Gente

La educación cotiza a la baja

Carmen Lomana con uno de sus ex, el violinista Edmond Fokker
Carmen Lomana con uno de sus ex, el violinista Edmond Fokkerlarazon

Vivimos en un momento que me inquieta por las consecuencias que puede tener en un futuro. La educación, las formas la cortesía y la cultura parece que se cotizan a la baja. A mucha gente joven que inunda nuestras pantallas televisivas y que son referencia para muchos otros, leer un libro, formarse o educarse es algo que no les interesa en absoluto. Incluso presumen de ello. En realidad, para qué van a hacerlo si lo único que persiguen es hacerse famosos a costa de lo que sea, sin ningún respeto por ellos mismos ni por sus familias. Se comportan como primates. Voy a darles algunos ejemplos que he podido ver e incluso vivir últimamente. Hace una semana conecté Telecinco y vi algo que me pareció de lo más cruel y depravado: una pareja, en ese programa que a mí personalmente me parece vergonzoso, mantenía relaciones sexuales debajo de un edredón gimiendo y, en el caso de ella, galopando encima de la pareja que tocaba ese día, mientras el padre de la chica lo contemplaba aparentemente impasible. Me pareció lo más pornográfico y malvado a lo que se pueda someter a un padre y él lo aceptó sin el menor pudor. Inmediatamente cambié de canal y me quedé pensando qué puede llevar a unas personas a humillarse así. Intento justificarlo como un estudio de comportamiento sociológico de un grupo de personas en su mayoría sin principios morales ni respeto por ellos mismos y, todavía algo peor, que cuentan con fans que les siguen y admiran sin conciencia ninguna sobre lo moral o lo inmoral. Continúo con otro ejemplo de cómo se han perdido las formas: en el salón constitucional del Congreso de la Diputados se celebraba el Día Mundial de la Salud Mental. El acto lo presidía Doña Letizia y los ponentes, entre otros, eran la presidenta del Congreso, la ministra de Sanidad y el presidente de la Confederación de Salud Mental. Cuando la Reina accedió al interior de la sala para ocupar su lugar en la mesa presidencial el numeroso público permaneció sentado e inmutable ante su entrada, algo impensable en una sociedad medianamente educada, de la misma forma que cuando suena el himno nacional mucho personal no se levanta. ¿Qué podemos hacer ante esta dejadez y falta de educación? Algo está fallando. Recuerdo que en el colegio teníamos clase de urbanidad, buenas maneras y relaciones sociales para desde pequeñas aprender a convivir de una forma educada y respetuosa con el prójimo. Hasta tal punto se está deformando todo que algunos piensan que enseñar educación puede humillar a las personas que la reciben o a sus familias. Propuse a la productora de «MasterChef» impartir una clase a los niños de «MasterChef Kids» de protocolo en la mesa después de verles comer bastante mal, metiéndose el cuchillo en la boca o dejando los cubiertos «colgados» en el plato. ¿Saben cuál fue la contestación? Que eso sería humillar a las familias por no educarles. Estoy segura de que las familias y los niños habrían estado encantados de poder aprender. ¿Ustedes qué opinan? Llamar humillación a educar conllevaría ser todos analfabetos y comportarnos como salvajes. Y va el último ejemplo de la semana que denota el cerrilismo, la falta de amplitud de miras y de qué forma el fanatismo nacionalista puede obnubilar a las personas. Puigdemont escribió en Twitter tras el fallecimiento de Monserrat Caballé: «Cataluña no ha perdido nada de alguien que no se sentía plena y únicamente catalana». A continuación la humilló refiriéndose a ella como alguien al costado de Freddy Mercury cuando cantó con su prodigiosa voz «Barcelona» durante los Juegos Olímpicos en esa ciudad. Un fanático es alguien al que solo le queda una idea y por esa idea es capaz de todo, hasta de matar. Hasta cuándo seguirá esta espiral...