en Soto del Real, viviría mejor»

Mientras la vida de sus hermanos, Fran y Cayetano, hijos de Paquirri, transcurre por el camino del éxito y de la abundancia económica, el único retoño de Carmina y Julián Contreras sólo tiene 160 euros al mes. y confiesa que su padre padece una enfermedad que le lleva a la ceguera.

Padre e hijo lleván lidiando con la deuda del restaurante desde que lo cerraran en 2014, 18 meses después de inaugurarlo. Pudieron eludir un primer desahucio, pero éste ha sido ya imposible
Padre e hijo lleván lidiando con la deuda del restaurante desde que lo cerraran en 2014, 18 meses después de inaugurarlo. Pudieron eludir un primer desahucio, pero éste ha sido ya imposiblelarazon

Mientras la vida de sus hermanos, Fran y Cayetano, hijos de Paquirri, transcurre por el camino del éxito y de la abundancia económica, el único retoño de Carmina y Julián Contreras sólo tiene 160 euros al mes. y confiesa que su padre padece una enfermedad que le lleva a la ceguera.

«Yo ahora tengo toda mi vida en tres maletas y mi padre, en cinco. Es lo único que hemos podido salvar después de que nos echaran de la casa. El resto, mi ropa, muebles, fotos, los libros, que son mi vida, eso está todo perdido», admite apesadumbrado Julián Contreras Jr. La mañana que llamo al benjamín de Carmina Ordóñez, de 32 años, acaba de visitar el juzgado para suplicar una solución a una odisea económica que llegó a su zenit hace quince días, tras su desahucio: «Les he dicho que por lo menos me liberen de lo que me quitan cada mes del salario mínimo interprofesional, porque estoy en un callejón sin salida y sin trabajar no puedo generar ingresos y no puedo seguir pagando. Y todo por ser un emprendedor y montar un restaurante». Mientras Fran y Cayetano, los hijos que su madre tuvo con Paquirri, triunfan en sus recientes negocios fuera del toreo, como la finca extremeña El trébol, que alquilan a 1.000 euros la noche, el hermano con el que compartieron infancia y adolescencia solo tiene superávit de argumentos para explicar su ruina. «Me creí las mentiras del emprendimiento –confiesa–. A mí me concedieron un crédito, no me fue bien y lo amplié. Empiezas a dejar de pagar a tus proveedores y luego el alquiler. Yo estaba como garante solidario y ahora tengo un administrador concursal al que lo doy hasta los tickets del supermercado. Y luego ves defraudadores profesionales que campan a sus anchas y se las saben todas. Yo cometí el error de ir a un juez y reconocer mis deudas, y ahora no puedo ni pagar lo que debo. Te ponen grilletes virtuales. Si me meten en Soto del Real, viviría mejor. Por lo menos tendría asegurada la comida». Pura gula. Así se llamaba el local, y la ruina, que Julián inauguró en la capital en julio de 2013 y finiquitó 18 meses y 200.000 euros de pérdidas después. Desde ese infausto diciembre de 2014 vive asfixiado por los impagos: «Me siento en exclusión social. Llevo dos años en concurso de acreedores. Vivo con 160 euros al mes. Uno cree que esto solo le pasa a las familias desestructuradas, pero no es así. He pasado hambre, he vivido sin luz, sin agua, sin gas... Te dejan sin margen y te vas ahogando». Fue el 27 de octubre de 2017 cuando el BOE dio conocimiento público del descalabro de Julián. Pese a que el restaurante está a nombre de una sociedad, El paraíso de la Gula SL, es el joven empresario el que queda reconocido como deudor. El eslabón más débil del clan Ordóñez duda antes de reconocer que «serán más de 100.000 euros» el montante de su pufo. Al insistir, añade: «Mire, gano unos 1.300, pero me retienen 1.118. ¿Cree que se puede vivir así? Es un nivel de asfixia... No puedo alquilar, ni dar de alta un móvil, ni abrir una cuenta bancaria, ni tener tarjeta de crédito. Estoy en un registro de morosos y en cuanto un banco pone mi DNI sale todo lo que debo». Sin techo desde hace dos semanas, cuando me preocupo por dónde dormirá esta noche, su respuesta añade más desdicha a su biografía: «Desde que me desahuciaron y no me dieron ni la prórroga de 30 días que establece la ley, cada día hemos dormido en un lugar. La primera, un amigo dentista nos dejó un sótano de su consulta. Así vamos tirando, de nosotros y de nuestras maletas».

