Cádiz

Las vacaciones express de «Kichi» y Teresa

Mientras Pablo Iglesias y demás líderes del frente podemita han desaparecido de la esfera pública para descansar, la pareja andaluza limitará el respiro estival a alguna escapada de fin de semana con los dos hijos del alcalde gaditano

Teresa Rodríguez y «Kichi» tendrán cerca la nueva base de Morón, donde estarán destacados hasta 2.200 soldados
Teresa Rodríguez y «Kichi» tendrán cerca la nueva base de Morón, donde estarán destacados hasta 2.200 soldadoslarazon

Así como el humor es algo muy serio para dejarlo en manos de los comparsistas, la gobernanza es una cosa demasiado importante para dejarla al zarandeo del político. Es lo que debieron pensar José María González «Kichi» y Teresa Rodríguez –el último grito en el movimiento civil gaditano– antes de convertirse respectivamente en el flamante alcalde de Cádiz y en la secretaria general de Podemos en Andalucía. El grito de la pareja de moda, pasado el tiempo, ha dejado de regoldar desde los megáfonos para hacerlo desde el micrófono: el viaje consiste en una travesía desde las plataformas y los círculos hacia el sistema y el hemiciclo. Cuestión de geometrías. Tanto monta, monta tanto. Son los Clinton de Cádiz, ciudadanos autodenominados decentes e investidos como representantes por el pueblo, su pueblo, que sólo piensa a estas alturas en el hervor estival.

Nada ha sido revelado aún, en cambio, sobre las vacaciones de José María González «Kichi» y Teresa Rodríguez, respectivos alcalde de Cádiz y secretaria general de Podemos en Andalucía. La nueva política gasta viejas tradiciones. La playa y el terruño son las indicaciones que la política con mayúsculas convertirá en fábula moralista al socaire del sol patrio. Sobre la propiedad del sol saben bien en la Costa de la Luz gaditana, donde se espera a Kichi, a sus dos hijos y hasta a Rodríguez. Costa del progresismo español, desde Conil a Tarifa, pasando por Chiclana y Bolonia, la «gauche divine» ha reunido terrenos y chalés que evitarían el ajuste de, al menos, dos planes quinquenales. En esas playas, asilvestradas por el viento de levante, se congregan desde el cantautor gijonés hasta el catedrático de la Complutense, desde la roteña Rodríguez hasta el capitalino Kichi, a quien se le conocerá alguna escapada a la cimarrona Cortadura o un remangarse entre el lumpen de la Caleta, la playa del casco antiguo de Cádiz. La Caleta es a la costa gaditana lo que la comparsa es al ensayismo, un coscorrón.

El verano, como el día de San Martín, les llega a todos, pero en este caso se tratará por tanto de visitas fugaces de fin de semana mientras se atienden los compromisos políticos en el Ayuntamiento, pues agosto es un mes movido en el panorama gaditano. La calorina azota dibujando una asíntota y fríe las meninges del no iniciado, pero, siendo meridionales como son Kichi y Teresa, el calor no les supone un impedimento para nada. Lo mismo da espantar al cónsul de Alemania que enfrentarse a los funcionarios que atienden una sentencia de desahucio. Cosas de las calores, cosas del verano, un periodo idóneo para rellenar aquellos cuadernillos Rubio de aritmética y ortografía y, cómo no, leer comprensivamente la Constitución, el catón de estos Clinton en su jardín de infancia.

El estío y su calima no han hecho sino cargar de tareas a Teresa Rodríguez. En su partido, ha pasado de discutirse la resolución del sistema a ejecutarse la disolución de las asambleas, esos círculos con sobrevenida querencia a cuadrarse ante el jefe supremo. Sí, él, por mucho que la legitimidad se originara horizontal y trotskista, el ejercicio está resultando estalinista y vertical. Si algo aprendió Teresa Rodríguez de «Tierra y libertad», la película de Ken Loach sobre la guerra civil española, fue que al asalto al cielo ha de procederse por, para, pero sin el pueblo. ¿O era al limbo? En su pueblo, en Rota, las playas se llenan de oriundos y transeúntes que solazan junto a la base militar de la OTAN. «Yankee, go home» era el grito de aquellos megáfonos adolescentes. Pero el tiempo pasa y ha llegado el verano. Con él, el reciente permiso del Congreso a la instalación de varios miles de marines en la base de Morón. Desde el escaño del Parlamento andaluz, Rodríguez observa crecer la hierba desde una distancia cósmica al tiempo que resuelve que, para el verano, ni tú a Boston ni yo a California, centros de poder del ogro «wasp» y capitalista. Ay, cuántas banderas estadounidenses obligarán a Rodríguez a permanecer sentada. Kichi y Teresa ni han mirado los mapas de Estados Unidos ni parece que sea tampoco Alemania el destino de su asueto estival. En la historia del cónsul teutón, un suceso que aún se comenta en el ayuntamiento gaditano, estuvo a un tris la crisis diplomática. El incidente ocurrió a primeros de julio, en pleno roce entre Grecia y Alemania por las condiciones de los préstamos.

- La «agotadora» política

Con objeto de traer a Cádiz el buque escuela de la Armada alemana, el cónsul se presentó en el Ayuntamiento para despachar una reunión fijada meses atrás. Transcurrió media hora. Una hora. Y el cónsul, pobre hombre, que tendría también otros quehaceres, se acercó a la secretaria del alcalde para recordarle lo de la reunión. La puerta del despacho de Kichi queda entreabierta mientras le recuerdan la presencia diplomática. Se dice que el cónsul oyó rugidos, bramidos, con «nazis» y «merkeles» de por medio. Afrentado, el cónsul se marchó por donde vino. «¡Ah! Hacer política es de lo más agotador», habrá pensado la pareja de moda, sobre todo en un verano como éste y máxime si es gobernar de lo que se trata. La sustitución del retrato del jefe del Estado por el de un histórico líder anarquista y alcalde de Cádiz durante la Primera República, Fermín Salvochea, fue el hito de salida en el despacho consistorial de Kichi. En la llegada, quién sabe, podría volver a proclamar el cantón de Cádiz. Y viva Cartagena.

A José Mujica, ex presidente de Uruguay, se le conoce una reciente definición de la izquierda que la relaciona con el estado «infantilista» propio de un adanismo ilustrado. Del cantón al catón. Son los deberes para vacaciones de la chavalería política, que anda estos días adivinando un destino para el verano. Será el cielo. O el limbo. Por asalto o por castigo.

El retiro cultural de Pablo Iglesias

Como si se tratase de uno de los retiros estudiantiles de fin de semana que Contrapoder, asociación universitaria donde se gestó el fenómeno Podemos, organizaba para que sus miembros discutiesen sesudas lecturas, Pablo Iglesias ha decidido zambullirse durante sus tres semanas de vacaciones en libros, películas y naturaleza abulense. Iglesias ha optado por la cabaña de 50 metros cuadrados que posee en Ávila desde 2013, con una pequeña piscina y una barbacoa. Entre las lecturas escogidas no hay hueco para lo ligero: «La Orquesta Roja», «Asesinato en Prado del Rey», «España, entre tradición y modernidad» y «El pueblo contra el Parlamento». Relax y reflexión que permitan coger energías e inspiración para un septiembre movido.