Gente
Michelle Bolsonaro, de cajera a Primera Dama
Es la mayor de cinco hombres y se crió en un barrio humilde de Brasil donde sus vecinos la recuerdan con cariño
Hay quienes la relacionan con la mujer de Obama. No solo por tener el mismo nombre oel mismo «deber» en sus respectivos países, sino por ser una primera dama que destaca entre otras y que no se permite permanecer a la sombra de su esposo. Michelle de Paula Firmo Reinaldo tiene 38 años, 25 menos que Jair Bolsonaro, y se aleja de la tradicional posición de «reina consorte» que caracteriza a las mujeres de los presidentes americanos –tener buena presencia, sonreír en silencio y aparecer bien en las fotos junto a sus maridos–, con el fin de desempeñar una función que no quedará en un segundo plano. Nació en Ceilândia, una de las regiones administrativas más pobres del Distrito Federal brasileño y de la cual el palacio más cercano se encuentra a unos 35 kilómetros. Allí Michelle Bolsonaro se crió en un ambiente humilde, donde su padre era conductor de autobús, su madre ama de casa y ella era la mayor de cinco hermanos, y sus vecinos, que la recuerdan como una persona alegre, educada y muy generosa. Terminó la enseñanza media en una escuela pública para ayudar a su madre con la casa. Posteriormente, trabajó en un supermercado y en pequeños servicios de animación de fiestas infantiles hasta que, en 2004, dio un salto importante y consiguió el trabajo de secretaria parlamentaria en el Congreso. Fue en ese puesto, dos años después, donde conoció a Bolsonaro. A los pocos meses se casaron por lo civil y trabajaron juntos en el gabinete del actual presidente de Brasil hasta que, por orden del Tribunal Supremo, Michelle tuvo que dejar su cargo por un caso de nepotismo en el funcionariado público.
Cercana a las minorías
Según el portal de noticias brasileño «G1», los amigos más cercanos de Michelle están de acuerdo en que es una mujer «sencilla, dulce, tímida y, al mismo tiempo, fuerte y decidida». Además de ser una madre con mano dura, también lo es como esposa: «Dentro de casa, ella dicta las reglas», aseguran. Entre sus intereses está el de suavizar la imagen que tiene su marido de machista y homófobo y, sobre todo, el de trabajar por la que es su pasión: la asistencia social. Sin ir más lejos, durante la toma de posesión de su marido el pasado martes, el estreno público de la primera dama fue saltarse el protocolo y dirigirse a los brasileños en «Libra», el alfabeto de lenguaje de signos del país suramericano, contando con una intérprete que traducía al portugués. Habiendo nacido en una familia católica, se ha dedicado durante años a acciones sociales en una Iglesia de Río de Janeiro, donde ejercía la traducción a lenguaje de signos de los cultos evangélicos. Fue este acercamiento a las minorías y a personas con discapacidad lo que hizo que su amor por esta comunidad creciera, hasta el punto de estar articulando ya en Brasilia un proyecto social que se ponga en práctica durante el Gobierno de su marido.
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