A urgencias por su padre

Llegados a este punto de confesiones, me atrevo a preguntarle a Julián sobre una información que me ha llegado respecto a la salud de su padre, Julián Contreras. El hostelero también se sincera en este punto: «Sí, es cierto, mi padre se está quedando ciego. Imagínese cómo se vive esto si cada noche dormimos en un sitio distinto. Lo más lesionado que tiene es la visión periférica. Si tú le pones una mesa debajo de las rodillas, sabes que se va a golpear». Los problemas oculares del ex marido de Carmina Ordóñez, al que Julián llama «viudo» porque asegura que sus padres «no llegaron a separarse legalmente», comenzaron hace más de tres años: «Un día viendo la televisión me dijo que no veía, entonces me lo llevé a toda prisa a Urgencias y luego le pasó en el otro ojo», asegura. Contreras fue intervenido de un glaucoma en el hospital público Ramón y Cajal de Madrid. Desde entonces, el deterioro en la visión del que fuera padrastro de Fran y Cayetano ha ido en aumento: «No puede ir solo por ahí, ni conducir, tenemos que vivir juntos, ya no solo por los problemas económicos, sino porque tiene muchas dificultades. Le implantaron una válvula en cada ojo para que no tenga otro colapso como el que sufrió antes de la intervención, pero cura no tiene». La situación es tan irreversible que a Julián padre, de 57 años, ya le han sugerido la posibilidad de pedir ayudas o subsidios, sin embargo, el hijo de Carmina de momento lo descarta: «Mientras yo pueda seguir trabajando, no pediremos nada. Hay gente que tiene muchas más necesidades que nosotros. Es una cuestión de ética y estética».

El desahucio y la enfermedad de su progenitor coinciden actualmente con el desamparo familiar. Ni Fran ni Cayetano le han dado vela en sus recientes alegrías familiares. Prueba de ello es que Julián tardó más de la cuenta en conocer al primogénito de Eva González y ni estaba ni se le esperaba en la macro puesta de largo sevillana de Tana, la nieta de la Duquesa de Alba. Sus hermanos toreros, fiadores en el pasado, le cerraron primero la chequera, por impago, y luego la puerta, por largar sobre su historia, que es la de ellos también. «No tienen idea de lo que ocurre con mi padre. No se lo he trasladado», confiesa Julián. Con este panorama existencial, el madrileño acaba de fichar por el programa que presenta Anne Igartiburu, que también ha acogido en la plantilla a su cuñada, Lourdes Montes. A ver si lo que ha distanciado la vida, lo aproxima la presentadora vasca con su «Corazón, corazón».

El «juguete roto» de Carmen Ordóñez

Julián no había cumplido 10 años cuando su madre reinaba en las fiestas de Marruecos, entusiasmada por el polvo de aquel desierto blanco que acabó matándola. 25 después de aquellas noches, marcadas además por las quemaduras de cigarrillos que los invitados tatuaban en sus pequeños brazos, la vida del benjamín de «La divina» en nada se parece a las de sus hermanos Fran y Cayetano. Julián torea con la mala suerte, la pobreza y el fracaso. No disfrutó de la infancia, quizá por eso habló siempre como un notario y, cuando llegó a los 18, a poco de quedarse huérfano, de su abuelo materno le tocaron 100.000 euros. Otros se lo hubieran fundido en Ibiza, pero él destinó cada céntimo a poner paños calientes en las adicciones que padeció su madre, de la que él solo heredó sus pastillas. Diez años más tarde, el ahora hermano proscrito reconocía un intento de suicidio y orgías con cuatro mujeres. Ha escrito cuatro libros, el último «Cuando el fracaso es un éxito», y ha sido «coach», entrenador de boxeo, «broker» y empresario con fortuna adversa. Para apellidarse Ordóñez y no ser torero, cornadas ya lleva unas cuantas.